Capitulo 5.

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-¡Por favor!- suplicó mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas. Odiaba llorar y mostrar debilidad pero se encontraba asustada como la mierda, ese hombre no tenía ni una pizca de inofensivo, él parecía más, mucho más.

Las cuerdas que sostenían sus muñecas tras el espaldar de la silla no cedían, estaban cruelmente apretadas al igual que las de sus tobillos. Massimo se limitó a mirarla llorar mientras se servía un trago, el solo verla lo estresaba a otros niveles. Estaban en su casa a fueras de la ciudad, pocos conocían esa residencia. Nadie los interrumpiría. Un poco de culpabilidad atravesó sus pensamientos al verla amarrada como un animal a la silla, pero fue la única opción. Ella no había esperado a que el coche se detuviera cuando empezó a soltar golpes y patadas como si su vida dependiera de ello.

-¿Por qué me tiene aquí?-preguntó después de un breve silencio. Tenía derecho a saber porque ese hombre había montado todo ese espectáculo desde la madrugada.

-Me estorbas.- declaró el líder. Las crudas palabras la dejaron fría y con la respiración acelerada. Su voz era ronca, oscura y no tenía ningún rasgo de amabilidad en el rostro. –Isabel Martinez Herrera. Edad 22 años, Soltera, Hija única, Estudiante de ingeniería, Mexicana y proveniente de una familia de bajos recursos en los barrios más pobres. Una mujer que en su último semestre de carrera decide hacer un intercambio sin antes conocer fuera de su país. Qué mujer más estúpida ¿No crees?-preguntó entre dientes con voz fría. No tenía ganas de reírse. Observó como la mujer se apretaba deliberadamente sobre la silla mientras sus ojos se abrían rápidamente al escucharlo. Según la información que tenía, era una mujer inteligente para los ojos de muchos. Para él era una mujer sin chiste y bastante estúpida. No le sorprendería si hubiera utilizado sus atributos para tener esas notas y cartas de recomendación.

Massimo aventó un sobre al escritorio de manera violenta. Este se abrió revelando todo lo que se había logrado investigar de ella, sus expedientes médicos en México, sus certificados de estudio, acta de nacimiento, actividades extracurriculares, información de sus padres y más. Entre esos papeles se encontraban muchas fotos. En la mayoría solo estaba ella.

Isabel no dejaba de ver el escritorio, estaba aterrorizada mirando toda su vida en ese sobre. No podían creer toda la información que ese hombre tenía en su poder. Había contratado a un investigador privado. Por supuesto que sí.

Massimo se limitó a observarla, se veía asustada como la mierda, sus mejillas estaban húmedas por las lágrimas que no dejaban de caer, sus ojos café oscuro reflejaban el miedo latente, no estaba la mirada desafiante de horas atrás. Por un momento su posición le recordó a su madre, quiso acercarse a limpiar sus mejillas pero se contuvo. Esa mujer no era nada suyo, no tenía por qué sentir pena.

-¿Qué hará conmigo? ¿Me matara?- preguntó con el rostro contraído.

-Seré rápido. No dolerá. –mintió con maldad.

Era el mismo demonio. Un bastardo de mierda que iría directo con Hades cuando muriera. Su alma no tenía salvación, estaba perdido desde su nacimiento. Desde hacía años el asesinar a quienes se metían con los suyos era cosa fácil, pocas veces se manchaba las manos de sangre. Siempre estaban sus hombres que terminaban con el trabajo, pero esa situación era diferente. Esa mujer no había causado ningún daño a su hermana pero después de conocer sus raíces y su aspecto primitivo, no se arriesgaría a que manipulara la mente débil de Fiorella. Eso había sido razón suficiente para que él se encargara personalmente del asunto. No le divertía la situación pero necesitaba asustarla para que se largara esa misma noche del país.

-Nunca he asesinado a una mujer. -confesó el líder, mientras se levanta de su silla. A Isabel no le hizo nada de gracia escuchar eso. Sus palabras no daban garantía de nada. Massimo se acercó lo suficiente para incomodarla y cuando levantó una mano cerró sus ojos, esperando el golpe. Él tenía suficiente fuerza en una mano para noquearla. Él era enorme, grande y despiadado. Massimo gruñó, alejándose.-No voy a golpearte.

Peligrosa atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora