Epilogo

6.2K 703 83
                                    

Nathaniel Archer

Me veía en una situación que juré no volver a repetir. Solo que en esta ocasión la había repetido y había saliendo perdiendo nuevamente con la única diferencia, había perdido el doble. No dejaba de pensar en ella, en extrañarla cada día. Pero con esa misma fuerza que la extrañaba, la odiaba y solo deseaba dejar de sentir por ella.

— El médico te ha mandado a tomar estos analgésicos. Debes tomarlos dos veces al día.

Mire a Margaret y al verla me percaté que ella era la única que siempre ha estado incondicional a mi lado. A veces quisiera hacer más de lo que hago por ella. Verla feliz, con una vida..., y no cuidando de mi y pendiente a que nada me lastime según ella.

— Estoy bien Margaret.

— No lo estás, solo finges estarlo que es distinto.

Era cierto, estaba destrozado por dentro. Más que la vez en la que Odette me engañó. Quizá porque en realidad solo buscaba en ella aceptación en vez de amor. Quería pretender que ella no me importaba, que no me dolía tenerla lejos. La lluvia caía a torrente y verla de algún modo me relajaba. Día a día moría un poco más por dentro. Miraba una y otra vez aquella cajita aterciopelada y al abrirla un puñal se clavaba en mi corazón. Antes de ella y después de Odette sabía cómo manejar las emociones perfectamente sin que intervinieran con mis sentimientos pero ahora, ahora siento que estoy perdido entre tantas emociones disparejas. Había olvidado la gelidez y el cielo sombrío de Copenhague. No sé cuánto llevaba aquí pero lo que sí sabía era que podía notar y respirar la diferencia. Margaret se dio cuenta de lo que traía en las manos y curiosa preguntó.

— ¿Qué es eso que tanto miras?

Dándole la cajita respondí sin mucha importancia.

— Es un anillo de compromiso. Pensaba proponerle matrimonio a Catalaia el día en que ese hombre fue y me enseñó las grabaciones. Lo tenía todo preparado sabes, tenía miedo porque quizá ella se negaría. No estaba seguro de su respuesta de lo único que estaba seguro, era que deseaba que fuera mi esposa.

Margaret mirando el anillo en su rostro se podía notar que no tenía idea de que responder.

— ¿Por qué no me habías comentado nada? No tenía idea de que querías proponerle matrimonio.

Encogí los hombros con desgano.

— Yo tampoco tenía idea de que quería hacerlo. Solo fui..., compré el anillo más bonito que vi en la joyería y solo rogaba porque lo aceptara.

Le pedí a Margaret que me dejara solo por un rato. Odiaba estar susceptible ante la gente y desde que había llegado a Dinamarca, estaba sin deseos de hacer nada buscando como deshacerme de ese anillo. No tenía el valor, pero tenerlo era seguir torturandome con algo que ya no podría ser. Llevaba más de cinco meses que no sabía de ella, habían ocasiones en las que deseaba llamarla, decirle que era un imbécil y retomáramos nuestro amor pero es que la verdad..., soy un imbécil. Mi vida después de ella era ir todos los días a la sucursal de la empresa en Dinamarca, llenarme de trabajo y más trabajo hasta que él mismo cansancio me hacía olvidarme de todo. Como todas las noches, cerré mis ojos y una profunda soledad y vacío arroparon mi ser. La cama se sentía fría sin ella, mi vida era fría sin Catalaia.

*******

Me tapaba los oídos tal y como mamá me había ordenado. Aunque aún así se escuchaban los gritos, las cosas caer y romperse. Otra vez papá estaba enojado por mi culpa. Peleaban por mí, tenía mucho miedo y yo solo quería que mamá dejara de llorar.

— ¡Por tu culpa tienes un hijo que no sirve para nada! ¡Es que tú tampoco sirves para nada! Desde que nació es un fenómeno. ¡Pero eso se acaba hoy!

Antes de tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora