XIX

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Se removió, sintiéndose tan tranquilo y relajado pero extrañamente algo cansado, recordaba una sensación similar a cuando hacía mucho ejercicio y su cuerpo no lograba seguir el ritmo despertando al siguiente día acabado. Aún con los ojos cerrados se sentó en medio de la cama, su ceño se frunció ante la molestia en su zona baja, un dolor punzante pero fácilmente llevable. Restregó sus ojos y miró alrededor, su habitación estaba en orden y nada parecía fuera de lugar, excepto por el olor que llegaba a sus fosas nasales.



—Huevos con tocino.


Reconoció casi al instante, su voz se oía mucho más ronca de lo normal pero no le importó, estaba acostumbrado o al menos eso creía. Se dispuso a levantarse, notando por fin que estaba desnudo y no solo eso, recordando de golpe lo que había hecho durante el día anterior. Su rostro completo se volvió rojo, alcanzando incluso cuello y orejas, se cubrió el rostro con ambas manos mientras aquellos pensamientos inundaban su mente y adivinaba quien estaría en ese preciso momento haciendo el desayuno.


—Solo actúa con normalidad, Toshiro.


Se dijó a sí mismo en voz baja mientras destapaba su rostro y veía la puerta abierta, suspiró dándose valor y levantándose por fin de la cama, el dolor se hizo un poco más fuerte ante el movimiento pero decidió ignorarlo e ir a la bañera.

¡Por favor!

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¡Por favor!

Tan solo se había asomado a su pequeña e incómoda cocina para saludar pero tan pronto vio la espalda desnuda, bien tonificada y arañada del mayor, su mente voló una vez más a lo sucedido el día anterior. Sus mejillas tomaron rápidamente color pero la vergüenza no fue tan grande como hace unos minutos atrás, respiró hondo y se calmó, ingresó a la cocina por completo mientras fingía normalidad secando su cabello con la toalla que descansaba sobre sus hombros. Se aclaró la garganta antes de hablar.


—Buenos días.


—Oh, ya despertaste. Ven, preparé el desayuno.


Sakata, usando tan solo su pantalón, apagó la estufa y se giró hacia él con una pequeña sonrisa mientras depositaba el contenido del sartén en un plato y luego lo dejaba en el lavaplatos, asintió en silencio. No teniendo mucho espacio o cosas, tan solo se dirigieron a la sala donde el tatami los esperaba, se sentaron frente a frente en silencio. Cada uno con un plato con huevos fritos y tocino, además de un vaso de jugo de naranja, aunque el mayor tenía una caja de leche de fresa. Su ceño se frunció levemente, no recordaba haber comprado nada de eso o tener alguno de esos ingredientes en su nevera, miró a su maestro comiendo tranquilamente y decidió no decir nada al respecto.


—Por cierto, ¿cómo está tu cuerpo?



—¿Eh? B-bien.



—Me alegra escucharlo. Si sientes alguna molestia, dímelo.



¡Sakata-sensei! [Ginhiji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora