Alba Reche

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Conoció a Alba hace año y medio más o menos. Coincidieron en un evento musical de escasa relevancia pero que le sirvió para encontrarse. La química que había entre ellas era difícil de explicar, por una parte eran mutuas confidentes que se ayudaban en sus problemas personales y profesionales pero, por otra, tenían una tensión sexual palpable que solían matar acostándose pero era únicamente eso, sexo. Se podían definir como amigas con derechos. Al fin y al cabo se lo pasaban bien y no se hacían daño alguno.

Siempre que estaba estresada o confusa acudía a la rubia y obtenía la satisfacción que necesitaba. Era un juego de beneficio mutuo que les servía más de lo que querían admitir. En esos momentos, Ana Julieta se encontraba situada encima de Alba mientras esta enredaba las piernas alrededor de su cintura gimiendo pro los besos que la castaña repartía por todo su cuello con agresividad desquitando en su piel la rabia e impotencia que sentía.

Bien podría haberse desahogado contándole sus penas pero aquel método era mucho más eficaz y al menos le daba una alegría al cuerpo. Alba tampoco parecía poner pega alguna.

– Anaju...-susurró con esa voz grave entrecortada erizándole la piel.

Deslizó sus manos por las suaves piernas blancas recordando cómo las manos expertas de Samantha lo hicieron en su momentos con las suyas. Apretó la mandíbula al recordarlo pero se obligó a sacarla de su mente hundiendo la cara en el pequeño busto de su compañera, repartiendo besos delicados por este. Realmente toda su experiencia con el género la había adquirido gracias Alba y aún así andaba un poco verde aunque esta se lo negase con sonrisas alentadoras.

– Estás especialmente agresiva hoy-murmuró la rubia entre gemidos placenteros mientras enredaba los dedos en su pelo chocolate con fuerza- Me gusta.

Ana Julieta sonrió de lado, ascendiendo hasta su cara para besarla con delicadeza mezclando sus lenguas.

– Pues aún no sabes lo que te espera-susurró sobre sus labios.

Una hora después, yacían sobre la cama, ambas boca arriba con la respiración entrecortada. Siempre acababan exhaustas y con alguna que otra marca que duraría unos días. Ana Julieta por su parte, tenía dos grandes señales en la parte interna de sus muslos, cualquiera pensaría que había sido maltratada sin piedad.

– ¿Qué es lo que te tiene así?-preguntó Alba girando la cabeza para mirarla.

Ana Julieta endureció el rostro tragando saliva mientras mantenía la mirada fija en el techo de la habitación.

– Es Samantha, ¿verdad?

Joder, la conocía perfectamente ya. Alba sabía leerla perfectamente y, en cierto modo, la comprendía enormemente. Al fin y al cabo ella se encontraba en una situación similar con la queridísima Natalia Lacunza.

– No sale de mi puta cabeza-susurró mientras lágrimas calientes empezaban a formarse en sus enfurecidos ojos.

Alba suspiró.

– Es una sensación insoportable. Lo siento muchísimo, Anaju.

La chica rubia la envolvió a sus brazos abrazándola com fuerza mientras Ana Julieta se rompía una vez más entre las muchas desde que decidió cerrar pueetas con ella cuatro días atrás. ¿Cómo había podido creer que serían capaces de mantener una amistad? No, entre ella y Samantha no cabía ese concepto, no cuando la química envolvente de ambas era palpable a metros de distancia. Lo que mas le dolía es que sabía que era algo mutuo pero que, aún así, no iba a ocurrir nunca. Dos personas que se querían con locura condenadas a estar separadas y a hacer caminos alejados con otras parejas.

– El amor duele-susurró con la mirada nublada por las lágrimas.

– Y qué lo digas amiga.

Por el tono que empleó Alba, supo que esta tambien se había traslado a su propia experiencia y situación, y es por eso que se agarraba a ella como un clavo ardiendo. Compartiendo el sufrimiento, que aunque resultaba inútil, al menos les hacía no estar solas. Eso era lo que más las unía a ambas.

– He llegado a la conclusión de que no voy a olvidarla jamás, Alba. Me aterroriza pensar que no voy a pasar página nunca-explicó.

Era un miedo que la consumía cada vez más. Y conforme pasaba el tiempo, la angustia se iba incrementando al notar que Samantha seguía en su cabeza como si fuese el primer día y que inundaba su pensamiento. Sentía la impotencia de un soldado que ve morir a sus compañeros en el campo de batalla, con la diferencia de que ella estaba sola. Sola contra el mundo.

– La superarás-aseguró la del flequillo trazando patrones aleatorios en su espalda- Y yo también a Natalia Lacunza y al Pol Granja de lo cojones.

Ana Julieta soltó una risa débil ante la ocurrencia de su amiga. Para ser realistas, la pareja de Natalia no le hacía justicia, tenía apariencia de sucio y descuidado, y no lo decía solo porque estuviera con el verdadero amor de Alba. Lacunza se merecía más, y la Reche, ella sí que se merecía el mundo entero y muchas cosas más.

– Yo no he visto a la Belén esa pero será tan asquerosa como él-dijo Ana Julieta burlona.

– ¡Uy! A él es imposible superarlo, tía. Deberíamos conseguir que se volvieran pareja, tal para cual-replicó la rubia con una sonrisa maliciosa que hasta a la inocente -o ya no tanto- Ana Julieta se le contagió.

– ¡Los novios que España necesita!-dijo alzando la voz con tono teatral.

Ambas estallaron a carcajada limpia riéndose de los chavales que habían marcado su desgracia. Si ellos se habían quedado con los amores de su vida, ellas tenían como mínimo el derecho a mofarse de ellos hasta la saciedad. Compartir las penas era un concepto que Ana Julieta consideraba inútil, pero hacerlo con Alba era siempre divertido por las ocurrencias de la chica que, a pesar de tener apariencia de ángel, tenía un pequeño demonio muy picarón dentro.

– En fin, el muy hijo de puta me quitó a mi novia pero, sobre todo, a mi mejor amiga-susurró Alba de nuevo perdida en sus pensamientos.

Ana Julieta la miró, poco después acercándose para darle un beso en la mejilla como muestra de apoyo. Su mente divagó hacia Maialen inconscientemente, el conflicto entre Samantha y ella había provocado que su mejor amiga se diviera mucho entre ambas intentando ahondar la coherencia en las dos, sin embargo, sentía que cada vez la tenía un poco más lejos mientras la rubia mayor le iba ganando terreno. Y eso le asustaba enormemente porque si perdía a Maialen ya si tenía claro que se moría.

– Creo que voy por el mismo camino. Parece que la vida nos ha pagado a las dos idénticamente-replicó mirándola con una sonrisa triste-Debe ser una señal. No sé, llámalo destino. ¿Nos casamos?

Ahora fue el turno de la rubia de reírle la ocurrencia mientras se inclinaba para acariciarle la cadera desnuda cada vez más huesuda.

– Es lo más sabio que me has dicho en todo el tiempo que nos conocemos. Casémonos y tengamos muchos hijos-murmuró.

– Y tengamos un gatito. O miles si quieres.

Alba sonrió tristemente tumbándose de nuevo enfrentando el techo.

– Sí, miles de gatitos-susurró perdida en sí misma.

Ana Julieta miró su perfil. Era tan bonito, la perfección hecha persona tenía nombre y era Alba, sin embargo, solo Samantha podía sacarle ese brillo en los ojos, ese del que su hermano le habló el otro día. Porque la viveza, la pasión, el descontrol, la espontaneidad de Samantha era algo único, algo que nadie podría jamás igualar y que, por supuesto, nadie jamás podría sustituir. Su corazón ya había elegido a una persona y la tenía agarrada muy fuerte en lo más interno de su ser y de sus entrañas.

– Duerme. Estás cansada-murmuró viendo como la chica trataba de no quedarse dormida.

– ¿Segura? ¿Estarás bien?-susurró de vuelta Alba.

Sonrió tiernamente inclinándose para darle un beso en la cabeza.

– Perfectamente. Nos veremos prontito espero-respondió dejando que la más joven se sumiera en los brazos de Morfeo con una sonrisa en los labios.

Suspiró. Se levantó para colocarse la ropa y salir de allí. Tenía cosas que hacer, y muchas letras desordenadas que plasmar en papel. No podía desaprovechar la corriente de inspiración que le sobrevenía.

Todxs necesitábamos un poquito de albaju y quien lo niegue miente.

Se viene aún más drama.

¡Hasta la próxima!

Me jodiste, Madrid (Samaju)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora