A TIEMPO DE VIVIR

17. Sangre corrupta

Los tres se sentaron en el Mini Cooper negro de Marc y se dispusieron a ir en busca de respuestas. Marc conducía y manipuló los mandos del vehículo para enlazar el sistema de sonido con el de su teléfono móvil. En pocos segundos teléfono y coche estaban vinculados y pudo realizar la llamada desde los mandos que tenía en el volante. Se cortó la música con el pitido que indicaba el inicio de la llamada que se reprodujo por los altavoces del coche. Anne miró la pantalla de la radio y observó que ponía "llamada saliente a tito Paulo" mientras el aire le golpeaba entrando sin freno por la ventanilla rota por el disparo del coche.

— ¡Hola Marc! ¿Qué tal está mi sobrino favorito —la voz del hombre era cálida e irradiaba efusividad y alegría—?

— ¡Tío! ¿Cómo estás? Voy en el coche con unas amigas.

— Hola chicas. Soy Paulo, el tío de este bicharraco de chico.

— Hola —saludaron Darla y Anne al unísono—.

— Tío, necesito que me hagas un favor...

— ¿Qué necesitas?

— ¿Aún trabajas en la mutua, verdad?

— Sí claro, ya me gustaría haberme jubilado pero me tienen bien atado.

— Necesitaría poder ir a ver si puedes hacerme un análisis de sangre o algo así, hace unos días que me encuentro raro y si voy al médico tardarán la vida en atenderme —Darla miró a Marc sorprendida al ver que mentía—. ¿Puede ser?

— Mira, hoy es viernes y están haciendo analíticas a primera hora —señaló Paulo a Marc—. ¿Recuerdas dónde está la clínica? ¿Podrías llegar en menos de una hora?

— Claro que me acuerdo. Vamos de camino para allí.

— Muy bien. Pregunta en información para que me avisen cuando llegues y ya me encargo yo de todo.

— Gracias tío, hasta ahora.

— Hasta ahora Marc, adiós chicas —dijo el tío Paulo con una voz entrañable de buena persona—.

Al colgar la llamada telefónica volvió a reproducirse la música por la radio del coche. Marc acariciaba la rodilla de Darla, que miraba por la ventanilla hacia las pequeñas vistas al horizonte que se filtraban entre los edificios. Anne observaba el pequeño hematoma que la inyección le había producido en la muñeca enfadada consigo misma por haber caído en la droga después de tanta lucha para salir y prometiéndose no volver a hacerlo más.

— Llegaremos en unos minutos. Estamos cerca —anunció Marc—.

— ¿Por qué le has mentido con lo del análisis —indagaba Darla—?

— Prefiero que piense que es algo mío y cuando lleguemos allí ya le explicamos por encima el tema. Deberíamos decirle algo como que te tomaste algo y te sentó mal o algo así.

— Está bien. ¿Podemos poner la radio —preguntó Darla que sentía curiosidad por ver si habían noticias sobre su apartamento—? Estoy preocupada por lo de mi casa. Lo deje allí todo.

La preocupación volvió a rondar la mente de Darla, que no daba crédito a la cantidad de cambios que había dado su vida en menos de veinticuatro horas. Descubrir que tenía extraños poderes, el crimen que había presenciado, el crimen que sin quererlo había cometido, huir de su casa escapando de aquellos matones que les dispararon, reforzar su relación con Marc declarándose a él y ver a su amiga de nuevo drogada. Demasiadas emociones en menos de un día pensó.

— Calma Darla —advirtió Anne desde el asiento de atrás —. Vamos a ver qué ocurre con las pruebas en el médico y a pensar en ti primero, neni. Ya iremos encontrando solución a lo demás.