Capítulo VIII: MacDonnel

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Capítulo VIII: MacDonnel

—E... —Alastair acercó su oído a la boca de la rubia intentando entender que decía. —Eliza.

La condición de la chica había empeorado durante la noche y la fiebre había aparecido. Alastair desesperado había seguido cabalgando sin saber muy bien si iba en dirección correcta.

—¡No! —Mackenzie se movió bruscamente haciéndoles caer del caballo. Alastair se incorporó al ver a la chica retorcerse. —¡Eliza! ¡No!

—Sassenach. —Agitó los brazos de la chica intentando que despertase, pero ella seguía retorciéndose. —Mack, por favor. Abre los ojos. —La chica se calmó y poco a poco abrió los ojos. Alastair sintió que algo se oprimía dentro de él al ver los ojos aguados de la rubia. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla y el highlander rápidamente la quitó acariciando su mejilla.

—Alastair. —La chica susurró agarrándose fuertemente a sus hombros abrazándole. Sus hombros convulsionaron mientras ella sollozaba durante unos breves segundos antes de que dejase de moverse. Alastair la miró viendo que había vuelto a perder el conocimiento.

—¡Mierda! —Volvió a subirse al caballo y se puso en marcha. Una hora más tarde oyó el sonido del trote de unos caballo. —¿Amigos o enemigos? —Susurró para sí mismo. Y trotó en dirección a ellos sin saber que se encontraría al llegar.

***

Hace 22 años...

Condado de White

Llevaban días caminando por el bosque. Días de silencio en los que Isabela lloraba por las noches y callaba por el día.

—¿Cómo aprendiste mi idioma? —Isabela le miró y se encogió de hombros tal y como había hecho ante cada una de sus preguntas. William suspiró. —Mira sé que te duele lo de tu hermana, pero...

—¿Lo sabes? ¿Has perdido alguna vez a alguien tan cercano? —Llevaba tanto sin oír su voz que William se sorprendió de nuevo al escuchar su acento.

—No.

—Entonces no sabes nada. —Sin decir nada más la chica continuó andando. William maldijo y la siguió.

Caminaron todo el día, de nuevo sin decir ni una palabra. William quería acercarse a ella, pero no sabía cómo hacerlo. Al llegar la noche encendieron un fuego y se sentaron para calentarse.

William se quedó mirando las llamas, viendo como estas aparecían y desaparecían fundiéndose con el aire.

—Lo siento. —Se sorprendió cuando escuchó hablar a Isabela. —Siento haberte hablado así y bueno no haberte hablando en estos días.

—No pasa nada.

—Sí que pasa. Yo no soy así. —Isabela levantó y se sentó junto a él. —Mi hermana Elena era la buena, era la que siempre veía el lado positivo. Ella tenía que vivir, no yo. —Una lágrima cayó por su mejilla. Will alargó la mano para limpiarla acariciándola a su paso con suavidad. —Debía protegerla y me acabó protegiendo ella a mí.

—Ella murió y tú viviste. ¿Crees que ella quiere verte sumida en esta tristeza? —Isabela negó con la cabeza. —Antes has dicho que tú no eras así, entonces ¿quién eres tú?

Isabela le miró fijamente y Will le sonrió. No podía explicar lo que sentía, no explicaba la cantidad de pensamientos que pasaban por su mente en ese momento, y no entendía cómo había acabado ese hombre involucrado en su vida; pero la verdad, no podía quejarse.

—¿Por qué estás ayudándome?

—¿Sabes por qué un corazón puede acelerarse de pronto, sin ninguna explicación, solamente por estar en presencia de otra persona?

Sassenach | Highlanders IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora