No fue hasta el sexto o séptimo tono del teléfono que Daniel despertó en el sofá pasado el medio día y rodeado de botellas de alcohol. Le costaba dormir y encontró en el alcohol el aliado que necesitaba para arrastrarlo a movidos sueños llenos de pesadillas. Tenía la boca seca y con un gusto amargo que la cerveza había dejado en él.
El teléfono volvió a sonar encima de la mesa que tenía frente al sofá. Vio el número que llamaba y lo dejo sonar de nuevo. Fue a la nevera y sopesó acabarse una cerveza empezada que había. Finalmente la tiró al fregadero y se preparó un café doble. Disfrutaba de las vistas desde su apartamento en un doceavo piso en la costa de la ciudad. Le gustaba disfrutar de esos cinco minutos de brisa y soledad frente al mar observando los barcos que iban y venían por el muelle totalmente en calma frente al exasperante tráfico que circulaba a escasos cien metros en las avenidas de la ciudad.
Volvió dentro y se desnudó para hacer el poco ejercicio que podía hacer al día y ducharse. Se dedicaba escasos diez minutos a cuidarse al día. De camino a la ducha el teléfono volvió a sonar.
— Falone —respondió—.
— Señor Daniel, buenos días. Supongo que se acaba de despertar. ¿Cierto?
— ¿Qué quiere?
— Jejeje —rió con aire de superioridad la voz—. El intenso y siempre eficiente inspector Daniel Falone. Mis hombres me comentan que hizo un gran trabajo ayer en el muelle.
— Ya sabe que es siempre un honor —masculló irónico mientras se frotaba la sien y agitaba su melena rubia. Le dolía la cabeza—.
— Le interesará recoger el correo. Estación del Norte. Taquilla 314 señor Falone. Disfrute del día.Se corto la llamada. Dejó su teléfono sobre la encimera de la cocina donde dejaba su placa y su pistola y fue a ducharse.
De camino a la comisaría central el trafico era más denso de lo habitual esa tarde. Había recogido en su buzón del correo un sobre marrón y acolchado con una llave metálica en su interior que depositó en la guantera. La radio indicaba que un extraño suceso había dejado media ciudad sumida en el caos por un apagón que había afectado al trafico. Cambió al reproductor de música de su BMW M3 y se dejó llevar por el ritmo.
Se dirigió a su mesa cuando el comisario jefe le cortó el paso.
— Buenos días Falone, acompáñame —le hizo un gesto con el dedo para indicarle el exterior—. ¿Café?
— ¿Porqué no? No he comido nada.
— No eres muy de madrugones, eh.
— Soy más de ver a las pitonisas de la tele por la noche.Llegaron a la cafetería que había una manzana más abajo, podrían haberse quedado en la granja que había frente la central de policía pero alguien podría haberles visto o peor aún, escuchado, pensó el comisario. Fueron hablando de deporte por el camino, pese que era un tema que a Daniel realmente no le importaba lo más mínimo.
Cuando la camarera les sirvió el café y una empanada rellena que Falone había pedido y se alejó.
— Bien Falone. ¿Que tal fue ayer?
— Me lo preguntas o pasamos directos a lo de darte tu parte?
— Estoy intentando ser cordial Daniel. Tenemos una buena relación, ¿Verdad? Tu te encargas de los informes y yo hago que el departamento mire para otra parte —le irritaba el tono de su superior. Articuló esa sonrisa cínica que le caracterizaba, con la que le hacía parecer como un imbécil sin decirte ni una palabra girando la cabeza y con una mueca de aprobación. Daniel odiaba a ese hombre y a todo lo que le rodeaba— . ¿Y bien?
— Esos cabrones volvieron a pasar la mercancía por el muelle sur. Se cargaron al vigilante de seguridad los muy hijos de puta. ¿Sabes lo que cuesta tapar un homicidio?
— ¿Simulaste un atraco?
— Se me acaban los recursos Charles —dijo Daniel mientras asentía con la cabeza y se estiraba pensativo en su silla—.
— La recompensa seguro que te inspira bastante —chistó—.
— Aún no la he recogido —se incorporó y puso sus manos en la nuca frotándose el cráneo apesadumbrado—. Necesito dejar esto.
— Lo haces bien Falone. Eres un miembro vital para nosotros.
— Estoy harto de mentir y tapar mierdas. Necesito retomar una vida normal.
— Quizás no me hayas entendido Daniel —Se levanto y saco su cartera tirando un par de billetes sobre la mesa —. Eres un miembro importante del equipo, pero no eres imprescindible. Espero el informe cuando acabes. Acábate eso, haces mala cara. — miro el trafico por la cristalera —Parece que con esta mierda de la tormenta solar hoy está siendo un día movido para los muchachos.El comisario Charles Landberg salió de aquella cafetería con su traje azul marino de marca y sus zapatos Louis Vuitton. Odiaba a ese hombre por el poder que ejercía sobre todo lo que le rodeaba. Lo vio alejándose con paso airoso tras los cristales y se imagino disparando a quemarropa en su nuca. Boom, y se acabaron sus problemas. Imposible, jamas acabarían. Había llegado demasiado lejos en los asuntos oscuros de la policía y sabía que cuando llegabas a ese punto sólo se podía salir con los pies por delante, cubierto por una sábana térmica de homicidios y algún agujero de bala en la cabeza o el pecho en el mejor de los casos. Había perdido el apetito.
Volvió a su mesa y encendió el ordenador para rellenar el informe con lo ocurrido la noche anterior. Empezó a escribir cuando otro compañero del departamento, Hans Pou, se sentó sobre su mesa y cogió la foto de su exmujer.
— Oye, algún día tienes que presentármela. Me encantan las pelirrojas.
— Vete al cuerno Hans —dijo mientras dejaba su pistola sobre la mesa a modo de advertencia—.
— ¿Qué pasa Falone? ¿Otra noche movidita —se burló. Sabía de sobra donde había estado la noche anterior porque él le ayudo a llevarse las mercancías de uno de los contenedores del muelle y simular el atraco—?
— Tú no lo sabes Hans, pero es muy difícil satisfacer a tu madre.
— Vete a la mierda capullo.Mientras acababa el informe con la caída del sol al final de la tarde pudo ver como la comisaría se iba vaciando de personal. Todos los agentes habían tenido que salir a apoyar en el control de accidentes y tráfico por el apagón. En comisaría quedaron únicamente el comisario, que hablaba por teléfono con los pies sobre la mesa y un par de recepcionistas que iban recibiendo llamadas continuamente sin parar.
— Daniel, escucha, estamos desbordados —le indicó Maribel, la más mayor de las tele operadoras—. ¿Nos echas una mano con ésto —le pasó una ficha de asistencia—? Ha llamado una chica muy alterada por una pelea doméstica.
— Venga Miri, no me hagas ésto.
— Será una tontería, ya verás.Revisó el documento. Calle Fahrenheit 33. Le sonaba el número, además podría pasar por la estación a por el pago a sus servicios.
— Lo que no haga yo por mi chica favorita.
Cogió su revolver de camino a la puerta de la comisaría.
— Me debes una cena con Naima —y se despidió con un guiño de sus ojos verdes turquesa, tirándole un beso a Maribel justo antes de salir.
— Este rubiales me trae loca —dijo a sus compañeras que empezaron a reír—. Si no os lo quedáis vosotras voy a tener que poner a trabajar estos muslazos.
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A TIEMPO DE VIVIR
Science FictionUn extraño efecto de la naturaleza despierta en Darla una fuerza interior que le permitirá hacer lo que siempre deseó. Deberá superar las adversidades a las cuales se enfrenta antes de qué la enfermedad la consuma. Esta historia ha sido creada por m...