En los últimos días las entregas no tenían ningún contratiempo, los colombianos y mexicanos eran los primeros en tener en movimiento sus armas y en la zona tenia personal trabajando para distribuir los cargamentos en ciertos puntos de Italia. Massimo tenía el control de todos los movimientos del negocio, se encargaba personalmente de los acuerdos con los alemanes, rusos, franceses, iraquíes y otros de medio oriente, estos últimos sus mejores clientes por los constantes enfrentamientos actuales. No había tenido problemas con ninguno hasta el ataque a sus bodegas provocó que la distribución se retrasara por días y tuviera a un ruso cojo apuntando a su cabeza con una de sus propias armas reclamando su orden. Pequeño grave error, ese insulto fue suficiente para terminar su acuerdo, no necesitaba a un intento de jefe queriendo demostrar autoridad, en un territorio desconocido donde él solo mandaba.
Dante entra al despacho encontrando un desastre de papeles, estaba muy silencioso a comparación de horas antes. Massimo se mantenia tranquilo con un puro mirando a la ventana. Su jefe de seguridad lo conocía muy bien, tenía claro que estaba un monstruo luchando constantemente por querer salir y destruir todo, incluso a sí mismo. Pero eso no estaba en sus manos, tenía que mantenerse anclado a ese lugar.
En horas recientes había terminado una junta con los miembros que aun vivían de esa organización. Era de esperarse que no tomaran nada bien el rompimiento con el ruso por la pérdida enorme de dinero, pero al final el líder siempre tenía la última palabra sobre sus clientes. Dante se limita a tomar lo que necesitaba y salir de la oficina para continuar entrenando a los prospectos a soldados y ordena a los hombres que custodiaban su puerta que abandonaran el pasillo. En el momento que el líder decidiera partirían en las camionetas a las bodegas.
Massimo se alejó de la ventana sin más que pensar, porque la situación era clara ante sus ojos. El ruso no dejaría las cosas así y lo buscaría para reclamar como la nenita coja que era por derechos que no tenía. En su beneficio existía un contrato millonario que se había roto por incumplimiento de prórroga, si aparecía en sus tierras tendría que pagar una gran fortuna a su favor para continuar negociado, así lo establecía las clausulas pero solo si a él se le daba la gana volvería a venderle. Era poco probable que consiguiera mejor mercancía con sus competidores, no le extrañaría que al igual como traficaba y consumía droga de pésima calidad también tuviera preferencias por armas que parecían no servir para una mierda.
Las confrontaciones futuras con sus enemigos no lo mantenían en ese estado, ni los desacuerdos con sus socios. Existía un problema que se rehusada en salir de su cabeza desde el primer contacto y se había convertido en una ola gigante que ya no sabía cómo parar. Ese problema era una irritable molestia con la capacidad de silenciar a muchos con su tenacidad. Era consciente de que con su presencia lograba sacar su lado malo, cada encuentro siempre terminaba en una inevitable pelea y en cada una no temía a mostrar con palabras y acciones su esfuerzo por defenderse ante él, como si su vida dependiera de ello. Por otro lado sus peleas siempre llevaban a terminar devorándose, no sabía a donde lo llevaría esa obsesión pero estaba claro que era correspondida, por más que ejerciera fuerza contra él para quitarlo de encima en cuestión de segundos se dejaba llevar con una entrega y ferocidad igual. No olvidaba como había mostrado timidez y sorpresa por el primer toque a sus labios y como su cuerpo semidesnudo reacciono ante su cercanía, pero esa torpeza había desaparecido esa misma noche. No mostraba temor y sus encuentros no tenían ninguna pizca de ser algo delicado, era evidente que necesitaban ir por más y consumirse por completo. Era sorpréndete que en ese tiempo no pasara nada, su capacidad de resistirse y recomponerse como si el simple toque le produjera un asco que claramente era inexistente. Isabel estaba sintiendo algo más que odio hacia él y realmente esperaba que no fuera en plan romántico porque no podría ofrecerla nada.
Cuando terminaban esos encuentros, se limitaba unos segundos a observarla antes de tomar camino. No podía negar que físicamente era atractiva y se encontraba fascinado con sus ojos cafés, su atención siempre estaba en su rostro. No tenía una piel perfecta como una porcelana en comparación a todas las mujeres que había conocido. Todo lo contrario, en su piel blanca se resaltaba marcas de cansancio y experiencias pasadas que habían dejado estragos en todo su rostro, estaba seguro de que esa mujer había padecido más de lo que un expediente podía confirmar. Recordaba cómo se había sorprendido la primera vez que la vio por medio de una simple foto, no se acercaba en nada a la realidad, porque se estaba convirtiendo en una fantasía de mujer.
ESTÁS LEYENDO
Peligrosa atracción
Roman pour AdolescentsMassimo Bianchi. Es un hombre Frio, calculador, controlador, y un despiadado asesino. Proveniente de la mafia italiana, siendo la cabeza de la más grande organización de tráfico de armas. Su mundo gira entorno a los negocios y a proteger a su famili...