27| Todas Las Mentiras Saben A Miel.

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Kriss bailó con sus primos, rio con su familia y anduvo saludando a los invitados hasta que, en uno de sus movimientos de torpeza, terminó calleándose al suelo con una copa de vino en la mano. Todo su vestido quedó manchado con el liquido rojo, y para su pesar, tenía que ser justamente aquella noche que no había empacado otra ropa.

La ayudaron a ponerse de pie y disculpándose se retiró a la casa.

Había muchísima gente rodeándola, bailando, charlando y comiendo. Llegó a pisar a alguna que otra en su huida, y tuvo que correr a la sala de estar para no recibir reclamos. Subió las escaleras mientras pensaba en la manera de limpiar la gran mancha en su vestido.

¡Por Dios, tenía que ser justo en ese! En el que Noha le había comprado y que, a decir verdad, la tenía fascinada.

Frunció el ceño mientras subía al cuarto de lavado para tomar un poco de jabón. Con él en la mano se dirigió a su habitación dispuesta a encerrarse en el baño hasta que se limpiara la mancha, pero todos sus planes se fueron al carajo cuando encontró a una mujer sentada en su cama, con las piernas cruzadas y el rostro pulido por el mismo diablo.

Era rubia, igual que ella, pero llevaba el cabello largo hasta la cadera. Era sensual, muy sexy, e iba vestida de negro, como si se hallara en un funeral.

Kriss, sin saber por qué, comenzó a temblar.

-¿Quién eres tú?-le cuestionó buscando con la mirada algo para defenderse.

Por alguna razón ella no le dió buena espina. Se veía como una de aquellas modelos que se volvían asesinas en las películas de terror.

-Irina Volkov, un placer conocerte finalmente, Kriss-le sonrió mientras se ponía de pie.

Tenía una voz profunda e hipnotizante, de esas que utilizan las sirenas para hundir barcos.

El alma de Cristina rechistó y toda su piel fue dominada por un cosquilleo que comenzó a hacerle trizas los sentidos.

¿Irina Volkov?

-¿Qué?-preguntó con un nudo en la garganta, y la sonrisa de la mujer, al ver su reacción, creció aun más.

Irina, con los labios rojos y sus piernas largas, se acercó a Kriss para mostrarle que era más alta que ella. La examinó de pies a cabeza: miró su cabello corto, sus delgadas piernas y la mancha que tenía en el vestido. Arrugó la nariz antes de hablar.

-La verdad es que sabía que el aborto lo había afectado, pero ignoraba que fuera tan grave como para meterse con alguien como tú-le habló delineando cada una de la palabras con la lengua.

El alma de Kriss se enfrió. La recorrió una helada de esas en las que sientes que con cualquier movimiento se te pueden caer los dedos de los pies. Un nudo se instaló en su estómago y otro en su garganta. Las lágrimas amenazaron con escaparse de sus ojos y tuvo que tragárselas para verse fuerte.

"Actúa como Rubí, toma su carácter" se dijo porque sabía que lo que se desataba ahí era una guerra.

-¿Quién diablos eres?-le escupió apretando los dientes.

No sabía quien era, ni de qué diablos hablaba, pero no la quería ahí.

Irina le sonrió con altanería y levantó la cabeza con gracia.

-Soy la esposa de Noha, y vengo a advertirte, niña, que donde te vuelva a ver cerca de él, voy a asesinarte con mis propias manos.

Y eso bastó para que todas sus esperanzas de jugar a ser fuerte se fueran al carajo, porque no podía fingir que estaba en una sola pieza cuando los trozos de su alma comenzaban a caer ante sus pies.

El Juego de Noha |Juegos De Seducción I|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora