XXI. Illeana

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—Venganza— repetí y lo observé seriamente— ¿Por qué quieres vengarte de tu padre?

El muchacho apretó los labios y, por un instante, divisé inseguridad en él.

—Si te muestro algo, ¿Aceptarás?

Fruncí el ceño.

—¿Qué?

—Puedo mostrarte por qué quiero vengarme de mi padre, pero si lo hago debes aceptar.

—¿Qué clase de trato es ese?— bramé, indignada— ¿Se supone que debo confiar en ti, así como así?

—Una vez que sepas mis motivos, tendrás una ventaja sobre mí, ese es tu beneficio— murmuró el chico y se volteó, dándome la espalda.— El mío será tu ayuda en mi plan de venganza.

Bufé, fastidiada. Esa conversación no llegaría a ningún lado y, debía admitirlo, en el fondo, sentía cierta curiosidad.

—Bien, acepto— contesté finalmente y Nebris dejó caer la cabeza hacia adelante, como si mis palabras lo hubieran golpeado.

—Tenemos un trato, entonces— murmuró el chico y, sin darme tiempo a moverme o reaccionar, se quitó la camiseta negra dejando su espalda al descubierto.

Contuve una respiración ahogada. Cientos de cortes y cicatrices cubrían toda la extensión de su espalda desde sus hombros hasta su cintura. Eran tantas que era imposible contarlas y algunas se superponían haciendo que fuera casi imposible encontrar algún trozo de piel sana a lo largo de su cuerpo.

—Tu padre te hizo eso, ¿Por eso quieres vengarte de él? Suena aburrido— contesté, aburrida.

El chico se volteó y, de alguna manera, sus ojos encontraron el punto exacto en el cual estaban los míos , lo cual hizo que sintiera que me estaba mirando de veras y eso envió un escalofrío a través de todo mi cuerpo.

—Mi padre no me hizo esto, fue mi madre— contestó Nebris, su rostro tan sobrio como la pintura sobre sus ojos— o mi madrastra, mejor dicho. Nunca conocí a mi verdadera mamá.

—¿Eres un bastardo?— pregunté y aquella información si fue interesante. Nebris no había mentido al decir que tendría una ventaja sobre él.

—No solo eso, soy parte Noctis.

—¿El reino Noctis?— había oído toda clase de cosas sobre aquel lugar, una más aterradora que la otra y, observando a Nebris, era casi evidente que proviniera de allí.

—Mi padre trajo a una mujer de allí y la embarazó para tenerme. Luego de eso la mató y me crió como si fuera el hijo de mi madrastra. Nadie más en el pueblo sabe esto, ni siquiera Valens.

—¿Y por qué me lo cuentas a mi?

—Ya te lo dije, es la forma en que nuestro trato va a funcionar. Tienes mi secreto y, a cambio, sigues mi plan. Los dos ganamos.

—¿Por qué siento qué hay cosas que no me dices?— pregunté con desconfianza.

Nebris sonrió suavemente y se sentó frente a mí. La piel de su pecho y abdomen, a diferencia de la de su espalda, se encontraba inmaculada. Ni siquiera tenía cicatrices de batallas, nada más había podido alcanzarlo.

Los Olvidados | Los 12 Colosos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora