Al ser abandonado por su pareja y de sufrir la muerte de sus padres, Park JiMin decide irse de su ciudad natal.
Luego de casi cinco años, se reencuentra con Min YoonGi, su esposo; que lleva tiempo buscándolo para enmendar su error. Pero JiMin tiene...
Los sucesos de esta historia transcurren en el siglo XX
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No tenía nada que decir. Nada que reprochar. Se sentía como si fuera el menor el culpable de aquella separación matrimonial.
Quisiera tener motivo para gritar, para huir de nuevo, para reprocharle todo lo que sufrió en aquella soledad de aquellos años. Pero, no. No podía. Porque YoonGi no daba motivos para ello.
El pelinegro recogió todo lo que estaba en la mesa.
ㅡFue una buena cena, ¿no crees? ¿Quieres ir a la sala a ver televisión? ¿O prefieres dormir ahora?
ㅡIr a la sala estaría bien.
ㅡVen, vamos.
Lo siguió hasta dicho lugar. Con un aire cohibido.
JiMin pensó que tendría que reñir con el pálido. Frenarlo, discutir.
Pero YoonGi parecía haber vivido con él toda la vida. Mejor aún que cuando se casaron, porque en aquella época el más bajo era muy joven, y el de ojos gatunos se desesperaba por vivir solo con su pareja.
ㅡSabes que... ㅡDijo el mayor, deteniendo sus pensamientos y encendiendo el televisorㅡ. Esta también es tu casa. Y si necesitas algo, me lo puedes decir. No tengo ningún problema. No tengo que repetirte que te amo. Tú ya sabes…
ㅡSí...
ㅡEs como conocernos de nuevo, ¿no es así? Ven a sentarte, JiMin... ¿Por cierto a qué hora te levantas mañana? ㅡDijo mientras dejaba salir aquella sonrisa que dejaba ver sus encías. Se derrumbó en un sofá, un poco alejado de el peligris.
ㅡA las siete.
El mayor quedó un poco pensativo.
ㅡEntonces deberías irte a la cama. Yo te llamaré por la mañana. Me levanto mucho más temprano.
El doncel se puso de pie y el de ojos felinos se levantó cortésmente.
ㅡNo te preocupes del reloj. Yo te avisaré.
ㅡGracias, YoonGi.
ㅡDe nada.
Iba a tocarlo, porque alargó el brazo. Pero había dado su palabra, debido a eso bajó el brazo.
ㅡHasta mañana, JiMin.
ㅡHasta mañana.
Se fue apresuradamente.
Estaba intranquilo.
De aquella soledad.
De la mirada del pálido.
De que todo pareciera tan natural, y no lo era. ¡No podía serlo!
No sabía si quería quedarse junto a YoonGi, o irse. Lo que sí sabía es que empezaba a nacer en él una inquietud.
Una vez en el cuarto, se dispuso a ponerse el pijama y acostarse.
Durmió mal aquella noche.
Tardó mucho en quedarse dormido y dio mil vueltas. A las siete menos cinco escuchó unos pequeños golpes en la puerta.
ㅡ¿Sí? ㅡDijo sobresaltado.
ㅡYa es hora, JiMin.
ㅡSí, sí. Ya voy.
ㅡTe espero en la cocina.
Salió de la cama, acomodando sus hebras grises, pasando sus dedos entre ellas. Se puso una bata, atando la prenda y con la ropa en la mano, se dirigió al baño. Tenía que atravesar el pasillo.
Fue cuando lo vio.
De pie, en una puerta. Una puerta cualquiera de la casa. Encontró sus ojos felinos.
El doncel apartó la mirada y se entró en el baño, quedando un poco jadeante, pegado a la madera de la puerta.
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