VI

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—¿Qué hace aquí?


Su voz se oía más ronca de lo normal y algo somnolienta, se aclaró la garganta mientras se sentaba y miraba al hombre que solamente se había girado hacia él para darle una vaga mirada, observó a su maestro con cuidado y frunciendo ligeramente el ceño. Gintoki estaba vestido igual que todos los días en la preparatoria, lo único diferente era que no llevaba su bata o corbata, el resto era exactamente lo mismo. El mayor cerró la revista y la dejó sobre la mesa donde descansaban todos los dulces de su alumno, los miró por unos segundos para después mirar al menor y sonreirle un poco.



—Soy tu profesor, es normal preocuparme por la salud de uno de mis estudiantes.



—¿En serio? Algo me dice que no puedo confiar demasiado en usted.



Al menos me trata de 'usted'...

Soltó una risita haciendo que Hijikata elevará una ceja confundido por ello, luego se levantó de la silla y caminó hacia la cama donde el chico veía cada uno de sus movimientos, ladeó la cabeza y sin dejar de sonreír dirigió una mano a la cabeza de menor. Actuó por impulso pero no se arrepintió cuando posó su mano sobre los cabellos desordenados de su alumno, era una sensación suave y única, acarició un poco antes de desordenarlos y alejarse fingiendo que era una acción habitual.

Se acomodó las gafas y dirigió una vez más su vista a los dulces, Hijikata, dejando el asombro por lo sucedido unos segundos atrás, dirigió su vista al mismo lugar y suspiró.



—Si los quiere, puede llevárselos. No me gustan los dulces.



Murmuró con voz baja mientras se dejaba caer en la cama, soltó un quejido al olvidar que tan lastimado estaba su cuerpo pero no dijo nada más mientras veía como los ojos de su maestro parecían brillar por algo tan simple, elevó una ceja al ver como se apresuraba a la mesa y veía los dulces con seriedad. Tomando la decisión de cuál elegir primero. Sonrió con algo de diversión y luego bufó al darse cuenta de ello, cerró los ojos y usó su brazo derecho como almohada, dándose algo más de altura.



—¿Cómo pueden no gustarte, Hijikata-kun? ¡Los dulces son lo mejor!



El menor volvió a abrir los ojos y los fijó en el hombre que devoraba uno a uno todos sus dulces, apretó los labios evitando que una risa escapara, era muy gracioso ver a un adulto tan fascinado por algo tan simple y casi infantil. Hijikata se acostó de lado, mirando mejor al mayor, Gintoki sintió su mirada por lo que dejó de comer con tanta ansia y miró los ojos azules que parecían estar hipnotizados por él. Se miraron fijamente por unos segundos, los suficientes para que el chico se avergonzara al darse cuenta de lo que hacía y desviara la mirada al techo, el mayor se aclaró la garganta antes de hablar.



—¿Qué te gustaría a cambio, Hijikata-kun? No es justo que me coma todos tus dulces sin darte nada por ellos.



—Mayonesa...


—¿Eh?



—Me gusta la mayonesa.



Gintoki frunció un poco su ceño y luego asintió con aire pensativo, eran gustos poco comunes pero él no era quien para criticar, miró de reojo al chico en la cama. Hijikata le daba ahora la espalda y estaba tapado hasta la cabeza con la sabana, sonrió al verlo de esa forma, no sabía si era vergüenza o solo no quería verlo pero le resultaba inesperadamente tierno. El maestro se despidió cuando sus amigos llegaron a visitarlo, prometiendo verse en clases cuando le dieran de alta y deseándole recuperarse bien.



¡Sakata-sensei! [Ginhiji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora