4. Silencio

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El grito provenía de la entrada del piso.

Fueron corriendo a la entrada y Anne, que había llegado antes, observó a través de la mirilla intentando ver algo mientras Darla puso su oído en la puerta para intentar escuchar.
Silencio. No escucharon ni vieron nada.

— Darla esto es muy chungo tía —susurro Anne—. ¿A ver si ha pasado algo? Llamemos a la policía.

Darla asintió y fue rápidamente a buscar su teléfono Se marchó al dormitorio para que nadie la escuchase hablar. Marcó el teléfono de emergencias y al cabo de cinco tonos una tele operadora respondió al otro lado de la línea.

— Emergencias. En que puedo ayudarle.
— Hola. Soy Darla Zalduin. Hemos escuchado una pareja discutiendo en el piso de al lado y un fuerte golpe y gritos en el rellano de al lado.
— Entendido Darla. Dígame la dirección y mandaremos ayuda en seguida.

Les dio los datos necesarios, incluidos su número de teléfono y el número de su apartamento.

— No hagan nada ni abran a nadie. La ayuda está en camino.

Darla colgó el teléfono y corrió al lado de Anne haciendo gestos con las manos.

— ¿A pasado algo —susurro Darla—?
— No escucho nada.
— Ya he llamado. Han dicho que mandan a alguien.
— Con lo lentos que son esa chica podría morir en cualquier momento —no era la primera pelea que presenciaban. No vivían en la parte más tranquila de la ciudad—. ¡Por Dios, esa chica podría estar herida... o muerta! Vamos a echar un vistazo Darla.
— Pero si es Juan. No he visto a ese chico meterse en líos desde que está aquí.
— Está claro que algo a pasado. Vamos a echar un vistazo.
— Estás loca. Yo no voy.
— Muy bien, pues voy yo. No voy a dejar sola a esa chica.

Anne cogió un palo de golf que Darla tenia en el paragüero de la entrada por si alguna vez le entraban a robar. Nunca había tenido ningún problema pero le hacía sentirse más segura. Abrió la puerta, se miraron la una a la otra y finalmente y salió sigilosamente al pasillo del rellano.

— Joder Anne, estás loca. No sé cómo me dejo liar por tí —exclamó mientras negaba con la cabeza—.
— ¿Pero tu has visto como movías las cosas en casa? Si se te acerca alguien le metes un empujón de esos y salimos por patas.

Avanzó unos pasos hasta llegar a la altura de au amiga. Darla sabía que no habría nadie en los otros dos pisos del rellano. La primera puerta pertenecía a un matrimonio mayor que pasaba sus días en un apartamento en la costa mientras que el tercer portal llevaba meses cerrado.

Avanzaban despacio, intentando ser lo más sigilosas posible, pegadas la una a la otra. Era mal momento para recordar que llevaban los tacones puestos. Anne delante con el palo de golf armado y Darla detrás visiblemente más asustada que su compañera. Pensó en alzar su brazo para proyectar su poder pero se imaginó la escena y se sintió totalmente estúpida. Cogió a Anne del brazo y pudo notar como a su amiga le hizo gracia la situación. Avanzaba riéndose en silencio mientras que a ella le temblaban las rodillas.

Llegaron a la puerta en pocos segundos y vieron que estaba cerrada. Anne le hizo un gesto con la mano.

— Ábrela.
— ¿Que qué?
— Que la abras.
— ¡Cómo voy a abrirla —exclamó Darla—!
— Yo que sé, inténtalo. Si no lo pruebas no sabes si puedes.
— ¿Y qué quieres que haga —Darla se encogió de hombros—?
— No lo se, empuja el pomo o algo así.

Enfocó su vista en la cerradura y por un momento la puerta empezó a temblar.
— Muy bien, sigue así.

Hubo un pequeño repiqueteo metálico tras la puerta pero la cerradura no cedió. Debía estar la llave o algún pestillo puesto pensaron. El ruido las hizo retroceder unos pasos con el debido traqueteo de los tacones. Pensaron que las habían descubierto y esperaron unos segundos.

Anne volvió a avanzar arrastrando a Darla con la mano que tenía libre para que la siguiera.

— Vuelve a intentarlo —insistió Anne—.
— Está cerrada — alzo el tono del susurro Darla, irritada y atemorizada—.
— Más fuerte. Con todas tus ganas.

Darla suspiró hondo y volvió a alzar su brazo en dirección a la puerta.

— Esto es absurdo. Volvamos. La policía llegará en cualquier momento.
— Va, no seas cagona.
— No se porqué te hago caso.

Pensó en empujar fuerte el portal fijándose en el pomo con todas sus fuerzas. Las luces del pasillo parpadearon fuertemente y les asustó el ruido de una de las bombillas al petar y dejar el fondo del pasillo en la penumbra. La puerta voló en una explosión sonora hasta impactar con la pared del fondo del salón. La cerradura estalló en pedazos al igual que las bisagras dejando restos metálicos por todas partes. El ruido de la puerta al impactar fue ensordecedor y el rastro de destrucción que dejo tras su vuelo era realmente sorprendente. Darla nunca había visto una explosión o un atropello pero intuyo que esa era la destrucción que podía generar un objeto volando a esa velocidad. Solo de pensarlo se estremeció de ver el poder que corría por sus venas.

— Increíble —se dijo a si misma fascinada—.
— Tenemos que seguir investigando tus poderes. Es alucinante.

Volvieron en sí cuándo de nuevo se hizo el silencio en el rellano hasta qué se escucharon algunos gritos que provenían de las plantas de abajo.

"Dejad de hacer ruidos o llamaremos a la policía malditos hijos de puta —escucharon—".

—Vamos —incitó Anne—, antes de meternos en un lío.
— ¿Ahora me hablas de líos?

Darla noto una punzada en su frente, se le nubló la vista y las piernas le flaquearon. Sin darse cuenta apretó con fuerza el brazo de Anne, la cual se dio cuenta que a su amiga le pasaba algo.

— ¿Estás bien?
— Vamos —dijo mientras hacia un gesto como para avanzar—.

Tuvo que poner mucha concentración para seguir avanzando, no entendía el porqué del agotamiento qué se apoderó de ella. Se obligó a si misma a continuar adelante.

Dieron unos pocos pasos en la entrada de la vivienda, esquivando pedazos de madera y pared arrancados por el empuje mágico de Darla, cuando de pronto el horror llegó ante sus ojos.

A TIEMPO DE VIVIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora