Había pasado una semana desde el incidente con Alex en su oficina. Ander ya no sabía cómo evitarlo, su primer instinto fue gritarle en la cara lo gilipollas que era, y rompersela por decirle a Rebeka de sus encuentros.
Pero no era la culpa de Alex, era la suya, eso le pasaba por dejarse llevar.
Y que fuera hermano pequeño de su mayor socio comercial también tenía algo que ver.
Pero eso se acababa mañana, mañana se inaguraba el hotel que era oficialmente su primer proyecto de principio a fin. Este bebé era el fruto de tres años de trabajo duro.
Había conocido a Mario gracias a Ventura, éste había heredado de sus padres una cadena hotelera muy exitosa en toda España. Se le hizo un tío muy guay, y lo admiraba, hacia 10 años que eran huérfanos, y con solo 20 años le tocó ponerse al frente de su empresa, y sacar adelante a Alex, que solo tenía 10 años cuando la tragedia tocó sus puertas. Alex era todo lo contrario a Mario, despreocupado y rebelde, iba por la vida como un papalote, pero eso hacia que su hermano le protegiera con más fuerza.
Le había pedido a Ander que lo involucrará en el proyecto, puesto que quería que aprendiera, y al ser solo un año más chico que él, esperaba que se llevarán bien.
Y terminaron llevándose más que bien.
El rizado se sentía muy culpable, pero es que una vez que habían empezado, no podían parar. Le gustaba mucho, sexualmente hablando, follaban espectacular, y era un chico con el que podía platicar de muchas cosas, sería uno de sus mejores amigos si no estuvieran follando. La primera vez que pasó se sintió fatal, pero después de eso se fue haciendo más fácil, siempre supo que iba a durar muy poco, jamás le duraban las ganas con las personas con las que solo era sexo.
Y aunque el sexo era alucinante, no era nada comparado con la sensación que tenía en el pecho cuando llegaba a su casa. Saber que sus padres le esperaban ahí de nuevo era bueno, pero saber que su hija esperaba todos los días en la ventana por él era la mejor sensación que había sentido. Lo que Rebeka le daba era más que sexo, era una familia, un lugar al cuál regresar y llamar hogar.
Follarla era increíble también, lo hacían dos veces al día, y a veces más, nunca podía tener suficiente de ella, jamás se iba a cansar de su cuerpo, de hacerla gemir y ver su cara cuando alcanzaba el orgasmo. Pero era muy diferente que lo que tenía con Alex.
Sin embargo de una cosa estaba seguro, no importa con quien tuviera sexo, solo amaba a la pelinegra de ojos azules que le había dado el mejor regalo de su vida. Y eso no podía cambiar.
Una semana. Solo pensaba durar una semana más con Alex antes de mandarlo al carajo. Pero el menor se había enamorado de él, y terminó por contarle la verdad a Rebeka. Nunca imaginó cuál sería su reacción, en su mente ella jamás se iba a enterar de esa mierda. Pero se enteró, y se enteró de la peor manera, los vio en su oficina.
Cuando no apareció despues de verlos Ander pensó lo peor, y entonces si miles de escenarios se formaron en su cabeza. Su novia era muy depresiva, tenía antecedentes de intento de suicidio, era autodestructiva. Y nunca se le ocurrió eso antes de engañarla.
Y eso mismo le cruzaba por la mente ahora, que estaban cenando en familia, siempre se hacía el propósito de cenar con toda su familia, pero desde que Rebe los descubrió era su máxima prioridad, no podia perder lo que tenía, sin embargo las cosas iban cambiando, y todo el arrepentimiento cayó en el ojimiel. No debió de hacerle daño, iba a perder lo que más amaba por qué no podía mantener su polla en los pantalones.
Durante una semana había visto al amor de su vida marchitarse lentamente otra vez, actualmente se encontraba moviendo sus guisantes de un lado al otro, cuál niña pequeña. Incluso su hija que era niña pequeña, había acabado su porción.
ESTÁS LEYENDO
Siempre en mi mente
General FictionNovela inspirada en los personajes de Élite. Parte de sus historias de la serie, pero adaptadas a un universo alterno