#17

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Llegó el día de mi cumpleaños y no estaba para nada emocionada. Era un día normal para mi; tenía que ir al trabajo, tomar fotos como una puta loca y luego ir a casa. Lo único diferente que me daba esperanza en este día, era que iba a pasarlo con Diamond. Tienes que llevar algo para vestirte, ¿recuerdas? Cierto, casi lo olvidaba. Busqué el vestido que más me gustaba de color negro y con detalles dorados en los tirantes junto con unos tacones del mismo color. Guardé un poco de maquillaje en una bolsa por si era necesario.

Puse todo en mi bolsa y salí de mi departamento. El día de hoy, había decidido ir un poco más temprano a mi trabajo para comprarme un café en la misma cafetería que había ido con Michele. A ver si me tocaba la misma señorita del mostrador, y para mi suerte, si estaba.

Pedí mi café decidida a tomarmelo ahí mismo, en una de las mesas que estaba dentro del local. Saqué mi celular para checar todas mis redes sociales, en lo que mi hora de entrar llegaba, pero una voz interrumpió mi propósito. Era la señorita del mostrador que le había dado su número a Michele con un ramo de flores en su mano.

-Disculpa. - dijo molesta. - El hombre de allá afuera te manda esto. - me tendió las flores de mala gana. ¿Celos, perra? Miré por la ventana, para ver quién me había regalado semejante arreglo, y vi a Michele con un cigarro en su boca, mirándome expectante. Tomé mis cosas riendo y salí para encontrarme con él, quien tenía una sonrisa en su boca.

-Gran forma de darme las flores. - dije riendo, burlándome de la pobre señorita que nos estaba mirando feo. Me abrazó por la cintura riendo y pude oler el olor a cigarro ya su loción. Eran una buena combinación de olores.. - Gracias, son hermosas. - dije refiriendome a las flores.

-Tenían que tener un toque especial. - se burló conmigo. - Que bueno que te gustaron. - besó mi mejilla suavemente haciéndome sonreír y sonrojar. - Feliz cumpleaños

Caminamos juntos a paso lento a la oficina, platicando y riendo de cosas sin sentido.

-¿Qué harás para festejar? - me preguntó curioso.

-Iré a casa de Diamond. ¿Tú que harás en la noche? - pregunté.

-Me invitaron a una fiesta. - dijo desinteresado.

-El popular, te dicen. - reí burlándome de su desinterés por la fiesta. Él soltó una carcajada profunda.

-Todos quieren mi presencia en sus fiestas, lo sé. - bromeó con aire engreído. Rodeé los ojos y reímos fuertemente.

Entramos al edificio y Diamond nos recibió con un pastle que decía "feliz cumpleaños Cameron" con letras rojas. Todos los que estaban gritaron fuertemente "feliz cumpleaños" al unísono Sonreí a todos, diciéndoles gracias y Diamond se acercó con el pastel que tenía las velas prendidas.

-Pide un deseo. - emocionada, acercó el pastel a mi altura para que pudiera soplar las velas. No creía en eso, así que simplemente las soplé con fuerza para que todas se apagaran con una sonrisa inmensa en mi boca. Todos aplaudieron y empezaron a gritar "mordida" varias veces. Esta era la parte buena. Pusieron el pastel en el escritorio de Diamond y acerqué mi cabeza, esperando a sentir el empujón que iba a provocar que toda mi cara quedara llena de pastel. Y así fue. Michele me empujó directo sobre el pastel, haciendo que el betún manchara mi pelo. Todos reímos a carcajadas. Miré a Michele, quién tenía una sonrisa satisfecha en su rostro, con una sonrisa malévola. Me acerqué a él precavida, con miedo de que fuera a huir, pero para mi sorpresa no lo hizo. Puse mis manos en sus mejillas y me acerqué para fingir que le iba a dar un beso, pero pegué mi mejilla a la suya, embarrando todo el pastel en su cara. Se escucharon carcajadas, ovaciones y hasta un "¡Así se hace Cameron!" El rio negando la cabeza y yo sonreí triunfal. Poco a poco, todos se fueron a sus lugares de trabajo, dejándonos a Michele y a mí en el escritorio de Diamond, que por cierto estaba vacío.

-Te tocan dos castigos por ser mala. - susurró con sonrisa malvada.

-Estaré esperando con ansias, papi - dije con voz sensual. Con mi dedo índice, tomé un poco de betún de su cara y lo metí a mi boca, suave y lento, con un intento de provocarlo. Él miró mi dedo y se puso serio. Volteó a los lados, para ver si alguien lo estaba viendo, y metió el mismo dedo que yo había lamido a su boca, mirándome fijamente.

-Vamos a mi oficina a limpiarnos. - dijo serio. ¿Qué estaba tramando?

El elevador llegó y dejó que yo entrara primero. Al ver mi cara llena de pastel, comenzó a reír fuertemente.

-¿De que te ríes, tonto? - intenté decir lo más seria que pude, pero no pude. Reí con él a carcajadas. Una vez que nos calmamos, me empezó a dar hipo, así que cada vez que hablaba, era interrumpida por un hipo seguido por una risa de las dos partes.

En su oficina tenía un baño que el día de ayer no vi, era uno muy lujoso. Incluso tenía una regadera y un closet pequeño.

Prendí la llave del lavabo para enjuagar todo el betún que estaba en mi cara, y sentí unas manos en mi cadera, mientras que algo se pegó a mi culo. Con que esto estaba tramando. Haciéndolo ver como un accidente, moví mi cadera como si estuviera perreando mientras escuchaba un gruñido de su parte. Ahora fue su turno de quitarse el betún de la cara, pero él no se tardó ya que había sido poco el betún que le había podido embarrar.

Cuando Michele volteó a verme, fingí que la agujeta de mi zapato se había desamarrado, dándole una vista perfecta de mi culo. Eso mamona. Aplaudió mi inconsciente. Pero sus intenciones eran otras a parte de mirar. Tomó mi pelo con una mano y lo jalo pegando mi espalda con su pecho y con la otra tomó mi cuello apretándolo suavemente haciéndome gemir suavemente. La mano que estaba en mi pelo, fue a parar a mi abdomen, haciendo suaves trazos en esa área, después fue bajando lentamente a la entrada de mi pantalón. Pero ahí se detuvo. Mi respiración estaba agitada. ¿Por qué paró ahí?

-No juegues así conmigo baby girl - susurró en mi oído provocando un escalofrío en todo mi cuerpo. Dicho esto, salió de la oficina como si nada hubiera pasado, dejando la puerta abierta a sus espaldas para que yo saliera. Me quedé perpleja, parada como idiota y con el corazón latiendo demasiado rápido. 

I See Red - Michele MorroneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora