Capítulo 22.

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Me quede perpleja ante sus palabras, casi inerte.

– Ese puto silencio no me agrada. ¿Qué sucede?

–Esto es muy peligroso, no va a funcionar. No tardaran por encontrarme y...

– ¡Cállate! –explota furioso en mi rostro, sus ojos me miran enojados porque sabe perfectamente de que estoy hablando. Pareciera que soy ajena a toda la situación pero por lo que hemos vivido logro comprender un poco de su negocio y lo que significa el tener ese puesto. Es muy entendible el ataque a mi persona, este continuara mientras sea su pareja e incluso correré peligro cuando no estemos juntos y sé que tiene más enemigos que no se quedaran tranquilos hasta acabar con él, pero estoy dispuesta a correr ese riesgo y creer en su juramento de que podrá protegernos. –Esto va a funcionar. Lo haremos juntos.

Esas palabras tocaron una fibra muy sensible dentro de mí. El pensar que esto no funcionaría era algo que me había repetido desde que comencé a sentir algo por este hombre pero que Massimo asegurara lo contrario me ponía a pensar que nosotros si podíamos tener un futuro.

–Déjame ver tu herida–exigió molesto al notar como intentaba cubrirla con el camisón. Sus palabras me sorprendieron, no pensé que quisiera verla, lo observe como si estuviese loco pero su mirada me obligó a tragar duro y segundos después levante un poco la manga de la camisa, dejando expuesto el vendaje de mi brazo, descubrí un poco tratando de no ventilar mucho la herida, tenía mejor apariencia y era cuestión de tiempo que los últimos puntos cayeran por su propia cuenta. Podría haber sido más rápido pero soy más terca que una mula y me valió, lo bueno es que no faltaba mucho para que me puedan dar de alta.

No esperé aquel toque delicado por su parte, su grande mano recorrió el vendaje, como si deseara borrar ese daño que me habían causado y mi corazón se apretó contra mi pecho, sentir la suavidad con la que acariciaba mi piel luego de lo sucedido aceleraba los latidos de mi corazón, por muy retorcido que sonara, una parte de mí se alegraba al saber la verdadera razón de su ausencia.

–Lo siento. –susurra con voz baja, logro percibir una emoción dentro de esa disculpa pero no logro descifrar que es. Sus manos cubren mi herida con el vendaje con una paciencia poco característica en él, envuelve sus dedos en las hebras de mi pelo acercándome más a su cuerpo. Cierra sus ojos y niega con la cabeza, dejándola caer sobre mi frente. No sé cómo reaccionar, trago saliva porque no termino de asimilar sus palabras, no esperaba que se disculpara.

– ¿Te duele?

–No. –negué – No fue lo único que me dolió en este tiempo. –suspiro molesta por recordar su abandono. Por más que intentara olvidarlo, no podía, sus palabras, el tono de voz y los gestos en su rostro habían sido lo suficientemente crueles para quedarse marcados en mi mente. El querer a este hombre no era sano, no era un hombre normal que te sostenía en los brazos mientras llorabas. Massimo estaba rodeado de un mundo oscuro, solamente sabía moverse por el mismo y de alguna manera disfrutaba de ese poder. Sin embargo, era demasiado tarde para alertar a mi corazón o tratar de eliminar este sentimiento, uno que estaba formándose rápidamente y se negaba a consumirse tan pronto. –Piensa muy bien antes de abrir esa boca tuya, no voy a aceptar actitudes y mentiras que no me merezco. –susurro enojada sobre su rostro. No me importaba si creía que me estaba pasando, no solo él tenía ese derecho de poner órdenes y límites. Cada palabra que salió de mi boca ensombrecía sus facciones, me observaba con coraje como si quisiera decirme más de lo que estuviera permitido pero se lo aguanta y se lo traga.

–Eres una maldita mujer complicada. Que te quede claro, Isabel. Eres y siempre serás mi mujer.

Sin intención de seguir discutiendo, su cabeza se inclina con violencia hacia abajo, su boca se apodera de la mía, sus labios llevando guerra y fuego a los míos, sintiendo como me falta la respiración cada segundo pero le correspondo de la misma manera, su lengua entra apoderándose de cada espacio disponible y pelea por el dominio. No tarda en abandonar mis labios para prestarle atención a partes más cercanas, dejó un beso en mi garganta y luego una ligera mordida, mientras sus grandes manos iban sobre mis pechos, buscando mis pezones sobre la tela del camisón para tomarlos entre su dedo índice y pulgar, para jugar con estos.

Peligrosa atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora