14_ Confesiones

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Cuatro días eran los que habían transcurrido desde que Alba tenía un lugar estable donde vivir, y le sorprendía lo rápido que tanto ella como su hija consiguieron adaptarse.

No había compartido con la morena más que sus quince minutos diarios en la oficina, pero ya era sábado, por lo cual la estaba esperando para que se quede con la pequeña mientras ella asistía a su segunda sesión de terapia.

- buen día, ¿te da tiempo a desayunar? -Natalia levantó la bolsa con churros que traía en la mano.

- no creo, la verdad -la miró apenada-. Es que no quiero llegar tarde mi segundo día.

- entiendo, además Sabela odia la impuntualidad. Pero al menos coge uno para el camino.

- hecho.

- ¿están buenos?

- sí -habló con la boca llena-. Luz despertará en cualquier momento, que tome su leche y luego ponle los dibujitos o algo, no tardaré mucho.

- sí señora.

- gracias, adiós -salió apurada.

Minutos después la morena se encontraba observando la cuna desde el quicio de la habitación, temía que se despierte y no escucharla. En eso estaba cuando un par de ojitos miel comenzaron a abrirse.

- buenos días, princesa -habló en su tono más dulce- ¿has dormido bien?

- lele -susurró en medio de un bostezo.

- yo aquí queriendo conversar contigo y tú solo piensas en comer, no merezco. -negó con la cabeza.

- lele -repitió.

- que sí, ya te oí, vamos -la cogió en brazos y fueron juntas a la cocina.

- lele -apuntó con su dedito el biberón vacío, por si no había sido del todo clara.

- te he entendido a la primera, ya voy aprendiendo algunas palabras en tu idioma de bebé -alzó las cejas con orgullo.

- mamá -miró a los lados, por primera vez consiente de su ausencia.

- mamá está con la doctora, pero no te preocupes, regresará pronto. Mientras tanto podemos divertirnos las dos, ¿qué quieres que hagamos?

- lele.

- bueno, veo que eres de las que no arrancan el día sin un buen desayuno. Yo soy igual ¿sabes?, que nadie me hable si aún no he bebido mi café.

- atito -señaló los dibujos de su biberón.

- son muy bonitos, aunque ya están un poco gastados de tanto lavado. Tienes suerte de que el único artefacto que sepa utilizar sea el microondas -dijo mientras sacaba la leche tibia y la probaba en su mano, lo cierto es que durante toda su vida siempre hubo alguien que hiciera las cosas por ella, por lo que nunca tuvo necesidad ni interés de aprender siquiera a prender la estufa- Esto ya está.

Luz se divertía jugando con el flequillo de Natalia mientras esta le daba de tomar su biberón sentada en el sofá.
La morena aprovechó la ocasión para analizar sus ojos de cerca, eran idénticos a los de su madre pero a la vez muy diferentes. Unos brillaban llenos de vida, y los otros estaban apagados, llenos de dolor y sufrimiento. Se preguntó cuanto tiempo tendría que esperar para conocerlos encendidos.

- ey, ya te la has acabado.

- ben -se aplaudió a si misma.

- muy bien, sí. Vas a crecer muchísimo porque tomas toda tu leche, y serás una niña muy muy lista -le dio un toquecito en la nariz-. Ahora vamos a cambiarte, que mira que hora es y tú aún en pijama.

Lux Donde viven las historias. Descúbrelo ahora