Londres, 2018
Escucharlo hablar me revolvía el estómago. Era el tipo más superficial y odioso que podía haber conocido y resulta que era mi hermano por defecto. No hacía más que hablar de dinero y de la empresa que él mismo estaba llevando a la quiebra. Se pavoneaba queriendo lucir lo que en realidad no era. Su empeño por querer aparentar lo que no somos nos estaba llevando a la ruina. Había tirado la casa por la ventana con una fiesta absurda y ostentosa. Había invitado a las personas más influyentes del país y en vez de una fiesta esto parece un circo. Camino hacia el balcón del gran salón para tomar algo de aire fresco intentando no fatigarme con tantos protocolos. Pero lo peor de todos es que tenía que estar allí, fingir lo que estaba harta de fingir año tras año.
— ¿Cata, estás bien?
Ladeo y veo a mi mejor amiga acercarse algo preocupada. Asiento con la cabeza y suspirando con algo de hastío respondo.
— Si, es solo que no se..., eso me parece un circo.
— ¿Dices la fiesta? Pero esta súper fina y distinguida.
— Eso es lo que me parece un circo. Que mi hermano haya gastado casi medio millón de dólares dando esta absurda fiesta cuando la realidad es que estamos quebrados.
— Pues quizá no lo hace con mala intención. Su familia ha sido por años una de las más distinguidas por generaciones. Solo trata de salvarla.
Poniendo los ojos en blanco dejo la copa sobre el reborde de la baranda del balcón y mirándola algo indignada arqueo una ceja.
— El acostarte con el té tiene idiota.
— No se de que hablas.
— Sí como digas. Tengo que irme.
— ¿Que? ¿Como que te vas? Si te vas de la fiesta estás en problema se vería súper mal.
Encojo los hombros
— No me importa. Emer ha venido por mi. Ya luego me cuentas como termina el circo.
— Estas loca
Quizá lo estaba, la realidad es que no solía pensar las cosas antes de hacerlas sino todo lo contrario. Actuaba por impulsos en todo lo que hacía. Escabulléndome de los guardias de seguridad logre salir de la enorme mansión que por años ha sido mi jaula de oro. Allí estaba él esperándome con una rosa en la mano y una sonrisa que era lo único que lograba hacerme sentir completa. Corrí hacia él y abalanzándome en sus brazos lo besé con pasión y alegría de poder verlo luego de una semana.
— Estás hermosa, pareces una princesa. Disculpa por no haber venido antes, he tenido que trabajar turnos dobles para poder pasar esta semana.
— No me importa que hayas tardado, lo que me importa es que estás aquí.
Emer me miró con una sonrisa y dándome la rosa respondió.
— Me encantaría regalarte un pendiente o una joya pero aún no me gano la lotería.
El amor que sentía por el era algo que no me podía explicar. Ni siquiera podía entender como es que su clase social o el constante miedo a que nos descubrieran no me impedía dejar de quererlo. Agarrando la rosa la acerque a mi nariz oliéndola.
— Es perfecta
— Catalaia...
— ¿Si?
— ¿Cuando hablaremos con tu familia?
— ¿Hablar de que?
— De nosotros, de que nos amamos.
La sonrisa rápidamente se me esfumó del rostro. Eso era algo que no podía ser. Presentarle a Emer a mi hermano sería como firmar su propia sentencia de muerte. Apreté los dientes y algo nerviosa respondí.
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Antes de tí
RomansaCatalaia siempre ha vivido bajo la tiranía de su hermano y la maldición de lo que es llevar su apellido. Tras la muerte de sus padres, su hermano quedó a cargo de ella y de la herencia familiar llevándolos al borde de la ruina con sus despilfarros...