Capítulo 21.

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Todo había sido tan rápido, no lo vi venir, pero lo sentí. Un dolor como fuego caliente me atravesó cuando mi cuerpo se golpeó contra la ventana, está se convirtió en miles de pedazos de cristal que se encajaron en mis manos al tratar de cubrirme de ese impacto, todo empezó a dar vueltas en mi cabeza, mi vista estaba nublada por puntos blancos que me fue imposible mantener mis ojos abiertos por mucho tiempo. Mi último recuerdo es sentir como alguien jaló mi cuerpo fuera de la camioneta golpeándolo contra el duro suelo, el dolor me consumió y la oscuridad nuevamente me rodeo y por unos momentos desee no despertar jamás, si en ese momento acababan conmigo, no quería sentirlo.

Dios no podía ser tan cruel y permitir que abriese los ojos nuevamente pero parecía que lo era, no sabía que día u hora era, pero cuando desperté, todo a mi alrededor se sentía como si estuviera en un hospital, pero no era así, estaba en una habitación que no reconocía, sobre una cama arropada con sábanas negras y conectada a un suero por vía intravenosa. Escuchaba unos sollozos los cuales no reconocí, intente moverme pero solamente logre mover un brazo sintiendo una punzada de dolor debajo del vendaje.

– ¡Isabel! –un fuerte chillido me hizo reconocer la voz de Fiorella y luego apareció en mi campo de visión. –Lo siento tanto. –susurro dolida por mi situación, no debía lucir nada bien para cargar con esa cara, me abrazó por un buen rato estaba cansada para responderle pero no me moví. –Buscare a Lorenzo. –dijo desesperada corriendo a la puerta, un hombre no tardo en acercarse a revisarme, tenía toda la apariencia de un doctor.

No pasa mucho para que el médico me haga algunas rutinas para conocer mi estado, pasa la linterna por mis ojos, revisa mis manos que se encuentran un poco lastimadas, se asegura que mis brazos y piernas tengan movilidad y por ultimo revisa mi brazo, no aparto la mirada cuando descubre el vendaje, siento un mareo momentáneo por lo que mis ojos ven pero me tranquilizo porque así debe estar. Se encarga de limpiarla con un jabón y desinfectante  mientras me hace preguntas, todo al parecer está bien, pero tendré que quedarme por lo menos tres días más en cama para mantenerme en observación.

–Eso es todo señorita, en poco tiempo te sentirás como nueva. –dice amablemente esforzando una sonrisa, no está acostumbrado a atender de esta manera, si es el médico de la organización mi herida debe parecerle una broma de mal gusto. Termina de acomodar su equipo en su pequeño maletín, acondiciona la habitación de manera que pueda moverme cuando sea necesario, en la mesita de noche deja material de curaciones y algunos frascos con medicamento. –No tengo que trasladarte a un hospital, estaré estos días vigilando tus avances, Fiorella se encargara de cuidarte en sus tiempos libres y tienes a Dante de guardia en la entrada a tu completa disponibilidad, así que no tienes nada de qué preocuparte, estas en buenas manos.

No siento que valga la pena discutir con él, me limito en escuchar.

–Gracias.

–Las dejo a solas. –dice saliendo de la habitación.

Fiorella se acerca a donde estoy, se recuesta a un lado de la cama sin dejar de cuidar sus movimientos, no quiere lastimarme. No dice una sola palabra, escucho como llora en silencio pero no me siento capaz de decirle que deje de hacerlo, no me gusta verla sufrir de esa manera porque no es su culpa. En el fondo sabíamos que esto no tardaría en pasar y ahora que me encuentro en esta cama en espera de una recuperación pronta, solo quiero desaparecer de su vida.

Esa nueva rutina era cansada en todos los sentidos, mi avance con mis tareas era muy lento, tenía gente a mí cuidado las veinticuatro horas, estaba extremadamente vigilada al salir de la habitación para mis caminatas, como si temieran que cometiera alguna estupidez. No podía estar sola tanto tiempo como quisiera, parecía tener un ejército sobre mí. De alguna manera todo en ese lugar me recordaba a él, lo único relativamente bueno era que tenía a Fiorella y Katherina a mi lado, me ayudaban en lo que necesitaba, me daban espacio y comprendían mis pocas ganas de comunicarme.

Peligrosa atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora