XXII: Evan

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Cuando el Templo Naeniam apareció en nuestro campo de visión, intenté pensar en qué haría mi hermano. Solía evocar su imagen en momentos de estrés, bastaba con preguntarme qué haría Hosiel en una situación cómo está para ayudarme a ordenar las ideas en mi cerebro cuando este no parecía estar dispuesto a cooperar.

Mi hermano había nacido para ser el diamante de la familia. El primer hijo, el prodigioso, el perfecto. Nunca se equivocaba en nada, nunca hacía que alguien pasara un mal momento, siempre sabía qué hacer, qué responder. Hasta mi madre tenía tiempo para él, cuando nosotros para ella podríamos haber sido un objeto más en el mobiliario de la mansión.

Nunca había podido admitirlo abiertamente pero una parte de mí siempre había resentido el vínculo entre los dos, algo que tenían que parecía completamente ajeno al resto de la familia. Quizás es por eso quecuando extrañaba, solo pensaba en Hosiel. Era una cosa horrible de admitir: que no extrañaba a mi propia madre, pero era cierto. Otro de los motivos por los cuales nunca podría ser como mi hermano.

—¿Qué piensas?— Keith voló hasta llegar a mi lado, sus alas negras eran más pequeñas que las mías, pero aun así eran increíblemente impactantes bajo el rayo del sol.

—¿Crees que estamos haciendo lo correcto?— pregunté con la mirada perdida en el templo en la distancia.

—¿Ahora lo dices? ¿Es algo tarde como para arrepentirse no?— se rió Keith, aunque su risa murió al ver que yo no lo hacía— Oye, no te preocupes. Estamos juntos en esto.

Descendimos para alcanzar al resto del grupo, tendríamos que hacer todo el resto del camino a pie para evitar que nos vieran en la distancia. Un frondoso bosque nos separaba de los terrenos del Templo y, a pie, la distancia parecía haberse alargado.

Estaba comenzando a anochecer cuando finalmente divísanos el final del bosque y la muralla del templo a unos metros de distancia.

—Creo que debería decirles la verdad— la voz de Fridha a nuestras espaldas nos hizo sobresaltar— quizás no estaba siendo del todo honesta cuando hablé sobre mi ocupación.

El sonido de las espadas siendo desenvainadas no tardó en inundar el silencio y en un instante todos estuvimos armados, nuestros filos apuntando directamente hacia la desconocida.

—Diría que estoy sorprendido pero de hecho es todo lo contrario— admitió Keith.

—Ni siquiera sé por qué lo intentamos— se quejó Calilah.

—Soy una Monje Naeniam— explicó Fridha y alzó una manga para mostrar la cicatriz en su carne: un libro atravesado por una espada, el símbolo de los Naeniam— los he guiado hasta aquí porque creo que podrían ayudarme.

—¿Ayudarte?— repitió Pyra y miró a Anya— creí que la conocías.

—Algo así— contestó la muchacha y se cruzó de brazos con algo de recelo.— Lo entenderán todo más adelante, pero tenemos que seguirla.

—¿Qué?— contestó Keith, estupefacto— ¿Crees que te haremos caso después de esto? ¿Cómo sabemos que no nos estás llevando a una trampa?

—Porque yo era una amiga cercana su madre— contestó Fridha mirándome fijamente— y puedo demostrarlo.

—¿Mi madre?— contesté.— ¿Qué tiene que ver mi madre con los Naeniam?

—Antes de huir y casarse con su padre, ella vivió aquí. Ella era una de nosotros. Lo fue durante...

—No, nunca he visto el tatuaje Naeniam en ella, estás mintiendo— la interrumpí.

La mujer suspiró y fui consciente de que comenzaba a perder la paciencia.

—Puedo mostrarles la verdad, pero para eso deben seguirme.

Y con esas palabras, la Naeniam dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia el Templo con resolución.

Intercambié una mirada rápida con mi grupo.

—Llegamos hasta aquí, ¿No?— decretó Grundy— creo que no podemos rendirnos ahora, diga la verdad o no.

Pyra asintió.

—Ya no hay marcha atrás.

—Bien, Naeniam, llévanos contigo.— Decreté y me acerqué hasta que mi rostro estuvo a un suspiro del suyo— pero lo advierto: si le haces algo a cualquiera de mis amigos, no me hago responsable de lo que haré contigo.

Los Olvidados | Los 12 Colosos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora