14| El color de sus ojos

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Cuando la llevó de nuevo al restaurante, Kriss temió soltarse de su brazo creyendo que en cualquier momento iba a desaparecer. Se aferró a él como si se le fuera a escurrir por entre los dedos, como si al parpadear, se esfumara frente a sus ojos. Noha pareció notarlo, porque le sonrió intentando tranquilizarla, y por Dios que si era guapo, con ese gesto hizo que las piernas le fallaran.

-Disfruta tu noche, no iré a ningún lado.

Lo miró a los ojos, y sus pulmones tuvieron que recordarle cómo se hacía para respirar.

-Yo...-no tenía palabras.

Él colocó la mano tiernamente en su mejilla sin dejar de sonreír.

-No iré a ningún sitio. Márcame cuando termines, ¿de acuerdo?

Asintió, porque por más que quisiera desaparecer con él, tenía una fiesta que celebrar. Noha desapareció entre la gente y Cristina tuvo que consolarse internamente para volver a colocar una sonrisa en su rostro y seguir con la noche.

Cerca de la una de la madrugada Rubí desapareció con su jefe y esa no fue ninguna novedad para la rubia. Hasta cierto punto lo tenía esperado. Mientras seguía disfrutando de la hermosa noche después de su desaparición, en alguna que otra ocasión se encontró a Noha charlando con hombres importantes o siendo entrevistado por los que buscaban ponerlo en primera plana.

¿Noha Volkov?

¿Dean Byrne?

¿Quién era realmente?

¿Qué escondía?

Su cabeza trabajó en encontrar respuestas mientras seguía saludando a la gente y conviviendo con ellos. Se sentía en las nubes, flotando en su paraíso personal. Charló hasta que comenzaron a retirarse y para las dos de la madrugada el lugar quedó vacío.

Noha permaneció detrás de ella, con las manos en los bolsillos y el rostro sereno, mientras Kriss se dedicaba a cerrar el lugar. Tenía las facciones de alguien que llevaba la situación en la mano, de alguien que veía muy normal todo aquello, y es que, a diferencia de las mil preguntas que atacaban a la mujer sobre él, Noha ya conocía mucho de Kriss. Tenía tiempo disfrutando de su apariencia, sabiendo donde trabajaba, qué hacía y dónde lo hacía, mientras ella, incluso tenía dudas sobre su nombre.

-¿Lista?-le preguntó con esa voz que sabía de memoria el tono que debía de usar para hacerla temblar.

Kriss tragó grueso mientras tomaba su bolso y asentía. Miró como él le tendía el brazo y ambos caminaron saliendo del lugar. Bajo la empalagante luz de la luna anduvieron como una pareja normal, de esas que se conocen en un café y pasan la vida yendo a cenar allí cada jueves por la noche.

Por más que Kriss quería hablar, soltar todo lo que la ahogaba, no pudo musitar palabra alguna. No sabía qué decirle, muchos menos qué preguntarle. Todo lo que creía conocer de él se derrumbó ante sus ojos, dejando escombros que solo conllevaban dudas.

El hombre la guió hasta un ostentoso auto negro que tenía pinta de costar lo que sus dos restaurantes juntos. Kriss levantó las cejas con incredulidad, y él, también en silencio, le abrió la puerta del copiloto esperando a que entrara.

Vaciló. No sabía lo que estaba haciendo, ni siquiera conocía del todo a ese hombre, aun cuando, una cierta parte de ella, lo deseara con cada fibra de su ser.

-Estás segura conmigo, Kriss-le dijo, como temiendo leer las emociones que desprendía su rostro.

Tragó grueso y entró. Noha la siguió y encendió el coche, andando ligeramente por la autopista con la madrugada colándose por los cristales.

El Juego de Noha |Juegos De Seducción I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora