XXVI: Evan

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entran al templo, descubren sobre la madre de evan siendo naeniam, descubren la historia de su madre y su misión (sin spoilear felix todavía) deciden dejar ventum y viajar a la nación vitae

Desde que podía recordarla, mi madre siempre se había dedicado a su trabajo. Nosotros para ella éramos, más que sus hijos, el bien para un fin mucho más grande: nuestro legado como Clypeus, como guerreros legendarios. Para ella siempre habíamos sido soldados que entrenar, un poco más que seres pensantes que podrían necesitar algo más de ella que palabras duras y exigencia.

Nuestro padre siempre había sido un ente cuya existencia se revolvía alrededor de ella y, por ende, aún menos impactante en nuestras vidas. Al menos nuestra madre esperaba algo de nosotros. Para él éramos poco más que una inconveniencia. Bocas que alimentar. Cuerpos moviéndose por la casa que le impedían acaparar todo el tiempo de su madre.

Quizás Hosiel había sido la excepción a todo eso.

El primer hijo, el hijo perfecto. Lo había resentido por mucho tiempo, quizás aún lo hacía solo que con un poco más de culpabilidad por lo que había hecho. Jamás podría admitirlo frente a mis hermanos: Heda y Mikarah se sentirían decepcionadas y Hunter definitivamente no volvería a dirigirme la palabra.

Me encontraba pensando en Hosiel a medida que seguíamos a Fridha a través de los pasillos del Templo. ¿Cuántas veces había recorrido aquel lugar con mi madre? ¿Cuántos secretos habían ocultado para nosotros?

Fridha se detuvo de golpe frente a una puerta y apoyó una mano sobre la superficie de la madera antes de mirarme. Una profunda seriedad inundó sus ojos y, detrás de ellos, algo más.

—Cuando nos creó, Freya Arellana nos hizo quemar todos los pergaminos y libros que mencionaran algo sobre nuestro oscuro pasado, pero tu madre guardó en esta habitación una copia de cada uno. Son los únicos que quedan en toda Gadora y aquí encontrarás no solo tus respuestas, pero también las respuestas de toda nuestra historia. Ven a mí cuando termines.

—¿Freya Arellana?— preguntó Anya, confundida.—¿A qué te refieres?

La mujer simplemente me miró.

—Él responderá a esas preguntas más tarde.

La mujer me entregó una llave de plata que terminaba en forma de pluma blanca. Era delicada, pero se notaba que había sido demasiado utilizada a lo largo de los años puesto a que sus bordes estaban desgastados por el tiempo.

Mire al grupo que me había seguido hasta allí y suspiré lentamente.

—Iré solo— decidí. Anya dio un paso adelante, pero Keith la detuvo y Pyra me regaló una mirada de comprensión.

—Te esperaremos— me aseguró la Paladin.

Con un suspiro, coloque la llave en la cerradura y entré.

Se parecía muchísimo a la oficina de mi madre en el palacio del Rey, solo que los muebles y libros que inundaban la habitación eran mucho, mucho más antiguos. Una estantería abarcaba cientos de decentas de pergaminos enrollados que estaban cubiertos de telas de araña y semi-consumidos por termitas o polillas. Era de los Colosos, Era de los Primeros, Era de los Antiguos, Era de los Hechiceros, Era de los Naeniam, La Larga Paz. Fridha había mencionado que esos libros habían sido destruido por los Naeniam

El olor a humedad que alcanzó mis poros me obligó a dirigirme a la única ventana de la habitación y abrirla para poder respirar. La primera bocanada de aire fresco fue como una caricia en mi rostro, un momento para poder recuperarme y ganar fuerzas ante lo que estaba por hacer.

Los Olvidados | Los 12 Colosos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora