III. Evan

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Hacía ya un mes que mi familia y yo habíamos abandonado el Instituto Clypeus para vivir en el Palacio Real a pedido del rey y, desde ese momento, no había tenido un solo minuto para respirar.

Por las mañanas tanto mis hermanos como yo éramos obligados a asistir a los entrenamientos, en los cuales hacían que mis hermanos más pequeños pelearan contra los soldados del rey mientras los supervisaba. Aquello podía ser increíblemente desafiante para los novatos pero, para mi familia, no era más que una pérdida de tiempo.

La única forma en que un Clypeus podía mejorar su entrenamiento, era peleando contra otro Clypeus. Es decir, alguien que podría igualarlo en su nivel de pelea. Los únicos que eran lo suficientemente aptos como para tener una pelea aceptable contra nosotros eran nuestros propios Paladines ya que éstos habían sido entrenados por nosotros mismos y conocían nuestros patrones de movimiento y técnicas especiales.

El problema era que no podía decirle aquello al rey por dos motivos: en primer lugar, porque como su súbdito estaba obligado a obedecerle y en segundo lugar, porque sonaba realmente arrogante. Ya nos odiaban lo suficiente en aquel lugar, lo último que necesitaba era que agregaran "engreídos" a la lista.

Por suerte, mis hermanos no parecían aburridos por el momento. Mikarah se divertía tumbando a personas que triplicaban su tamaño, Heda disfrutaba presumiendo su talento frente a las demás chicas de la sala (y, aunque lo negara ante las burlas de Keith, intentando coquetear con algunas de ellas) y Hunter simplemente amaba decirle a los demás qué hacer y hacerlos quedar como idiotas. Quizás había adquirido aquel rasgo de Pyra quien, junto a su hermano, a veces también era arrastrada a los entrenamientos sin que pudieran hacer nada para evitarlo.

El Rey Jonah nos había invitado a vivir en su palacio por dos razones: la primera se debía a que, tal y como había supuesto en el Instituto, el líder de los Ventum tenía planeado involucrar de una forma u otra a mi familia en la guerra que Freya Arellana había iniciado al tomar el Clan Caelesti. La segunda razón se debía a mi madre y su despacho lleno de secretos. Algo me decía que ambas estaban relacionadas de alguna forma u otra pero, por el momento, no podía estar seguro de ello.

Por las tardes mis hermanos eran libres de vagar por el palacio y hacer amigos pero Pyra, Keith y yo éramos arrastrados hacia la Sala de Guerra donde el Rey y su Consejo realizaban reuniones diarias para discutir las novedades. Éstos habían enviado cartas a todas las personas importantes del mundo para evaluar su posición frente a la guerra que se había desatado en la nación Vitae.

En cualquier otra instancia, todos hubieran mirado hacia otro lado y lo hubieran tomado como una disputa territorial que no les incumbía, como habían hecho con la guerra entre los Ánima y los Caelesti durante años.

Pero esta situación era diferente: se trataba de Freya Arellana, la Emperatriz Coelum que no había salido nunca de su territorio, que había mantenido sus puertas cerradas para todos los extranjeros sin que nadie en todo Gadora pudiera saber qué era lo que estaba sucediendo allí dentro. Aquello le incumbía a todos porque, de terminar mal parados, aquella guerra podría terminar jugando en su contra.

A medida que pasaban los días y las cartas con sus respuestas comenzaban a llegar, comencé a comprender que todo Gadora estaba con los ojos puestos en la Emperatriz, a la espera de su próximo movimiento.

Por lo poco que se sabía, ésta se encontraba aún en el Clan Caelesti pero, al igual que como había hecho con su propio imperio, la Emperatriz había cerrado todo tipo de acceso al Clan y no aceptaba cartas o visitas del exterior. Tampoco habían noticias del Filis Caput Tadheo Caelesti, ni tampoco de su hija, la Heredis Illeana Caelesti.

Grundy Podhae estaba convencido de que ambos habían muerto. Según él, los Caelesti eran guerreros por naturaleza y no abandonarían ni cederían su hogar sin luchar hasta el final. Calilah Podhae aún conservaba la esperanza de que su amiga de Vitae siguiera viva con un optimismo que resultó bastante contagioso, porque nuevas opciones comenzaron a ser evaluadas en el Consejo.

Los Olvidados | Los 12 Colosos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora