Un calor sofocante recorría mi cuerpo. No podía creer que me estaba permitiendo sentirme así, vulnerable, frente a él... un ser aliado de Satanás. Apreté los puños, forzándome a no mostrar debilidad.
—Hey, tranquila, fiera —Aiden se levantó de su asiento y se acercó lentamente, reduciendo el espacio entre nosotros. Su mirada intensa me atrapaba, cada paso calculado como si fuera el cazador acercándose a su presa—. No puedo creer que seas tan defensora de la religión. Pensé que en esta vida sería diferente.
—¡No es por ser religiosa! ¡Es porque son personas! —exclamé con una mezcla de frustración y enojo. Di media vuelta, pero él me sujetó de la muñeca con una suavidad que no esperaba de alguien como él.
—Cálmate —murmuró, y por primera vez, la dureza de su voz se desvaneció un poco—. Lo que hice fue por venganza, por lo que le hicieron a alguien de mi propia sangre.
Sus ojos parecieron perder su brillo cruel y bajó la cabeza. Había algo vulnerable en ese gesto que me desconcertaba. Un ser con tanta oscuridad dentro, capaz de mostrar emociones humanas... Furia, melancolía, tal vez hasta un toque de arrepentimiento. Sin pensarlo, mi otra mano, la que él sostenía, se deslizó hacia su rostro, acariciando su mejilla con mi pulgar. Podía sentir el frío de su piel, y sin embargo, no me detuve.
Lo observé de cerca, notando su cabello blanco, rebelde y algo desordenado, y sus facciones casi perfectas, esculpidas como una estatua griega. Si no fuera por sus ojos, esos pozos oscuros y profundos que parecían devorar el alma de quien se atreviera a mirarlos demasiado tiempo, podría jurar que era un ángel. Sabía, en lo más profundo, que estaba jugando con fuego, que él era el peligro encarnado, y aun así, algo en mí quería saltar hacia ese abismo oscuro que él representaba. Pero una sola palabra retumbaba en mi cabeza y me frenaba: Mary.
—¿Qué fue lo que sucedió con Mary? —le pregunté en voz baja, casi temiendo la respuesta.
Aiden alzó la vista lentamente, como si mirarme le causara dolor, como si los recuerdos fueran demasiado pesados para sostenerlos en su mirada.
—La conocí aquí, en una noche de brujas como esta. Estaba cumpliendo una de las tantas órdenes que se me dan... corromper almas —dijo con un suspiro. Se detuvo, y pude ver cómo su mandíbula se tensaba—. Pero no pude.
FLASHBACK
• Año 1942 •
¿Qué demonios me pasa? Desde que entré a ese convento y me escondí entre sus sombras, no puedo sacarme de la cabeza a esa maldita novicia... Aquella figura delgada y silenciosa que parecía flotar mientras caminaba por los pasillos. Su cabello negro caía como un manto sobre sus hombros y su piel parecía brillar en la penumbra. ¿Acaso es una bruja?
Obviamente no, estúpido, es una monja. Y ni siquiera me ha visto, pensé, frustrado. Pero aun así, algo dentro de mí ardía, como si el mero hecho de estar en su presencia encendiera una llama desconocida. No comprendía la razón por la que no podía seguir allí. ¿Qué carajo me detenía? ¿Su cabello oscuro y brillante? ¿Las suaves curvas de su cuerpo, visibles a pesar del sencillo hábito? ¿Esos ojos negros y penetrantes que parecían observar mucho más allá?
La imagen de ella arrodillada, rezando en silencio, se grabó en mi mente, y la rabia burbujeaba en mi interior. Quería que me rezara a mí, con esos labios suaves, esa boca perfecta.
Demonios. Toda la misión estaba arruinada. Mi plan de hacer que las novicias sucumbieran en una orgía en pleno Halloween se había ido al infierno.
—¡Maldita sea! —grité, pateando un tronco con furia. La noche se cerraba sobre mí, y una neblina espesa avanzaba, cubriendo todo el bosque en un manto fantasmal.
Lo sentí antes de verlo. La oscuridad se hizo más profunda, y una figura emergió entre las sombras, una silueta alta y autoritaria que me observaba con desdén.
—Te ves patético. No te di mi sangre para que fallaras con un simple grupo de monjas. ¿O acaso ahora tienes miedo de las cruces? —dijo la figura, con una voz que resonaba en el aire como una tormenta lejana.
—Lo sé, padre —respondí, apretando los dientes, esperando que el sermón terminara rápido.
—No quiero que esto vuelva a suceder.
FIN DEL FLASHBACK
—Te enamoraste de ella, ¿verdad? —pregunté, sintiendo una mezcla de compasión y extrañeza. ¿Cómo era posible que un demonio como él se enamorara? Un ser tan oscuro, enamorado...
—Lo sé, suena ridículo —murmuró, con una sonrisa irónica—. A Lucifer le parecía divertido dejarme con algo de mi alma vagando por el mundo, al mismo tiempo que me dotaba de su sangre. Alguna vez consulté a una bruja, y me explicó sobre las almas gemelas.
—Y resultó ser ella —dije, completando la historia.
—Sí. —Su voz sonó ronca, como si las palabras costaran demasiado—. Soy un demonio, Scarlett. Me alimento de cada pensamiento retorcido, de cada susurro de deseo. Y sabía que, si permanecía con ella, la consumiría poco a poco. Como una flor expuesta a las tinieblas. Así que decidí marcharme.
—¿Y ella... murió? —pregunté antes de poder detenerme, consciente de que esa pregunta abriría viejas heridas.
—Sí. —Su mirada se perdió en la distancia, y sus labios se apretaron en una línea fina—. Ella ya había conocido el bien y el mal. No pudo soportar estar en esa línea. —Aiden miró el antiguo reloj dorado en la pared, cuyas manecillas avanzaban lentamente, marcando el tiempo con un eco profundo—. Pero esta vez, no quiero perderte.
De repente, me tomó de la mano, sus dedos helados apretando los míos con urgencia, como si quisiera sellar alguna promesa secreta entre nosotros. Sin decir más, me arrastró hacia el bosque, y el mundo alrededor parecía desvanecerse, como si la noche misma nos cubriera en su abrazo oscuro y eterno.
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Arrástrame al infierno©
ParanormaleUnas manos frías. Un olor a azufre. Un susurro desde el inframundo. Y tan solo un nombre... Hay lazos que no se rompen por ningún obstáculo. No importa el tiempo, ni el espacio, y este es uno de ellos. <<Un amor que sobrevivió incluso a l...