Capítulo 27

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El viaje en el auto transcurrió de forma tranquila. Isabel permaneció recostada sobre su hombro, su mano estaba entrelazada fuertemente con la suya. Sus ojos se perdían en su mirada cada vez que él volteaba a verla, rozaba sus labios en su cabello, su frente, sus labios y en ciertos momentos en su mano. Mientras llegaban al Aeropuerto Internacional Marco Polo en Venecia para tomar vuelo hacia Paris, Massimo pensaba en lo que les esperaba al llegar a su destino. Ambos estaban seguros de querer intentar y sobrepasar los obstáculos para permanecer juntos. Y aunque era lo que él más deseaba, darle todo lo que ella pidiera, le aterraba a idea de estar lejos con ella y que las palabras de Dante cobraran sentido, la repetición de un final infeliz siempre estaría a la puerta, dichoso en recibirlos, pero nunca permitiría que su ángel dejara este mundo. No sería el causante de su muerte. Nunca. La amaba tanto como ella a él y eso era suficiente para evitar que la lastimaran. Lo juró en el mismo momento que se había rendido ante ella. Tendría que ejercer más control en sí mismo, su presencia provocaba que su pecho ardiera en fuego cada vez que la sentía, ella siempre lograba una reacción diferente día con día y no estaba arrepentido por vivirlas, deseaba enormemente no perderse de ninguna hasta profesar su último aliento en esta vida.

–¿Paris? –preguntó Isabel, mostrando su confusión alzando sus cejas. Massimo no había soltado ni una sola palabra acerca del segundo lugar donde pasarían los siguientes días.

–Es sólo una parada en el camino. –aseguró con una sonrisa. Él había planeado cada detalle para esas vacaciones. Todo seguiría un orden para que Isabel se sintiera a gusto, no quería que hubiera nada que no le gustara.

El vuelo a Paris no fue muy largo. Isabel había caído dormida en sus brazos en el momento que estuvieron a bordo. No abrió los ojos hasta que el avión aterrizó, Massimo la tomó entre sus brazos para levantarla del asiento. Sus ojos cafés apenas se abrieron, luchaba para mantenerse lo suficientemente despierta para caminar entre las terminales y no perderse de nada, pero no lo logró. Cuando llegaron a registrarse se bajó rápidamente de sus brazos como si minutos atrás no estuviera rendida y comenzó a platicar muy amistosamente con la chica de la ventanilla hasta sacarle información sobre su próximo destino.

–¿Río de Janeiro? –preguntó emocionada. Isabel no podría creerlo, él se estaba animando a conocer tierras latinas, aunque no fuera en su hogar, Brasil era un avance. El clima del sur de América era más parecido al que tanto amaba. El calor y la playa una combinación deliciosa. Massimo sonrió abiertamente a su felicidad, por lo menos su sorpresa iba por buen camino.

–Otra parada. –respondió.

Para su sorpresa, Isabel en silencio depositó un beso en su mejilla y continuó caminando agarrada de su mano como si nada.

El vuelo a Rio de Janeiro era lo suficientemente largo para darle oportunidad a Isabel de descansar, había caído dormida de la misma forma que la ultima vez, entre sus brazos, durmió delicadamente. Massimo sostuvo su frágil y delicado cuerpo, su hermoso rostro estuvo contra su pecho durante todo su sueño, en esas horas en que su mujer estaba dormida avanzó con sus planes contra Carruso ahora que por señalarlo un traidor se había convertido en la cabeza mayor buscada por toda Europa, tendría que aliarse con ciertas personas para avanzar sin el pendiente de una posible traición. El encontrarlo sería el inicio de un juego donde solo habría un ganador y el premio mayor era su muerte. Por el tiempo en que estuviera fuera había dado comienzo a mantenerlo bastante entretenido para su regreso, el ayudar con pistas a sus socios para que lo encontraran había sido como poner a todos sus peones en un laberinto sin salida, él aparecería cuando estuviera al límite de la locura justo antes de que lo encontraran y lo cazaría.

Una vez que terminó, Massimo se dedicó en observar su frágil y delicado cuerpo, en su hermoso rostro resaltaban las finas líneas, su suave y delicada piel, sus carnosos labios ligeramente abiertos, escuchando su respiración y los latidos de su corazón parecían exigir su atención. Todo de ella le atraía, lo incitaba a amarla como nunca lo había hecho.

Peligrosa atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora