Capítulo 11.

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Hija de puta.

El recuerdo de minutos atrás empañaba cualquier pensamiento. Ella continuaba en su boca, su sabor dulce e inocente estaba presente como la propia sangre que corría por sus venas. El contacto con ella lo había puesto tan duro como si la hubiese follado. Isabel se veía pura e inocente, pero era más que eso, era picante y adictiva. Necesitaba follarla, esa mujer tenía algo, algo que lo llamaba, quería verla mareada de placer, que su dulce boca gimiera tanto su nombre hasta que estuviese ronca y su caliente cuerpo fuera sacudido por orgasmo tras orgasmo.

Massimo entre esa nube de deseo sonrió sínicamente al recordar como lo había corrido de su casa. El carácter de esa mujer no estaba en discusión, parecía estar lista en todo momento para sacar su endemoniado ser y mandarlo a la mierda. Ella terminó todo de una manera tan violenta que lo sorprendió, sus palabras fueron claras pero todo su cuerpo demostraba lo contrario. Lo había disfrutado. La fuerza con la que se había defendido demostraba que él era un enemigo más a vencer y no se equivocaba. La presencia de Isabel lograba sacarlo de sus casillas y la altivez que mostraba en cada discusión era insultante. Quería follarla una sola vez, porque la deseaba, después se encargaría de doblegar su orgullo y su fuerza, para finalmente destruirla por atreverse a desafiarlo de esa manera. Esa mujer se arrepentiría de todo y cuando acabara con ella, lograría tenerla en el frio y sucio suelo para recordarle mil veces cuál era su lugar. Era muy estúpida si creía que podía ganarle a él.

– Ella está empezando a importar. – sentencia su jefe de seguridad ante el silencio. La molestia en su voz capta la atención del líder al instante.

–Dante –advierte. Esa puta afirmación le había tocado al diablo que tenía adentro. No le gustaba que se metieran en sus asuntos personales. – ¡Es un grano en mi culo! No tiene importancia...

– ¿Quiere follarla, señor? –interrumpe con voz neutral. No era la primera ocasión que un líder perdiera la cabeza por una mujer. Massimo asiente incapaz de decir las palabras que se entrecruzan en su mente. –Bien, hágalo, folle a ese coño y luego nos encargaremos de desaparecerla.

–Es solo un puto coño. –sentencia con furia al imaginarse a alguien más tocándola. Él tenía derecho a sacarla del mapa. Nadie más.

Un silencio se instaló en el carro por un largo rato. Dante era más que un jefe de seguridad, tenía muchas más responsabilidades a su cargo y a pesar de eso no le había pasado desapercibido ese interés de su jefe por esa sencilla mujer. Era consciente de que todo líder tenía por obligación formar una familia y entrenar a los próximos herederos para el cargo. Sabía que Massimo no tenía eso en sus planes, permanecería sin compromisos hasta que llegara su muerte. Así lo había decidido. Pero estaba seguro que por el rumbo que estaba tomando esa situación entre él y la mujercita, era inevitable que se repitiera la misma situación de muchos años atrás y el final que tuvo no había sido justo para nadie. Esperaba que su jefe tomara una decisión correcta con respecto a la chica.

El vehículo se detuvo enfrente de un enorme edificio elegante situado en una de las mejores zonas de la ciudad. Un grupo de guardaespaldas siguieron a Massimo por la entrada mientras otros se quedaron vigilando la entrada principal y la salida de emergencia. Era muy tarde, faltaba poco para que amaneciera pero eso no era un impedimento para que él y sus hombres la pasaran bien.

Estaban en uno de los clubes favoritos de la famiglia. Drogas, alcohol, prostitutas, música alta. Un paraíso personal para todo hombre. Massimo sonrió era un lugar perfecto cuando necesitaba sacar toda su mierda. Una mesera en ropa interior con antifaz guía a los hombres hasta la zona exclusiva del lugar para atenderlos de la mejor manera.

Después de un rato en ese lugar, el líder ordena a sus hombres que escojan entre ellos a sus mujeres y se larguen a un privado. Entra en una de las habitaciones para terminarse el último trago de su botella mientras se limita a observar todo el lugar por el enorme vidrio polarizado de la habitación. Él sabe que no pueden verlo y eso hace más interesante la selección. No había nada nuevo esa noche, pero tenía que encontrar algo. Necesitaba un puto coño para olvidar la mierda que provocaba esa maldita mujer, una boca que pudiera chupar su polla al nivel de una campeona.

Peligrosa atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora