XIV. Evan

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ADVERTENCIA DE CONTENIDO: acoso sexual.


Es hora de que te devuelva el favor.  

La observé, sorprendido. ¿De veras Anya estaba dispuesta a acompañarme? ¿A ayudarme? Por un momento, sentí la distancia entre nosotros volverse más estrecha y no pude evitar sentir una punzada de esperanza crecer en mi interior.

—Así que es cierto que te irás— dijo una voz a mis espaldas.

La princesa Elena se encontraba a la mitad del pasillo, su largo cabello escarlata caía en elegantes bucles sobre su vestido color crema y estaba, por primera vez desde que la había conocido, completamente sola.

—Lo siento, alteza, es un asunto de la Corona...

—Yo soy la Corona— me interrumpió la princesa Elena y rompió la distancia entre los dos antes de tomar mi mano.— Y quiero que te quedes conmigo.

Abrí mucho los ojos, sorprendido.

—Yo...

—Alteza, nadie más que Evan puede cumplir con esta misión— ésta vez fue Anya quien me interrumpió y de pronto la mano de Elena entrelazada con la mía se sintió fuera de lugar— es por eso que tu padre ha decidido enviarlo.

—Pero enviarlo me dejaría desprotegida— descartó la princesa, quien alzó una mano a mi rostro para acariciarlo con suavidad.

Elena era aún más hermosa de cerca, era imposible no notarlo, pero su cercanía no se sentía correcta y su atención sobre mí era tan inesperada como abrasante. Me sentía anclado al suelo mientras se acercaba más y más a mí.

—Khal tomará su lugar, alteza, es el mejor soldado del palacio después de mí— le aseguró Anya a mis espaldas, pero la princesa la ignoró.

—No quiero al mejor soldado del palacio, quiero al mejor soldado de la nación— contestó con su mirada fija en mi rostro y deslizó sus brazos por mi cuello.— Solo un Clypeus puede darme lo que yo quiero.

Ahí estaba de nuevo. La forma en que la gente pronunciaba nuestro nombre. La había oído tantas veces antes que casi podía percibirla en la mirada de la gente. Había perdido la cuenta de las veces que mujeres y hombres adinerados se habían acercado a mí con toda clase de propuestas y promesas. No les importaba mi edad, ni mis gustos, ni mi opinión: solo les importaba mi apellido. Lo que tenerme a su lado representaría. En aquel entonces mi hermano se había impuesto entre ellos y  me había apartado de las manos codiciosas y las palabras engañosas. Ahora estaba solo y ni siquiera él podría haber descartado la voluntad de la princesa Ventum.

—Ven aquí, Anya— la llamó la princesa y el tono de su voz adquirió una intención que no indicaba nada bueno.— Es una orden, soldado.

Las pisadas de Anya sobre la alfombra fueron casi imperceptibles.

—Si, alteza— contestó la chica y se detuvo a mi lado.

—¿Sabes sobre la misión de mi padre?— preguntó la princesa y sentí sus dedos enredarse en mi cabello. Estaba parada tan cerca de mí que podía sentir el roce de sus caderas contra las mías, las puntas de sus pies contra mis botas.

Anya asintió con la mirada al frente.

—Tengo órdenes de acompañar a Evan— contestó, lo cual era una verdad a medias.

—Entonces, ¿Lo cuidarás para mí?— preguntó y, aunque el rostro de Anya no delató emoción alguna, sentí las plumas de sus alas erizarse contra las mías.— Tengo planes para él cuando me lo devuelvas.

Los Olvidados | Los 12 Colosos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora