El día de la graduación llegó para los de tercero, por lo que se permitían tener un tiempo libre los demás alumnos y él estaba aprovechando ese tiempo, durmiendo hasta tarde como nunca solía hacer. Sin la necesidad de una alarma, se levantó casi al medio día, estiró su cuerpo y se dirigió a la cocina con los ojos entrecerrados. Parecía aún estar dormido. Abrió la nevera y tomó la botella de leche, no se molesto en servir en un vaso, bebió directamente de la boca de la botella y la devolvió a su lugar.
Un baño...
Pensó con fastidio mientras se dirigía a hacerlo, tras asearse y cambiarse notó algo extraño en su ropa, era una sudadera completa (saco y pantalón) y le quedaba bastante más holgada de lo usual. Frunció el ceño recordando que en realidad la única sudadera que tenía era la de la preparatoria, su expresión se tornó sorprendida cuando comprendió por qué la tenía y a quien pertenecía, luego se ruborizó. Salió de su estado de vergüenza al escuchar golpes en su puerta, suspiró yendo a abrirla.
Unos brazos lo tomaron por sorpresa, envolviéndolo con algo de fuerza pero transmitiendole un cariño y calor únicos, se relajo al reconocer el cabello platinado de quien ocultaba el rostro entre su cuello y hombro. Tal vez debería comenzar a mirar antes de abrir la puerta. Retrocedió unos pasos sin romper el contacto, lo suficiente para cerrar la puerta, luego acarició la espalda del mayor con una mano y hundió los dedos de la otra en los cabellos rebeldes. Se quedaron de esa forma hasta que el menor sintió que debía hablar, usando un tono de voz suave y preocupado.
—¿Gintoki, estás bien?
—Hueles bien.
—Eso no fue lo que pregunté.
Murmuró con las mejillas levemente rojas mientras detenía las caricias y lo alejaba con paciencia, acunó el rostro contrario entre sus manos y lo miró fijamente a los ojos, el azul brillaba con fuerza mientras exigía una respuesta en silencio. Los vino-tinto no rehuyeron, se quedaron fijos en los suyos pero luciendo increíblemente fríos y vacíos, por un momento llegó a preocuparse en serio pero la preocupación se volvió molestia cuando Gintoki comenzó a reír. Toshiro se alejó por completo bufando y rodando los ojos, sintiéndose increíblemente tonto por caer en los juegos infantiles del mayor.
—No te molestes, Toshi. Es lindo ver que te preocupas por mi, además esa sudadera te queda muy bien.
Habló con tono sensual mientras caminaba tras él e intentaba abrazarlo por la espalda, Toshiro lo esquivó e ignoró, dirigiéndose a su habitación para acostarse de nuevo. Aunque lo que más quería en ese momento era ocultar su rostro sonrojado, no solo por las palabras del contrario, sino también por la forma en que estaba vestido. Gintoki usaba un traje negro, camisa blanca, corbata a rayas, sin gafas y peinado hacia un lado. Era la primera vez que lo veía de esa forma y se veía demasiado bien, tanto que la molestia por ser engañado había pasado a ser algo completamente diferente.
Debía controlar sus hormonas adolescentes.
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¡Sakata-sensei! [Ginhiji]
RomanceÉl es un maestro flojo. Él es un alumno rebelde. ¿Cómo terminará su historia? >Ni los personajes ni las imágenes me pertenecen. Solo la historia. >Es Gintama, así que no le busquen mucho sentido.