Nota del autor: Éste capítulo está narrado desde la perspectiva de Mike.
Todo comenzó la madrugada del 23 de diciembre del año 2050, casi cincuenta años después de que el jefe, ósea dios, me eligiera como su mano derecha y como quien tomaría el puesto del "Arcángel Miguel". Técnicamente Miguel no es mi nombre real, pero el jefe me ha llamado "Mike" por tantos años, que ya me acostumbré. A la fecha, sigo sin recordar mi vida como mortal, todo lo que sé es que el mundo en el que vivía entonces, no es ni cerca similar al que me encuentro ahora. A pesar de que en repetidas ocasiones he tenido la opción de recuperar los recuerdos de mi vida anterior, decidí no hacerlo, pensando que no sería del todo necesario, después de todo, mi único trabajo era el de observar a los humanos en su día a día.
Hubo uno en especial que llamó mi atención desde la primera vez que lo ví, un abogado residente de Orange City, en la nación de Tesla. Un hombre que se desvivía por apoyar a otros, en especial a quienes menos tenían, sus trabajos como defensor generalmente eran con clientes que no podían costearse un abogado, y que, al recibir a uno asignado por el gobierno, estaban condenados a siempre perder en sus casos. Primero comencé viendo cómo defendía a un hombre acusado de lavado de dinero en su empresa, quien había sido inculpado injustamente por su propio jefe, en un intento desesperado de salvar su negocio de la quiebra. El ver como Franklin Marshall pasó incluso noches en vela recabando datos, preparando su discurso inicial, sus contraargumentos y su defensa en general, me impactaron. No tenía idea de qué hubiese alguien tan dedicado. Pensaba que los humanos eran egoístas, que eran inconscientes y ególatras, Marshall en ese momento me hizo ver que estaba en un error.
Luego de la forma tan magistral en que llevó el caso, el cómo nunca se dio por vencido y el verle alegre por haber apoyado a quien lo necesitaba, fue que recibió todo mi interés. Después de eso, fui yo quien le recomendó al jefe a este hombre, sin saber que para entonces, la vida de quien admiré desde lejos, estaba cambiando muy drásticamente.
Durante los últimos tres años, le perdí un poco la pista, de ahí el que desconociera que su vida lentamente se iba cuesta abajo, y debo admitir que al principio me emocioné, cuando el jefe me pidió ser su apoyo en la misión que pensaba encomendarle. En ese momento, yo no sabía cuál era el acuerdo que ellos habían tenido, no tenía idea del pago que recibiría Marshall de parte de mi jefe al finalizar su trabajo. Mucho menos sabía que el había intentado acabar con su vida en más de una ocasión. Cuando finalmente lo supe, sentí una fuerte presión en el pecho, como si alguien acabará de golpearme con un tubo, sentía presión y dolía, como si alguien muy cercano a mi estuviese pasando por un momento muy difícil. Quizá era mi subconsciente advirtiéndome que en algún momento, Franklin Marshall iba a ser un hombre de suma importancia en mi vida.
Nuestro primer encuentro fue bastante desafortunado, incluso me atrevería a decir que el no tiene idea de que esa fue la primera vez que nos vimos, y si la tiene, no dudo que se sienta bastante avergonzado. Después de todo, debe ser muy extraño que un desconocido meta las partes de tu cuerpo en una bolsa y después tenga que caminar hasta tu casa para reacomodarlas y puedas volver a la normalidad. Al menos eso para mí sería desafortunado. Y bueno, siendo sincera, también fue bastante incómodo para mí. Por suerte seguía vestido. En pedazos e inconsciente, si. Pero vestido. Soy alguien muy sensible, así que si, he de reconocer que fue bastante complicado para mi hacer todo eso. Todavía me sorprende que no haya quedado ninguna marca en su cara después de que se impactó contra el suelo y quedó más machacada que un tazón de guacamole. Si, ya sé. Una analogía bastante rara. Sonaba más chistoso cuando lo pensé.
En fin, tuvieron que pasar cerca de dos semanas antes de que el pudiera recuperar la conciencia, dos semanas en las que me las tuve que ingeniar para sobrevivir en un mundo futurista que jamás me hubiera imaginado de ver. O quizá si, tal vez si no hubiese muerto entonces, ahora tendría unos setenta y tantos, probablemente tendría una vista muy mala y todo me colgaría. O quizá me habría sometido a alguna de esas cirugías que están tan de moda en estos tiempos modernos. Eso es algo que nunca sabré. Aunque me da algo de curiosidad saber cómo habría sido. Durante esas dos semanas aprendí muchas cosas, cómo que el internet y las computadoras, que en mis días estaban en pañales, e incluso en el 2000 pensamos que éstas explotarían o algo así, se volvieron parte de la vida cotidiana, la gente se comunica, hace búsquedas, compras de todo tipo, todo desde sus dispositivos, los cuales pueden incluso caber el algo del tamaño de un reloj. Me sorprendí muchísimo al ver que cosas como una videocasetera o una grabadora eran ya artículos obsoletos y hasta "vintage", aunque de igual forma me he resistido muchísimo a usar por completo este tipo de dispositivos modernos. Supongo que soy bastante anticuada, al menos en ese aspecto.
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Bullet Wing, Vol. 1
General FictionFranklin Marshall solía ser un abogado defensor en Orange City, tras una fuerte depresión, en un intento por acabar su miseria, es detenido por una fuerza sobrenatural, quien le dará una nueva oportunidad para ayudar a la gente en desgracia. Acompañ...