V

241 43 19
                                    

Había perdido a los tres chicos en algún punto de ese largo camino, aún no entendía que hacían por una zona tan solitaria, las bodegas le entregaban una sensación extraña mientras caminaba en medio de ellas. Sus ojos giraban de un lado a otro, se sentía un poco paranoico pero estar en lugares así le causaban esa sensación, además de sentir preocupación por los alumnos. ¿Estarían metidos en cosas peligrosas? ¿Qué hacían exactamente allí?

Sus oídos se agudizaron al percibir unos sonidos extraños no muy lejos de ahí, eran varias voces, se oían animadas. Apresuró el paso, esquivando hábilmente a todos aquellos con los que se cruzaba, le daban mala espina ver hombres vestidos de forma tosca y cargando bates o armas. No era estúpido. Había escuchado rumores sobre grupos que se reunían por esa zona y llevaban a cabo acciones extrañas, lugares perfectos para pandillas. Logró dar con la bodega indicada, de la que salían gritos y ovaciones, tal vez había llegado para alguna celebración.

No habían muchos lugares desde donde pudiera mirar bien, así que decidió subir al techo, ubicandose en el tragaluz y sosteniéndose con fuerza mientras sus ojos se forzaban por ver lo que sucedía ahí adentro. Gintoki a veces era tentado a dejar su empleo y buscar uno nuevo, a veces creía que esa no era realmente su vocación y que tal vez podía iniciar una nueva vida, una más simple. A veces simplemente deseaba no preocuparse tanto por sus alumnos y así no inmiscuirse de más en sus vidas privadas.

¿Qué debería hacer?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Qué debería hacer?

Esa no era una pregunta válida para alguien en su posición, lo sabía y aún así no podía moverse de su lugar, viendo como le daban una horrible paliza a su alumno más problemático. Despeino sus cabellos con desesperación, no era precisamente débil pero bajar y enfrentarse a un grupo entero para salvar a sus estudiantes era un suicidio, él valoraba su vida. Tenía otra opción, llamar a la policía pero esta tardaría en llegar, causar una distracción para que pudieran huir pero por como iban las cosas resultaría imposible.

Desde su lugar no lograba escuchar bien, añadiendo el ruido de la multitud, pero lo poco que lograba entender era que Hijikata estaba en aquella situación no por beneficio propio, sino por el de sus amigos. ¿Debía intervenir? Lo más razonable, sí, pero eso no ayudaría al chico. Era claro que quería dejar lo que tanto lo acomplejaba y solo podía conseguirlo con esa lucha, lucha que ya podía dar por perdida, pues estaba golpeado y sangrando mientras se esforzaba por levantarse del suelo.



—¿Qué pasa, Hijikata? Si no logras darme un golpe, nadie saldrá de aquí.



La voz de aquel hombre sobresalía con gran facilidad por sobre las demás y ni hablar de que todos parecían callarse al notar que él iba a hablar, se mordió el labio inferior mientras veía a su alumno en el suelo, jadeando y temblando. Lo vio escupir una combinación de sangre y saliva antes de soltar una amarga risa, descolocandolo no solo a él, sino también a todos los que los rodeaban y observaban. Hijikata hizo un esfuerzo para colocarse de rodillas, mirando al mayor con una sonrisa de lado, luciendo increíblemente confiando y divertido.



¡Sakata-sensei! [Ginhiji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora