Capítulo IV: Los nervios de la boda

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Capítulo IV: Los nervios de la boda

—No sé si quiero saber qué estás haciendo. — Nimue se giró lentamente para mirar a Mackenzie, que se asomaba desde la puerta con cautela. Su pie estaba apoyado en la ventana mientras parecía estar anudando las sábanas entre sí. —Espero que no sea un intento de huida, porque eso me convertiría en cómplice.

—Es un intento de evitar que a Elliot le de un ataque porque he destrozado mi vestido de boda que tanto me costó elegir.

Sobre la cama de la chica había un conjunto de telas doradas despedazadas, que unos minutos antes habían formado un precioso vestido. Elliot siempre se quejaba de haber tenido que ver cientos de vestidos hasta encontrar el indicado.

—¿Qué ha pasado?

—Encendí la chimenea y salieron muchas chispas. —La pelirroja señaló el desastre que había alrededor de la chimenea de la habitación. Un gran circulo de cenizas negras decoraba la bonita alfombra. —El fuego se estaba extendiendo y el vestido era lo único que tenía a mano.

—Al menos ha servido para una buena causa... —Dijo Mackenzie en un inútil intento de consolarla.

—¡Que va! Cuando he echado el vestido, el fuego ha crecido.

Nimue se sentó resoplando en la cama y Mack no quiso preguntar como había apagado el fuego finalmente. Por la tela quemada de la cama, la bañera tirada en el suelo y los humedad de la alfombra, podía hacerse una idea.

Unos leves golpes en la puerta hicieron a la chica tirar los restos de vestido por la ventana. Mackenzie abrió con una gran sonrisa falsa que rozaba lo espeluznante.

—¿Está mi prometida? —Mackenzie no respondió y continuó sonriendo. —¿Estás endemoniada?

—No seas molesto, estamos ocupadas. —Nimue asomó la cabeza bajo el brazo de Mackenzie, quien bloqueaba la entrada a la habitación.

El rostro de Elliot pareció iluminarse cuando vio a su prometida. Tenía el pelo despeinado y sus ojos brillaban más que de costumbre. Pronto su cara de felicidad pasó a una de preocupación y cautela que puso en alerta a las dos chicas.

—No te alteres. —Nimue alzó la cabeza y miró a su futuro marido como si fuese un animal a punto de atacarle.

—¿No te alteres? ¿Qué clase de idiotez es esa frase? Solamente el hecho de que me digas eso me altera.

Elliot se pasó una mano despeinando su oscuro cabello y se acercó a su prometida cogiéndole las manos.

—No podemos casarnos en la cabaña.

"La cabaña" estaba localizada en el páramo cercano al castillo. Consistía en una bonita construcción de madera que solía estar decorada con flores que subían por las paredes.

Desde allí se podía escuchar el agua descendiendo por las cascadas del río y el viento meciendo las ramas de los árboles, y si desde sus amplios ventanales mirabas al horizonte, podías llegar a ver el resplandor del sol en el mar bajo los acantilados.

Nimue se había enamorado del lugar apenas lo había visto por primera vez cuando Evander lo construyó para Davina y cuando esta le había propuesto celebrar la boda allí, casi había llorado de la emoción. 

—¿Puedo saber por qué? —Su tono era ligeramente agudo. Se alejó de Elliot para sentarse en la cama enterrando su rostro entre sus manos.

—Serpientes. Hay varios nidos de serpientes.

—¿Serpientes? ¿Vas a dejar que las serpientes se queden el lugar donde íbamos a casarnos? —Elliot le miró abriendo mucho los ojos, preguntándose si realmente iba a tener que luchar contra serpientes.

Sassenach | Highlanders IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora