C A P Í T U L O VI

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D I C I E M B R E,  1 9 5 2

Frank se encontraba en un tibio y destartalado apartamento, lleno de muebles, decoraciones y trofeos de boliche. En la cocina, Jamia lavaba un montón de trastes sucios mientras su madre, la señora Nestor, estaba sentada en el comedor junto a Frank. Ella sacó el termómetro de la boca del castaño y lo coloca contraluz para poder leerlo.

– ¿Qué número sale? Dios, no puedo leerlo ¡Mis ojos! – Dice la señora Nestor refiriéndose al termómetro.

– Noventa y ocho coma seis. Perfectamente normal. No tengo fiebre.

– Ya oíste ma', no tiene fiebre.

– Mis ojos son los que están fallando, no mi vista ¿Quieres un plato de fideos, Frankie? Te guardamos uno grande para ti.

– La verdad, no tengo mucha hambre.

– Pensé que eras más astuto Frankie – Lo dice en tono de broma, pero en realidad no está bromeando – Tú sabes que esa no es la forma de ganarse el corazón de una mujer.

Jamia y Frank intercambian una mirada. Jamia se sentía tan avergonzada por su madre.

– Ma' detente ya.

– ¿Qué? ¿Qué detengo?

El padre de Jamia, el señor Nestor, aparece en la puerta de la cocina. Él viste una camisa de boliche y lleva una bolsa de bolos con él.

– Hey, Frank, apareciste. Qué bueno, estaba cansado de escuchar a Jamia quejarse. Hazme un favor y siéntate a su lado por un rato – La castaña se puso aún más sonrojada, si es que se podía.

– Vamos ¿Qué es esto? ¿La inquisición?

– Está bien, voy a comer – Dice Frank en un intento de calmar la situación.

– ¡Ese es mi chico! – Exclama la señora Nestor mientras le pellizca una mejilla.

Ella se levanta a prepararle un plato. Jamia y Frank vuelven a intercambiar una mirada. Ella aprecia su cooperación.


Más tarde, en la habitación de Jamia, ambos se encontraban sentados en la cama. Frank sostiene una caja envuelta que Jamia le había pasado para que la abriera.

– No la puedo abrir ahora. Aún faltan unos días para navidad.

– Pero quiero que lo hagas – Dice su novia mientras se encoge de hombros – Estoy impaciente.

Frank desenvuelve el paquete y abre la caja. Adentro habían folletos de Francia, y dos boletos para un viaje. La fecha de partida era el primero de marzo de 1953. Se quedaron en silencio por un momento.

– Jamia... ¿Qué es esto?

Jamia sonríe de forma radiante, toma uno de los boletos que sostenía su novio.

– Bueno, este de aquí es mío. Pensé que de alguna forma sería más romántico que fuéramos juntos.

Frank observa el ticket en su mano, toma uno de los folletos lleno de imágenes de Paris y de lugares turísticos.

– Jesús, Frank, podrías alegrarte un poquito ¿No? No todos los días te dan un viaje a Europa como regalo de navidad – Frank se voltea a mirarla.

– Se supone que iríamos en Julio.

– Lo sé, pero- mira, te lo iba a contar en Navidad; recibí un ascenso en Frankenberg's, asistente de gerente en la sección de camas – Frank sólo la observa, sin ser capaz de decir ni una sola palabra – Es un gran ascenso. Y me están ofreciendo que me tome el mes de marzo libre, me pagaran las dos semanas. El verano es una estación muy pesada para ellos y-

– No puedo ir en marzo.

– ¿Por qué no? Te retiraras la siguiente semana. No es como si tuvieras grandes planes – esto último claramente molestó a Frank y Jamia se arrepintió de haberlo dicho – No quise decir- Frankie, ya sabes que quiero lo mejor para ti y- bueno, pensé que te gustaría ir a Francia. Conmigo. Y me imaginé... que demonios, cuanto antes mejor.

– Quiero ir. De verdad – Suspira – Sólo que es- pronto. Marzo.

Se quedan en silencio. El castaño guarda los folletos y el boleto en la caja y la vuelve a tapar.


Frank se estaba bajando del taxi ya de noche llegando a su departamento, entró al edificio y subía muy silenciosamente las escaleras de caracol para llegar a su piso. Cuando llega a la entrada de su apartamento, el teléfono de su nivel empieza a sonar. Frank se voltea, suspira, y se dirige a contestar.

– ¿Hola?

La puerta de uno de los departamentos se abre, una de las vecinas de Frank dirige su mirada hacia donde está él.

– ¿Sabe qué hora es señor Iero?

– Lo lamento- es que empezó a sonar...

No muy complacida, su vecina se vuelve a su departamento y cierra con un portazo. Frank coloca su atención en la llamada nuevamente.

– ¿Hola? – Nadie responde.

Mientras tanto, en la casa de Gerard, él se encontraba en la otra línea fumando un cigarrillo, exhala.

Rápidamente Frank se da cuenta de quien está del otro lado. Cierra sus ojos cuando pronuncia:

– Gerard.

El mayor se toma un tiempo antes de responder.

– Me comporte... horrible, el otro día ¿Me podrás perdonar?

– Sí... Digo... No es-

– Entonces tú- podrías- dejarme verte... ¿Mañana en la tarde?

– Sí... sí. Me gustaría... conocerte. Creo. Ósea, preguntarte... cosas. Pero no estoy seguro si tú también quieres eso.

– Pregúntame lo que quieras. Por favor.

Frank cierra sus ojos. Se quedan en silencio. Pero rápidamente esa tranquilidad se ve interrumpida por un grupo de jóvenes entrando al edificio de Frank, parecían eufóricos e intoxicados. El castaño los queda mirando desde arriba en su lugar, se separa un poco del teléfono para asomar su cabeza. Cuando vuelve a colocar el auricular en su oreja nota que Gerard ya colgó.


A B R I L, 1 9 5 3.

La fiesta ya estaba mucho más movida, con mucha más gente, más risas y más alcohol.

Frank miraba por la ventana, estando cerca de un pequeño grupo de gente que charlaban entre ellos, entre esa gente se encontraba el hombre con quien había compartido miradas anteriormente, eventualmente se enteró que su nombre era Thomas. Frank intenta mirar al rubio sin que una de las invitadas de la fiesta que conversaba con él se diera cuenta.

– Iré a buscar algo para beber ¿Vienes?

– Después, no te preocupes – Frank le dio una sonrisa y la chica de la cual no recordaba bien su nombre se alejó. Instancia en que el rubio aprovechó para acercarse.

– ¿Eres amigo de Brian, no?

– Sí, así es. Y también de Pete.

– ¿No me vas a preguntar que cómo sé eso?

– ¿No son la mayoría de invitados aquí amigos de Brian?

Thomas le sonríe, murmurando un 'touche'. Frank sonríe también, perdiéndose un poco, disfrutando el coqueteo sutil.

– Ya veo por qué Brian habla tan bien de ti.

– ¿Ah sí?

– Oh, definitivamente. Se nota demasiado.

– ¿En serio? ¿Qué notas? – Thomas lo mira de pies a cabeza.

– Gran... potencial.

El rubio le acerca una cerveza, y ambos beben normalmente. Frank sonríe, disfruta de cierta forma la atención de Thomas, pero aun así no puede sostenerle la mirada por mucho rato, algo en su forma atrevida de ser lo desconecta un poco del momento, de la fiesta...

GERARD// frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora