Capitulo 12: Celos en mal momento

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Le había pedido dormir con él, y aunque no le hacía mucha ilusión; terminó aceptando. Pensé que iríamos a mi habitación pero sorpresivamente agarrándome de la mano me llevó hasta la suya y mirándome con ojos de que sabía ya por dónde venían mis intenciones, dijo.

— No pretendas nada más que no sea dormir. Ya te lo he advertido.

— Pareces un monje a veces. Me desesperas.

— Es tu decisión o te vas a tu habitación.

— Ya..., ya vale no haré más nada.

Me subí a su cama y era enorme, suave y perfecta. Me sentía con el corazón a mil pero quería disimularlo. Aquí venía la fase uno de mi reto, aunque me llevara un regalo, comencé a quitarme la ropa y él quedándose atónito me miró de pies a cabeza.

— ¿Que haces?

— Ah es que no te dije, duermo desnuda.

— Hasta ayer, cúbrete. Ahora duermes con ropa.

— No me gusta dormir con ropa.

Mirándome con indigno respondió

— Catalaia, cúbrete por favor.

— Prometo no hacerte nada.

— Si te metes así a la cama, no podré meterme yo.

Entre risas me metí a la cama y me cubrí rápidamente con el edredón. Nathaniel se subió a la cama algo nervioso y temeroso tras arroparse con el edredón apagó la luz y yo también estaba nerviosa. Era la primera vez que dormía con Nathaniel y con el pequeño detalle de que estaba como Dios me trajo al mundo. El silencio reinaba en aquella habitación hasta que yo lo rompí.

— Tengo mi tercera petición

— ¿No crees que es algo tarde? Mañana lo hablamos.

— Dije que tengo mi tercera petición.

— Dime, cual es.

Con el corazón a mil, tragué saliva sintiendo como estaba de urgida.

— Quiero que me hagas el amor.

— Negativo

— Cumple con tu palabra.

— Puedo lastimarte

— Yo se que no.

Se quedó callado y no me respondió. Como siempre, termine yo tomando el control de la situación y acercándome a él, comencé a tocarlo pero no había mucho que hacer con la terquedad de este hombre. Alejando mi mano de su cuerpo comentó.

— No tienes idea de lo que quieres.

— Si se, quiero que me quites la virginidad, ¿Así o más claro? No debo gustarte lo suficiente como para acceder a hacerme el amor.

Después de unos minutos, en silencio y ya cuando creía que no habría remedio; sentí como mi cuerpo fue sacudido y rápidamente me vi a horcajadas sobre él con mi vagina frotándose contra una erección que en segundos me tenía mojada. Agarró mi nunca con brusquedad y acercando su boca a la mía, con la voz tiritante masculló.

— ¿Eso crees? ¿Realmente crees que no me gustas? Mira como me tienes, ¿Puedes sentirlo? Me tienes duro, con ganas de hacerte tantas cosas..., muero por romperte, por hacerte mía e intento controlarme pero tú..., tú no ayudas.

— No te controles, quiero todo lo contrario.

Había despertado una fiera en aquel hombre. Tumbándome en la cama boca arriba, se suspendió sobre mí llenando mi cuerpo de besos y caricias salvajes y lascivas. Separo mis piernas y sus labios junto con su lengua trazaron un camino libidinoso hasta llegar a mi sexo. Estaba casi infartada al ver su rostro entre mis piernas y sus ojos mirándome fijamente mientras me besaba suavemente la hendidura de mi vagina.

Antes de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora