Capítulo 9

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La palabra quedó suspendida en el aire, cargada de ecos y de una extraña electricidad. Sentí cómo el estómago se me retorcía al escuchar el nombre que él había mencionado en mi habitación, como un susurro salido de una pesadilla: Mary. No podía ser una coincidencia.

—Sí, hija, se llamaba Mary —me miró confundida, frunciendo el ceño—. ¿Por qué te asombra?

Miré sus ojos oscuros durante unos segundos y abrí la boca para hablar.

—En realidad, hace unas cuantas noches vengo soñando con ese nombre. Por eso me sorprendió.

Mi abuela me observó con una mirada llena de preguntas, entremezclada con la tristeza del recuerdo de su tía.

—¿Estás bien, mi niña? —preguntó con esa dulzura inagotable que siempre lograba calmarme.

Tragué saliva, intentando que mi voz no se quebrara al responder.

—Sí, abuela... solo me sorprendió. Nunca habías mencionado a Mary. ¿Por qué la llamaban "la demente"?

Ella suspiró profundamente, entrelazando las manos sobre su regazo como si intentara sostenerse de algo en un recuerdo tormentoso.

—Era una época diferente. Mary siempre tuvo una sensibilidad especial... veía cosas, escuchaba cosas que los demás no podían entender. Algunos decían que estaba maldita, que era capaz de comunicarse con el más allá. —Se detuvo, mirando hacia un punto invisible, atrapada en el pasado—. Mi madre solía decir que Mary tenía una conexión con "algo" y que esa conexión le costó la paz.

Las palabras resonaban en mi mente, cada una de ellas encajando con mis propias experiencias de los últimos días. No podía ignorarlo: él me había llamado Mary. Y aunque no entendía cómo ni por qué, algo me decía que esa historia estaba ligada a mí de una forma inexplicable, profunda y perturbadora.

—¿Ella hablaba de esas... visiones? —pregunté, sintiendo un miedo que me erizaba la piel, aunque sin poder detenerme.

Mi abuela asintió, y en su mirada pude ver un destello de compasión y tristeza.

—Sí, hablaba de una entidad, de voces que le susurraban cosas horribles... y otras veces cosas hermosas, como si hubiera dos mundos a su alrededor peleando por ella. —Se llevó la mano al pecho—. Mi madre intentó ayudarla, pero... Mary terminó creyendo que ya no pertenecía a este mundo.

Me observó por un instante y luego se marchó a su habitación.

Escuché el sonido de cajones de madera abriéndose y cerrándose. Tranquilamente, volvió a ponerse frente a mí, pero esta vez con algo entre las manos. Un cofre pequeño de madera, con un aroma exquisito que hacía evidente que tenía muchos años, fue depositado sobre la mesita de té.

—Ahora que recuerdo a mi tía, quizás te pareces un poco a ella —me observaba de arriba a abajo mientras una melancólica sonrisa se asomaba en sus labios—. Lo cierto es que no la recuerdo perfectamente porque era pequeña cuando se fue... Anda, ábrelo, querida. Este cofre le pertenecía a ella, y mi mamá lo supo guardar.

Sujeté la caja de madera entre mis dedos, y al sentir el contacto entre mis yemas, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sacudí la cabeza, me tranquilicé y solté el seguro de metal que tenía.

Al abrirlo, un aire de nostalgia pareció envolverme. Dentro, había cartas con la frase "para mi querida hermana" en cada papel; en un costado, un lazo de seda verde como el del collar que encontré en mi puerta. Una pequeña muñeca de tela parecía olvidada, y debajo de ella, una hoja amarillenta se escondía.

En el momento en que mis ojos se clavaron en la hoja, fue como si todo diera vueltas. Instintivamente, aparté la muñeca y atraje el papel. Al abrirlo, reconocí el versículo que había encontrado y leído en mi sueño. Una punzada en el pecho me recorrió, inundándome de una fuerte angustia.

—¿Estás bien, querida? —preguntó mi abuela, colocando su mano sobre la mía.

—¿Abuela, qué es este papel? —interrogué, aunque la respuesta parecía evidente.

—Es un versículo de la Biblia. Este papel fue el que encontraron junto a mi tía cuando decidió ahorcarse. Siempre me pareció un poco inadecuado tenerlo, ya que no es una carta en sí, pero mi madre se negó a dejarlo.

Sentía que todo se venía abajo, que estaba enloqueciendo. No podía entender absolutamente nada. ¿Cómo era esto posible?

¿Acaso mis sueños eran visiones de algo que realmente sucedió?

Arrástrame al infierno©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora