Flavio y ¿...?

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Veía a su hermano una vez al mes, o al menos eso intentaba siempre. Los encuentros se hacían cada vez más esporádicos, dada la cantidad de trabajo que tenían cada uno. Ella, como cantante y él, como productor. Sin embargo, las visitas al café eran sagradas, y en sus encuentros nunca podían faltar. Rellenaban las tardes contándose absolutamente todo entre risas y sonrisas cariñosas. Para Ana Julieta, ver a Flavio suponía una cura para el alma.

- Vi la entrevista-dijo de repente mientras daba un pequeño trago a lo que le quedaba de café.

Ana Julieta sonrió algo incómoda. Por supuesto que la había visto, si hermano estaba pendiente de todo cuanto hacía, más por admiración que por curiosidad. Lo miró expectante sin saber que decir, él habló por ella.

- Muy buena. Quizás la mejor que te han hecho-admitió el colocándose bien las gafas y sonriendo con sinceridad.

¿Habían hablado de Samantha durante ese tiempo? Pues sí, era una realidad. Al final ambos habían logrado comprenderse el uno al otro en aquella complicada situación y si hermano había sabido perdonarla. Gracias a ello, seguían siendo inseparables y el apoyo condicional del otro. Sin embargo, la rubia tampoco era un tema de conversación que lo agradara por ello evitaban cada vez más.

- Fue estupenda. Se informó bastante bien de todo-corroboró ella con un leve asentimiento ocultándose en su café casi tan negro como sus ojos.

- Se nota que ha estado pendiente de ti. Siempre has tenido ese efecto- Ana Julieta lo miró confusa- El de marcar en la gente con la que te encuentras. Aunque tú no hayas podido verlo.

Pues no, aún no lograba comprender lo que decía su hermano. Siempre fue la insignificante de la familia, jámas había destacado por nada, y sin embargo, ahí estaba, cumpliendo un sueño. La gente la quería y la apoyaba, era la primera vez en su vida que se sentía tan querida. Y eso había hecho que fuese cobrando más confianza en su misma y en su capacidad para ahondar en los demás.

- Samantha supo verlo. Ella te eligió a ti sin quererlo-su hermano suspiró mirando la ciudad a través de la cristalera con una sonrisa triste, ausencia de rencor en sus palabras.

- Flavio...

- No pasa nada. Esto ya no me hace daño, ella no era para mí, yo tampoco para ella-negó con la cabeza con convencimiento- Aunque no pueda decir lo mismo de vosotras dos.

Su corazón se disparó. Ya era la segunda persona que le decía algo así, pero ella opinaba lo contrario, ¿quizás estaba equivocada? No, tenía claro que sus caminos eran dispares y que era imposible que pudiera pasar algo.

- Solo me bastó veinte minutos de entrevista para darme cuenta de que te miraba de esa forma especial. Cuando le gustaba algo, sus ojos brillaban de una manera única, contigo lo hacían.-explicó Flavio inclinándose hacia delante para mirarla con su característica sonrisa.

- Se va a casar-fue su única respuesta, algo 1ue contestaba a todo lo que su hermano estaba implicando.

El mayor se echó hacia atrás en silencio, observándola largamente.

- Eso sí que no me lo esperaba.

Ana Julieta se encogió de hombros mirando para abajo.

- Ha continuado con su vida. No es tan raro, es lo que suele hacer la gente normal.

- Supongo que sí-sentenció torciendo el gesto mientras jugueteara con los restos de azúcar que habían caído en su plato- ¿Quieres ir al cine? Quizás haya alguna película chula.

Ana Julieta asintió sonriendo. Su hermano siempre buscaba formas de animarla, sabía detectar al momento cuando estaba mal o rayada y hacía lo posible para alegrarle un poco el día. Por supuesto, sabía que consumir películas era uno de sus pasatiempos favoritos siendo tan cinéfila como era.

Me jodiste, Madrid (Samaju)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora