Capítulo 10

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Me sentía agobiada, nerviosa, fuera de control, y esa falta de dominio sobre lo que estaba sucediendo me estaba haciendo enloquecer. Miraba el techo de mi habitación mientras lágrimas caían de mis ojos, trazando líneas húmedas por los costados de mi rostro hasta terminar en la almohada. Lo que más me llamaba la atención era que ese ser, lo que fuera, ya no se me estaba apareciendo. Todo parecía estar de cabeza.

Como si no fuera suficiente, cada vez que cerraba los ojos, imágenes de escenas se sucedían, una detrás de otra.

Libros sobre un escritorio marrón oscuro.
Rosarios.
Una figura oscura asomándose entre grandes árboles.

Solo necesitaba descansar y despejar la mente.

• • •

Terminé de desayunar, le di un beso a mamá y salí rumbo a la universidad, que por suerte quedaba a menos de 10 cuadras. El camino se hacía ameno porque siempre lo recorría con Avril, quien estudiaba en el edificio de al lado.

—¿Cómo está la mujer que me soporta todos los días? —me saluda Avril, apareciendo por detrás, con Stuart de la mano.

Me doy vuelta, sonrío y los saludo a ambos.

—¿Cómo está mi pareja de tortolitos favorita? —digo mientras comenzamos a caminar.

—Anoche Stuart se quedó a dormir en mi casa, estaba sola y tenía miedo —dice mientras le lanza una mirada pícara y le pestañea varias veces. Luego ríe—. Había que aprovechar la situación, ¡qué te puedo decir, pequeña Scarlett!

Río a carcajadas, pero por dentro pienso en que yo realmente sentí miedo anoche, y todas las noches anteriores desde hace más de una semana.

—Hablando de anoche, ¿qué estuviste haciendo? Tienes unas ojeras terribles —me interroga Stuart mientras Avril alza las cejas, divertida.

—Cierto, Scarlett, ¿qué estuviste haciendo, picarona?

—Me la pasé estudiando.

Mentira.

—¡Mi pequeña oruga de biblioteca! —exclama Avril mientras me agarra las mejillas.

Nos reímos todos juntos, y en ese instante, parece que mi mundo se alivia.

—Bueno, chicas, las dejo. Es hora de ir a trabajar —dice Stuart, despidiéndose con un beso de Avril, quien lo mira con ojos de cachorro.

Después de una larga y cursi despedida, él se va, y Avril y yo nos quedamos solas en la entrada de la universidad.

—A mí no me engañas. Sé que no dormiste anoche, y más tarde me vas a contar qué demonios te pasa —dice de repente mi mejor amiga, dándome un abrazo de despedida.

—¡Suerte! —le grito mientras se aleja.

No exagero cuando digo que no podría tener una mejor amiga.

• • •

Las horas pasan rápido, y aunque varias veces casi me quedo dormida, logro mantener los ojos abiertos y tomar notas de todo lo que el profesor explica. La universidad es muy diferente a la preparatoria; a veces extraño mucho ese ambiente más amistoso, donde todo parecía menos complicado.

Al terminar la clase, voy al baño, pues mi vejiga no aguanta más. Somos la última clase en salir, así que el baño está vacío, para mi suerte, ya que a veces tengo que esperar que se desocupe. Me tomo un instante después de lavarme las manos y miro atentamente mi rostro reflejado en el espejo. Parezco un mapache.

—Creía que solo yo lograba que no pudieras dormir —resuena una voz burlona, reverberando en el espacio.

Giro instantáneamente hacia donde proviene la voz, y ahí está él, como si fuera lo más normal del mundo, de pie en la entrada del baño, mirándome.

—¿¡Qué!? —grito, perdiendo por completo la calma.

Arrástrame al infierno©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora