Los tres estaban perplejos ante los acontecimientos. Anne se descubrió a si misma como una mujer valiente capaz de ayudar a los demás en una situación crítica. Estaba asustada por el inmenso e incontrolable poder que había en Darla. En algún momento se sorprendió a si misma mirando a su amiga con estupor. Intentaba decidirse entre si podría ayudarla a controlar esa fuerza misteriosa o estaba asustada por el daño que pudiera hacerle involuntariamente.
Darla sentía miedo. Estaba asustada por haber descubierto que tenia poderes y peor aún, porque no podía controlar nada de ellos. Esa energía fluía por sus venas y se hacia presente incluso fuera de su voluntad. Marc estaba asombrado y claramente alterado. Su cara desprendía miedo y aprensión aunque se hacía el duro intentando ayudar a las chicas. Temía por ellas y sobretodo por Darla, por la que había pasado a sentir algo más real y emocional que el sexo que habían mantenido hasta ahora.Darla acompañó a Anne a que se calzara unas deportivas y ella se puso también algo más cómodo que los tacones. Tuvo que ayudar a su amiga a ponerse sus bambas de running blancas y azules porque le costaba mover la pierna. Se encontraba mal, los temblores de las piernas no cesaban y el dolor que habia comenzado a sentir en la cabeza no se le iba. Se tomó un Paracetamol acompañado de un trago de agua esperando que le aliviara el malestar y Anne le pidió tomarse otra pastilla. Abrió una de las latas de cerveza que tenía en su bolso, que había traído especialmente para la ocasión, e hizo deslizar las pastillas con un largo trago por su reseca garganta.
Las chicas estaban doloridas y notablemente cansadas y Marc decidió tomar la iniciativa en su huída antes de que la policía llegará.
— Tenemos que salir de aquí ya. Mi coche está aquí al lado y Darla, si te relacionan con todo esto —miró a su amante mientras señalaba la puerta de la entrada—, estás jodida. Coge lo que necesites y vámonos cuanto antes.
Marc le tendió una bolsa de basura que habia encontrado al buscar trapos y productos de limpieza para quitar la sangre de la entrada.
— Mete aquí lo que te haga falta. No tardéis. ¿Puedes ayudarla Anne? Voy a mirar si fuera está despejado y nos vamos.
— Vamos Anne —se sujetaron la una a la otra y se fueron de nuevo al dormitorio—.Recogió algunas prendas de ropa interior del armario, un par de pantalones largos y algunas camisetas más. Puso en la bolsa también dos jerseys de lana y se abrigó con una chaqueta tejana.
Marc mientras tanto salió de nuevo al pasillo y observó que, extrañamente para él, despues de lo sucedido, estaba todo tranquilo. Se acercó al extremo de las escaleras y prestó atención para ver si veía alguien que pudiera cruzarse en su camino. Silencio. Picó el pulsador del ascensor y comprobó como el indicador numérico ascendía hasta llegar a la sexta planta donde Darla vivía. "Todo preparado" se dijo a si mismo. "Allá vamos".
Volvió sobre sus pasos mientras tragaba saliva nervioso a la vivienda a recoger a las chicasCuando las chicas cerraron la tira del asa de la bolsa y se disponían a salir de la habitación Darla se entretuvo unos segundos melancólica y temiéndose que debería abandonar aquel piso de alquiler para siempre. Se despidió mentalmente de la estancia y al apagar la luz pudo observar cómo a través de los ventanales una luz azul parpadeante avanzaba rápidamente en su dirección. La policía.
No tenían tiempo que perder, necesitaban abandonar el lugar lo antes posible para crear una tapadera.
Salió corriendo de la estancia alertando al resto del grupo.
— Corred, la policía ya está llegando.
La noticia fue cómo un disparo de alarma que hizo que cundiera el pánico en sus compañeros. Salieron al rellano lo más ágilmente que podían saltando con cuidado el rastro de sangre que Marc había dejado para despistar cualquier indicio que acercase los hechos al piso de Darla. Marc, se adelantó y fue a pulsar el botón cuando el indicador luminoso comenzó a marcar flechas hacia abajo.
Algún vecino habría picado el ascensos.
— Mierda —exclamó Marc—. Alguien se lo ha llevado. Bajemos por las escaleras.Anne puso los ojos en blanco de pensar que debían bajar seis pisos andando, aguantando el dolor punzante de su pierna y cargando con Darla que aún estaba débil. Empezaron a bajar. Avanzaban despacio a causa del agotamiento y las heridas. Marc las ayudó hasta que escucharon dos pisos más arriba el sonido de las puertas del ascensor abriéndose de nuevo y el ruido de pasos que avanzaban por el corredor.
— Hay gente en la planta —les indicó Marc señalando hacia arriba y llevándose el dedo índice a sus labios para indicarles que no hicieran ruido— ¡Vamos, vamos!
Siguieron su camino y escucharon lejanos gritos de las dos personas que acababan de ascender.
— ...carajo qué pasó acá. Mierda...
— ...el rastro lleva hasta el piso. ¡Joder, reventaron la puerta!Continuaron bajando. Dos pisos más y habrían llegado a la salida. Marc las hizo avanzar pegadas a la pared. Recordó el rastro que había indicado por la escalera. Quienes fueran esos hombres podrian seguirles la pista. Una planta más. Se asomó al rellano y vio como unos zapatos negros se enfilaban hacia la puerta de la entrada.
— ¡Inspector Falone! —exclamó el dueño de los zapatos negros— ¿Qué esta haciendo usted perdido por aca? ¿Le mandó el patrón?
— ¿Qué estás haciendo aquí Carlos? ¿No tuvisteis bastante con lo de anoche?
— Hay no mames, ese hijo de puta no tendría que haber estado allá. Nosotros no queríamos hacer daño a nadie.
— ¿Qué pintas aquí —escucharon picar de nuevo al ascensor, que empezó a bajar—?
— Nada pues, os dijeron que Juancho la lió con la hija del señor Rafael no más.
— ¿Con Magda?
— Sí wey. Toño y Pablo subieron a ver que a liado ese cabrón —se abrieron las puertas del elevador—.
— Largaos de aquí —pronunció el segundo hombre según se cerraban las puertas.Marc les hizo un gesto a las chicas para indicarles que había alguien abajo cuando de golpe sonó el teléfono del hombre
— ¿Cómo? ¿Juancho?... Aca no hay nadie... Esta subiendo la rata de la policía esa... va.— Tenemos que bajar —susurró Anne—, la policía esta subiendo. Esto es muy raro.
Bajaron la planta que les quedaba y pudieron ver como un tipo rapado y con tatuajes en los brazos los miraba despectivamente. Avanzaron a su lado y el tipo las miró con aire de superioridad.
— Oye cabrón, ¿Qué vas a hacer tú con estas dos señoritas? —le tiró un beso a Darla, la cuál agachó la cabeza—.
Darla notó como Anne le apretó la mano para que no centrase su atención en ese asqueroso hombre en su camino al portal. Marc tiro del pomo de metal y dejo paso a las chicas manteniendo la puerta abierta.
— ¡Vaya culo bonito tienen las princesas —exclamo el hombre—!
Según acababa la frase pudo fijarse en que la pierna de una de ellas estaba manchada de sangre a la altura del muslo izquierdo y cojeaba. La otra, que le parecía que iba bebida, andaba dando bandazos.
— Oigan, ustedes no van a ningún lado.
El hombre llevó sus manos hacia su espalda, levantando ligeramente su camisa colorida. Marc actuó sin pensarlo y se abalanzó sobre el hombre asestandole un puñetazo con todas sus fuerzas en la cara. El hombre cayo a plomo al suelo al instante.
— Joder, por poco —exclamó Marc—. Vámonos ya.
Salieron a toda prisa a la calle y les golpeó la brisa fresca de la noche. El coche de Marc estaba a escasos sesenta metros. Avanzaron, corriendo lo máximo que sus piernas les dejaban pasando por el lado de un flamante deportivo plateado aparcado sobre la cera. Marc sacó de su bolsillo las llaves del coche y pulsó el botón pulsador de abrir las puertas del vehículo. Darla se sentó delante en el asiento del copiloto mientras que Anne se colocó atrás. Según la puerta de Marc se cerraba, el hombre que habia caído abatido por el puñetazo abrió el portón del edificio y apuntó con su arma al coche.
El primer disparo los puso de nuevo en alerta. Darla y Anne agacharon la cabeza por instinto mientras que Marc hizo una rápida maniobra con la que puso el coche en dirección opuesta a la portería. Las luces de la calle comenzaron a parpadear fuertemente encendiendo y apagando las farolas con intensidad. El segundo disparo que escucharon reventó el cristal de la puerta por la que Anne habia entrado segundos antes. Todos gritaron de sorpresa y temor. Marc, que conducía extremadamente rápido, pudo ver fugazmente como al impacto de la tercera bala contra la chapa del vehículo todos los coches que tenían a su alrededor salieron catapultados varios metros a la redonda. Uno de ellos voló contra unos escaparates que estallaron en pedazos.
Darla perdió el conocimiento en ese mismo instante mientras Marc podía ver como de sus labios brotaba un hilo de sangre carmesí que caía en el salpicadero
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A TIEMPO DE VIVIR
Ficção CientíficaUn extraño efecto de la naturaleza despierta en Darla una fuerza interior que le permitirá hacer lo que siempre deseó. Deberá superar las adversidades a las cuales se enfrenta antes de qué la enfermedad la consuma. Esta historia ha sido creada por m...