Sooran

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El reloj marcaba las 6:30 pm. Sooran arregló su cabello castaño largo y retocó el poco maquillaje que había alcanzado a colocar esa mañana. Su hora de salida sería pronto y como ese día no estaba dispuesta a doblar su turno como de costumbre, con agilidad, retiró la playera color amarillo chillante del uniforme de la librería donde trabajaba y la cambió por una más sobria en tonos oscuros.

Estaba decidida, esa tarde por fin se armaría de valor para hablarle al chico cuyo rostro no había tenido la oportunidad de admirar en su totalidad.

Él no tardaba en llegar. Todos los días desde hace medio año, aquel personaje hacía su aparición casi a la misma hora; traía consigo un café caliente, vestía holgado pero discreto y jamás se había tomado la libertad de quitarse la gorra o gorro que llevase puesto ni la mascarilla que cubría la mitad de su rostro.
Después de ese considerable periodo de tiempo, Sooran era perfectamente capaz de distinguirlo entre cualquier cliente; aquel tipo era alto y quizás era lo que, físicamente, llamaba más la atención de la chica de menos de 1,60.

Ella había conseguido su dirección de correo electrónico, porque, como era obvio, un cliente frecuente de la Librería Haru ameritaba una membresía V.I.P con descuentos y preventas de Best Sellers. Tras indagar con ese correo, solo pudo encontrar una cuenta de Twitter sin mucho contenido más que retweets y alguna que otra respuesta pero sin algo de información importante. Ni una foto, ni un nombre.
Sí, tenía mucho remordimiento por sentirse como toda una acosadora, pero, Dios... alguien que poseía sus mismos gustos literarios, por ende inteligente, culto, alto y con una voz que podía derretir toda la nieve de Seoul, no podía ser otro más que el amor de su vida.
Sooran se preguntaba una y otra vez cómo es que podía estar embobada con alguien cuyo rostro jamás había visto, pero, en pleno siglo XXI, para ella el físico y todas esas cosas superficiales pasaban a segundo plano cuando había un cerebro interesante, nutrido y ambicioso de por medio.

Pasó media hora y la chica comenzó a preocuparse. Aquel tipo solía ser muy puntual; entraba a las 6:40 pm, buscaba un libro, lo leía por una hora y casi al diez para las ocho, se dirigía a la caja donde pagaba para llevarse aquello que había comenzado a leer. ¡Compraba un libro del diario! Si algo agradecía Sooran es que aquellas pequeñas compras diarias, elevaban su bono de productividad al final de la semana.
Entonces ¿Qué podría haber pasado para que la tan marcada y estricta rutina de ocio de aquel hombre pudiera modificarse? Ella pensó lo peor; un accidente, haberse mudado, cambiado de librería favorita o tal vez era casado y su esposa se había cansado de verlo salir todas las tardes. Podían ser mil cosas.

Decepcionada, la chica comenzó a trabajar de nuevo como si fuera un robot programado para aquello. Fue al almacén, escogió la pila de libros nuevos que habían llegado de la editorial y los cargó hacia el estante que esa tarde faltaba por llenar.
Cuando estaba por acomodar el último libro, estirando su cuerpo lo más que podía, apoyada en las puntas de sus dedos y maldiciendo tener una estatura tan insignificante, una mano jaló el libro que ella acababa de colocar y provocó que todos los anteriores a este, cayeran sobre la cabeza de la chica.

Sooran sobó su cabeza una y otra vez mientras apretaba los ojos suplicando porque nadie hubiese visto aquella escena tan vergonzosa.
Bajó la mirada y prefirió evitar el contacto visual con quien ahora, se encontraba rápidamente levantando los libros que había tirado sobre la chica gracias a su torpeza.

— L-lo siento. — Susurró aquella voz. La piel de Sooran por alguna razón, comenzó a transpirar en frío.

Toda la valentía que la chica había reunido, se desplomó en cuestión de segundos.

— No se preocupe. — Fue lo único que pudo emitir con un hilo de voz y una sonrisa nerviosa.

El chico que Sooran tanto había esperado, tomó la pila de libros acomodados y los colocó de nuevo en el estante.

Who are you? ~ KNJ ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora