XI

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Sus ojos se abrieron de improvisto, sintiéndose fuera de lugar y sin recuerdos previos, como ser formateado o algo por el estilo. Estiró su cuerpo y se enderezó notando que había estado durmiendo sobre la mesa de su pupitre, restregó sus ojos y miró alrededor cuando su vista se aclaró, no estaban los demás. La última clase se había acabado y nadie lo había despertado, sospechaba que era a causa de Sougo, pues tenía un poder extraño para convencer a los demás de ayudarlo con sus bromas.

Era extraño que ni Yamazaki ni Kondou hubieran ido por él pero no lo tomó en cuanta, no era sus niñeras ni nada por el estilo, no tenían por qué cuidarlo o estar con él a todas horas. Se aseguró de guardar todas sus cosas y levantarse, no alcanzó ni a dar tres pasos cuando por fin notó algo inusual, no estaba completamente solo. Tras el escritorio, en la silla del maestro y esparramado como una figura abstracta, estaba Sakata durmiendo.

¿Debería despertarlo?

Estaba congelado en su sitio mientras sus ojos iban de su maestro a la salida y viceversa, no podía moverse, no podía pensar con claridad. Desde aquel intento por besarlo, había decidido no solo poner una distancia segura, sino también ser cuidadoso y pensar antes de hacer el más mínimo movimiento que tuviera que ver con el mayor. Lo vio removerse incómodo en su lugar y fruncir el ceño, en realidad le sorprendía que pudiera dormir ahí y de esa forma, ni siquiera sabía como describirla.



—Oiga...


Llamó con la voz un poco baja mientras daba tan solo un paso en su dirección, hubo un nuevo movimiento y una queja pero seguía durmiendo, suspiró pasándose una mano por el rostro y mirando el techo. ¿Realmente tendría que acercarse más? No quería cometer el mismo error y sabía que algo sucedería si se acercaba de más, lo sabía, realmente lo sabía y aún así... Caminó rápido y sin importarle hacer ruido, se acomodó al lado del mayor y le golpeó un hombro con fuerza, haciéndolo saltar en su lugar, despertar por fin y soltar un quejido por el dolor.



—¿Hijikata-kun? No deberías tratar así a un viejo.


—Como sea.


Murmuró malhumorado, ocultando la vergüenza mientras evitaba una vez más su mirada y se disponía a caminar a la salida, se detuvo al escuchar como el mayor suspiraba de forma exagerada. Elevó una ceja y lo miró sobre su hombro, quedó petrificado al ver como el mayor lo apreciaba de forma divertida y sonreía un poco, recargado sobre su escritorio y chupando una paleta que no sabía de donde había sacado. Frunció el ceño mientras se giraba hacia él, apretando las correas de su maleta, manteniéndose a una distancia prudente y siendo lo más serio posible.



—¿Qué es tan divertido?



—Nada. Es solo que tu actitud es un misterio para mí, sueles mirarme mucho, pero pareces odiarme. 



—¿Qué? Yo no...



—¿Lo vas a negar, Hijikata-kun?


Apretó los labios y desvío la mirada al suelo, no sabía como más actuar, era la primera vez que se sentía de esa forma. Más allá de ser un hombre o su maestro, era la primera persona en lograr eso. Ocultaba sus sentimientos bajo una máscara de odio. Sakata soltó una risa baja, se levantó llevando la planilla que muy pocas veces usaba y caminó hasta él, se paró frente a frente y lo miró con intensidad. No había gracia alguna en su rostro, no había alegría, no había diversión, no había nada. Era esa inexpresión que siempre lograba poner a la mayoría nerviosos pero deseosos de saber más.



—Hijikata-kun.



Lo llamó con voz baja y un toque seductor, alzó la vista de inmediato hacia él, sus ojos abiertos en sorpresa y su cuerpo inmóvil. Sakata lo había tomado de su nuca y sin vacilación alguna había unido sus labios, un beso rápido, casto.

¡Sakata-sensei! [Ginhiji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora