Al ser abandonado por su pareja y de sufrir la muerte de sus padres, Park JiMin decide irse de su ciudad natal.
Luego de casi cinco años, se reencuentra con Min YoonGi, su esposo; que lleva tiempo buscándolo para enmendar su error. Pero JiMin tiene...
Los sucesos de esta historia transcurren en el siglo XX
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Fueron días incómodos, viviendo una comedia.
Nadie podía imaginar, lo que el joven pasaba viviendo en el hogar de YoonGi, que sólo reflejaba en sus ojos lo que sentía, pero que en cambio sus frases eran las más vacías y las más absurdas que se podían imaginar.
Todo seguía igual.
Por las noches el doncel preparaba la comida. La tenía lista cuando llegaba el pelinegro. Comían juntos. Hablaban de todo. A veces los dedos YoonGi iban hacia los suyos, pero antes de llegar se retiraban.
Otras veces, en aquellos silencios en la sala, que resultaban interminables e insoportables. Los encuentros en el pasillo, por la mañana. Las miradas que se cruzaban. Los silencios que eran más elocuentes que las palabras.
Y las noches que el menor pasaba fuera. Era como una agonía para el pálido. No hacía falta que lo dijera, se le veía en los cruces que marcaban su frente, cuando el peligris regresaba al amanecer. Siempre lo encontraba allí, sentado en la cocina, ante una taza de café frío que casi siempre estaba intacto.
Así pasaban los días.
Nunca se atrevía a preguntarse a sí mismo qué sentía por YoonGi, y dentro de aquel casi mudo hogar. Pero no hacía falta. En su alma no había rencor.
Pensando en todo aquello, se encontraba observando la lluvia que caía esa mañana en la gran Seúl.
Hacía un frío inmenso y llovía. No encontraría un taxi libre por los alrededores, estaba seguro. Miró a YounHa, quien estaba a su lado viendo por la ventana, la fuerte lluvia.
ㅡYo me voy a quedar. ㅡDijo la féminaㅡ. Nadie me espera.
La miró fijamente.
¿Sabía su compañera que a él lo esperaban?
No era posible. SeokJin no se lo dijo a nadie.
ㅡPuedes irte si quieres, JiMin. ㅡAñadió la joven retrocediendo hacia el interiorㅡ. Yo no atravieso la calle a esta hora y con este frío.
ㅡYo me voy. Hasta mañana, YounHa. ㅡSeguido, poniéndose encima un abrigo y una vez afuera abrió el paraguas.
Atravesó el sendero. Saliendo del recinto, vio un auto detenido allí.
¿YoonGi?
Sí, era YoonGi. Estaba sentado ante el volante.
El azabache, al ver aparecer a JiMin, abrió la portezuela. El de hebras platinas, sin decir nada, entró al vehículo.
ㅡNo tenías porqué venir. ㅡDijo en voz baja.
El pálido puso el auto en marcha.
ㅡ¿Sabes que tenemos dinero suficiente, verdad? No es necesario que trabajes hasta tan tarde.
¿Y JunHyuk?
¿Qué diría si supiera que allí dentro, entre aquellas paredes, estaba su hijo?
Un día tendría que decírselo. Faltaban dos meses… En ellos tenía que decidir el porvenir del pequeño, y ya estaba decidido.
Súbitamente, YoonGi deslizó su mano hacia las suyas. Aquellos largos y pálidos dedos envolvieron los suyos. Por primera vez, el doncel sintió la necesidad de aquella protección, tanto, que no fue capaz de retirar su mano.
Así llegaron a casa.
Así el azabache lo ayudó a descender del auto, protegiéndolo bajo el paraguas, y acompañándolo hasta el portal.
ㅡSubiré contigo. Te haré café. ㅡDijo el más alto con suavidad él. ㅡEstás helado.
Entrando, ambos en el ascensor.
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