XXIV: Felix

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Cuando Ecko rugió y una llamarada emergió de su boca, todos retrocedimos excepto Azrael, que parecía estar sumido en un trance mientras la observaba.

—¡Es hora de irnos!— le grité y corrí hacia él para alejarlo de las llamas.

Lo tomé de la muñeca y tiré de él para apartarlo, pero me costó más de lo que hubiera esperado. El chico no apartó la mirada de su hermana aunque ésta ahora se encontrara disipada por las llamas que se habían materializado entre los dos creando una pared de fuego imposible de atravesar.

Usando todo el uso de mi fuerza lo arrastré conmigo y seguí a Tanya y Viktor a través de los palillos del pueblo que ellos definitivamente conocían mejor que yo.

Rápidamente pude oír unas pisadas más pesadas detrás de nosotros y supe que Ecko nos seguía, aún en su forma de dragón. No sería fácil pasar desapercibidos de esa manera. Pero no quedaba opción, las llamas solo detendrían a la hermana de Azrael y su ejército por un tiempo.

Paramos a descansar en una vieja posada ubicada en uno de los callejones. El interior lucía casi abandonado y Tanya colocó sus manos casualmente sobre las pistolas en su cintura cuando las miradas de unos hombres tomando cerveza junto a la barra se posaron sobre ella.

—Iré a buscar a Ecko— avisó Viktor y desapareció en la entrada antes de que nadie pudiera decir algo. Azrael dio un paso al frente y pagó por dos habitaciones.

—Toma. Descansen. Mañana hablaremos sobre lo sucedido el día de hoy— indicó Azrael y le entregó un juego de llaves a Tanya, la cual lo miró .

—¿Es verdad lo que dijo?— había algo en su mirada. Una mezcla de miedo y admiración.— ¿Eres el Rey de los Mortem?

—Lo hablaremos mañana— repitió, sus palabras duras y me recordó al Azrael que había conocido en aquel entonces. Cuando sus ojos oscuros de dirigieron hacia mi, mi corazón dió un salto en mi interior.— Ven conmigo.

Mis pies se movieron para seguirlo sin que pudiera detenerlos. Era inútil, nada en mí funcionaba correctamente cuando de Azrael se trataba.

Él no habló hasta que la puerta estuvo cerrada detrás de mi.

—Sabes quién soy— dijo. Estaba de espaldas a mi, su mirada fija en la ventana.— Siempre lo supiste.

—Si— contesté con franqueza, no tenía sentido mentirle ahora.

—¿Por qué mentirme?— preguntó y cuando se volteó para mirarme, sus ojos negros estuvieron llenos de dudas.— ¿Por qué no enterarme a Melanya? Serías millonario ahora mismo.

—No me importa el dinero.

—Te hubieran dado títulos, honores, incluso un lugar en el palacio...

—Te necesito para algo más.

Azrael se detuvo en seco y el aire en la habitación pareció cambiar por completo.

—Planeaste todo esto, ¿No? Absolutamente todo.

Asentí.

—Tengo que encontrarlos a todos.

—¿Quienes?

—A todos los que son como nosotros. Como Ecko. Los Portadores de la energía de los Colosos.

—¿Por qué?— preguntó Azrael.

Enmudecí. Era demasiado, no podía contarle toda la verdad. Contarle la verdad sería decirle el objetivo final, el destino que mi madre había establecido para todos ellos. Me odiarías si te lo dijera.

Los Olvidados | Los 12 Colosos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora