›Las estrellas de otro cielo‹

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[Ta-ki está.... Dentro]

El sistema del programa habló, en ese momento muchas emociones se apoderaron de Ni-ki, su corazón se llenó de dicha y solo podía ser feliz. Ta-ki había conseguido entrar a I-Land como él, así que cuando este se volvió a sentar el intercambio de miradas fue inmediato, con una emoción notable en sus ojos. Pero aunque Ni-ki no lo había notado, había algo diferente en los ojos de su novio; un pequeño brillo que si bien era diminuto podría acabar con él en tan solo unos segundos.

El siguiente grupo salió a actuar y aunque el contador ya había llegado a cero, el número había cambiado y esta vez en la pantalla se mostraba un -1, solo uno de los tres chicos de aquel equipo había entrado, su nombre era Geonu o algo así creía haber oído Ni-ki; pero eso no le importaba ya que ahora múltiples interrogantes se abrían paso en su cabeza y en la del resto de los chicos presentes, porque mientras se iban acabando las actuaciones, la cuenta había llegado a -4 y según lo que les habían explicado a los veintitrés chicos en los que él mismo se incluía, en I-Land solo había cosas para que vivieran doce personas y habían llegado a un punto en el que el número de chicos era dieciséis.

Había 16 focos blancos encendidos delante de los sitios donde estaban sentados los que habían pasado la prueba, siguiendo unas órdenes precisas se levantaron y acercaron a una puerta que llevaba a una especie de huevo que estaba en movimiento. Entre algunas lágrimas las personas que se iban se despedían de sus amigos, sin saber si estos volverían a tener alguna oportunidad en aquella industria, con un rumbo sin fijar y unos sueños que se escapaban de sus manos.

Riki no sabía si despedirse de Hanbin —que había sido su compañero durante varios meses— o continuar hacia un futuro incierto junto al chico que amaba, sin embargo, ni siquiera pudo tomar la decisión por sí mismo.

Los dieciséis elegidos llegaron a una especie de cueva bastante amplia, delante de ellos un semicírculo con doce sillas, una columna con tablas que tenían sus nombres escritos y justo enfrente de ellos una gran sala de ensayos que tenía una pared de cristales para separarla del resto de la estancia que disponía también de unas grandes pantallas que se iluminaron en el momento que todos los chicos estaban en aquella parte del edificio. Una voz rompió la falsa calma en el ambiente y especificó las normas de la casa: hacer las cosas en un tiempo determinado, tomar decisiones propias y unas cuántas reglas más que no parecían tan importantes. Todo parecía normal hasta que esa misma voz que les había dado la bienvenida indicó que tendrían que eliminar a 4 personas mediante unas votaciones anónimas que empezarían dos horas después del final del comunicado y acto seguido un reloj se proyectó en el huevo gigante que hacía las veces de puerta; era una cuenta regresiva de dos horas y cada segundo que pasaba se descontaba. Cada segundo importaba.

—Ni-ki kun.— K le llamó. —¿Quién crees que será eliminado ahora?— le preguntó en japonés.

—No lo sé, tenemos aún tiempo suficiente para pensar así que mejor será que lo hablemos luego, cuando todo esté más claro.

El chico frente a él asintió, era muy alto, su pelo negro, al igual que el de Ni-ki pero sus rostros eran muy diferentes, se notaba claramente la diferencia de edad y también de experiencia, sus ojos miraban de forma cálida al más bajo y después de dudar un poco dejó su mochila sobre una de las doce sillas que había frente a la sala de ensayos, justo como les había  indicado la voz cuando llegaron.

Tan pronto como empezaron a subir las escaleras hacia la zona habitable de la casa, una mano pequeña tomó la muñeca de Riki con fuerza y este se detuvo perdiendo un poco el equilibrio. Busco al culpable siguiendo la mano que estaba aferrada a la suya y le echó una mirada confusa a Ta-ki, el cual le había detenido en el trayecto a la casa. Notó como esperaba a que el resto de los aprendices les adelantaran en la escalera para asegurarse de que ninguno pudiera oír lo que tenía que decirle al más alto. La mirada del mayor por edad se volvió vacía y decidida, sus ojos ya no brillaban tanto y sus pupilas temblaban con temor, algo que su novio nunca antes había visto por lo que se puso algo nervioso esperando a que el chico pelinegro que estaba quieto frente a él hablara.

La promesa fue el cielo [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora