3. Descubrimientos

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Le gustaba recrearse en la ducha. Desde que decidió raparse el pelo para que no se le notara la caída por el tratamiento y ser ella la que tomaba el control, sentía una sensación placentera al masajear su cabeza y tocar con la yema de sus dedos toda la superficie de piel e imaginar los estímulos del cerebro y sus venas. Se recreó en enjuagarse bien el cuerpo durante varios minutos sintiendo el placer del agua y el tacto de sus manos. Decidió que no era el momento de llegar más allá y se aclaro con agua fría.

Salió de la ducha y se admiró frente al espejo. Se gustaba. Sabía que si ella se gustaba a si misma le gustaría al mundo y eso la hacía verse fuerte y perfecta.

Veinte minutos después estaba arreglada y con una pregunta en su mente. "¿Peluca sí o peluca no?". Se veía guapa, cómoda y segura, pero sabía que a la gente le impactaba ver a una chica rapada. Incluso a Anne, que era su mejor amiga, se le escapaban miradas indiscretas a su frente.

Fue al dormitorio, cogió su falsa melena de pelo corto y colores castaños claros y rubios y se la colocó frente al espejo. Por un momento volvió a imaginarse como una super heroína levantando coches y salvando a la ciudad hasta que el sonido del teléfono móvil la despertó de su aventura imaginaria.

Mensaje de Marc:
"Que tal preciosa? Salgo del gim ahora. Quieres quedar esta noche?"

"Guapo, te digo algo luego".

De repente le fastidió un poco haber quedado con Anne porque la alternativa le pareció mucho más apetecible. Quería darse un capricho con Marc pero ya era tarde para cancelar la visita de su amiga. Además, quería enseñarle el descubrimiento de sus poderes. Podía confiar en ella, siempre le había guardado sus secretos.

Miró el televisor y pensó en apagarlo. Alargo su mano, se concentro en la imagen y de golpe la televisión empezó a temblar. Se asusto y bajo su mano y su concentración.

- Vale... No probar nada raro con cosas caras.

Escuchó gritos tras la puerta.

- Maldita zorra. ¿Que hacías de nuevo viendo a ese pendejo hijo de puta?
- Ay ya déjame cabrón -decía una voz femenina-.

Se acercó discretamente a la puerta y intentó escuchar a través de la puerta y ver que sucedía por la mirilla. Sabía que el chico era Juan, el único portorriqueño que vivía en el edificio que ella supiese. Había venido a vivir a la ciudad hacía mas de dos años. Juancho lo llamaban los amigos con los que alguna vez se había cruzado.

- Entra al piso! Ya no me jodas más, mal parida.
- Ay ya. No me toques. ¡Suéltame!

De pronto picaron al interfono del apartamento. Del susto que el ruido del teléfono dio, una energía que no reconocía le hizo salir propulsada contra el suelo.

- ¡Joder -exclamó al caer sin entender que había ocurrido-!

El ruido tuvo que haber llamado la atención de Juan que apresuró el paso .

- Cállate ya bruja. Maldita berraca vida.

Escuchó el portazo mientras se incorporaba a coger el interfono.

- ¿Si?
- Abre Darla, soy yo.

Reconoció el tono de voz de Anne. La esperó en el recibidor y según escuchó el ascensor abrir sus puertas, giró el picaporte para que entrase en seguida.
Le hizo unas señas con la mano para que corriera adentro. A Anne la situación le pareció graciosa y avanzo de puntillas riéndose. Según llegó a la entrada cerró la puerta y ambas se quedaron en silencio y hablando en susurros:
- ¿Qué pasa tía?
- Mi vecino el portorriqueño. La están liando bien gorda. Parece que vaya a pegar a esa pobre chica.
- ¡Qué dices! ¿Llamamos a la policía o qué?

Según Anne le decía eso noto como se le escapaba ese tono burlón que tenía siempre.
- Esto parece un programa de esos de acompañar a un policía por los barrios bajos -dijo tomándose la situación a chiste-.
Anne era así, nada la cambiaría nunca pensó Darla.
- Dame un beso nena.
Se abalanzó sobre ella y las dos se dieron un largo abrazo, cálido y sincero, frotándose los brazos en la espalda cómo las que llevan años sin verse.
- Oye. ¿Que es eso que tenias que enseñarme?
- Ven, vas a flipar con esto.

Cogió a Anne de la mano y la arrastró por el salón tirando de su brazo hasta llegar a la cocina.
- ¿Qué pasa -le entro la risa de nuevo-?
- Mira esto eh. No te lo pierdas.

Volvió a coger las cucharas del cajón y a ponerlas en la isla de la cocina. Anne se acerco a las cucharas curiosa.
- No tía, aléjate.
- Se te está yendo la olla- rió de nuevo-.
- Aléjate hazme caso.
- Está bien, vale -decía Anne mientras daba un par de pasos hacia atrás-.

Darla alargó la mano y el brazo, cerró los ojos y se concentró en las cucharas que tenía enfrente.
- Especto Patronum! -grito Anne y comenzó a soltar una larga carcajada-.
- Vete a la mierda tía -las dos empezaron a reír-. En serio, mira esto.

Volvió a alargar su brazo y su mano a las cucharas y pensó en lanzar las cucharas por los aires. Así fue, las cucharas empezaron a volar a lo largo de toda la estancia hasta llegar en medio del salón comedor.

A Anne casi se le salen los ojos de las órbitas cuando las cucharas empezaron a volar.
- ¿Que coño ha pasado?
- No lo sé. Me ha ocurrido hoy al llegar. Estaba por aquí haciendo cosas y empezó a pasarme. ¡Es una pasada!
- Pero... ¿Cómo que ha ocurrido? -Anne estaba totalmente desconcertada-.
- Ya te digo... No lo sé. No tengo ni idea. Ha sido al volver de quimioterapia.
- Cómo ha ido?
- Ya sabes que es una mierda. Pero esta era la penúltima sesión. ¡Sólo queda la última. Una más y ya está! -Darla notó cómo sus ojos comenzaban a empañarse y decidió cortar el tema-. Luego controles y se acabó.

Anne la abrazó. Fue reconfortante tenerla a su lado. Sabía que Anne la abrazaba para que no viese como se humedecían sus ojos al emocionarse.

- Eres una luchadora! Bueno va, que me emociono. Sigue explicándome esto de las cucharas, que más sabes hacer.
- No lo sé. Si te digo la verdad no he querido experimentar mucho. Me da algo de miedo. O respeto... No sé muy bien cómo explicarlo.
- ¿Es cómo en las pelis? Rollo canalizas tu energía y notas que fluye por tí?
- A decir verdad no... No noto nada. Sólo sucede... Es como un empujón. Antes estaba escuchando la discusión de los vecinos y cuando has picado del susto me he autopropulsado y me he metido una buena hostia. No es algo que controle.
- Eso te pasa por chafardera jajajaja. Vamos a probar qué más puedes hacer.

Anne se fue al frutero y cogió un par de naranjas.

- Crees que podrías atraerlas hacia ti?

Darla se concentró y una de las naranjas salió rodando poco a poco hacia ella. Se emocionó. Era la primera vez que conseguía controlar ese extraño poder que vivía en ella.

- ¡Lo has hecho!
- Creo que es algo que sale sólo. Tengo que pensar en lo que quiero y sale, sin más. No puedo controlarlo. Creo que está conectado a mis emociones y cuando no estoy preparada es cuando la cago porque no puedo dominarlo.
- Vale. Puedes mover cosas, levantarlas y por lo que me has contado puedes dar empujones -volvió a reír al recordar lo de la caída tras la puerta que le había contado-. ¿Has probado algo más?
- No.
- A que esperas. Intenta pensar en quemar ésto.

Anne cogió un post-it de un taco que llevaba en el bolso y lo puso en el fregadero.
- Solo el papel eh, no nos hagas saltar por los aires.

Darla pensó en quemar el papel y se concentró en prenderlo. Proyecto la imagen del fuego sobre el trozo de papel, pero fue inútil.

- Ok. No hago fuego que sepamos.

Anne cogió la cuchara de la mesa y le sacudió un pequeño chispazo cuando la golpeo con ella en el hombro.

- ¡La leche! Parece que tienes más trucos. Fuego no harás pero vaya calambres pegas.

De pronto escucharon un fuerte golpe y un grito estremecedor al otro lado del apartamento.

A TIEMPO DE VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora