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Rebeka disfrutaba muchas cosas en la vida, pequeños detalles que hacían la diferencia,que la ponían súper contenta, pero nada la hacía tan feliz como las cosas que podía hacer con su hija. Aunque ya estuviera un poco grande ( tenía 6 años) no podía dejar de tratarla como una bebé. Le hacía recordar la felicidad en las cosas simples cuando son con las personas correctas, como ahora, cuan feliz se sentía en algo tan simple como un baño. Estaban en la bañera ambas, jugando con la espuma y soplando burbujas, y nada podía hacer sentir mal a Rebeka, al contrario, era como si no hubiera descubierto nada

Le pidió a su empleada que le subiera la cena, no creía que fuera cómodo que su hija conviviera con los extraños, así que optó por salvarla de esa situación, aunque a Ander no le pareció.

Cuando Gaby, su empleada, subía con la bandeja le preguntó por su hija y novia.

- Me han dicho que les suba la cena señor - le contó. Esto molestó al rizado, francamente no entendía por qué su novia parecía ser todo, menos hospitalaria con sus amigos.

- Bueno, diles que tienen que bajar a cenar - ordenó. La chica asintió y dejó la bandeja de lado para ir por las chicas.

- No es necesario Ander, tu hija debe estar súper cansada - Amélie era la más compresiva del grupo.

- Tiene que acostumbrarse poco a poco a ustedes, y encerrada en su cuarto eso no va a suceder.

- Yo creo al igual que Amélie que está muy cansada hijo, además que si tus amigos van a vivir aquí, seguro que la pueden conocer más después.

- Bueno, solo estoy asegurando me que no se le haga costumbre cenar en su cuarto. Ya sabes cómo es...

Minutos después bajaba Rebeka hecha una furia, venía con una blusa muy grande y unos pequeños shorts abajo, no se iba a cambiar por un puto capricho de Ander, su hija si venía en su pijama, con el cabello aún muy mojado, al igual que su madre.

Se acercó al comedor con su niña en brazos y el rubio alto no pudo evitar soltar un comentario ingenioso.

- Fuck, que bonitas piernas - su novia le pegó en el brazo, y el silencio incómodo se hizo en la mesa.

- Gaby, trae un pedazo de pizza para Leonora y leche tibia por favor - la ojiazul ignoró el comentario del amigo de su novio, por su bien, estaba ignorando todo.

Leonora no había heredado mucho de ella, en su actitud y en su físico era muy parecida a su padre, con excepción de sus ojazos azules claramente. Pero había algo que Leonora si tenía, no como hija de Rebeka, si no como mujer en general, y era que sus celos eran evidentes.

La niña adoraba a su padre, le parecía lo más bonito de su vida, y tenía totalmente el síndrome de Edipo, estaba enamorada de él. Así que bueno, si no le parecía que su madre tuviera su atención, mucho menos le parecía que hubiera otra mujer en el juego, sea su amiga o no, estaba molesta por la presencia de Amélie en su vida. Así que al igual que Rebeka jugaba a ignorar a Ander

- Y cómo te fue en tus mini vacaciones princesa? - su padre preguntó, y de repente parecía que el llavero de Miki Mouse en su mano era la cosa más interesante de la historia. Su madre sonrió orgullosa, siempre había tenido un problema en la falta de disciplina de la niña, pero Ander y sus padres insistían que era una exagerada. Pues he aquí su exageración.

- Leonora, estoy hablándote - la niña lo miró con el ceño fruncido.


Rebeka solo tenía una sonrisa feliz en la cara. Justicia divina le decía ella.

El padre joven entendió todo, por qué ya no hubo más preguntas, y la niña se la pasó abrazando a su mamá, vamos que Rebeka entendía por qué no se le podía negar nada, estaba de cariñosa y ella le quería dar todo lo que quería. Al final la cena solo había sido besos y abrazos de la niña a su progenitora, y se fueron a dormir después de un rato.

Siempre en mi menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora