C A P Í T U L O VIII

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D I C I E M B R E, 1 9 5 2.

Los golpes en la puerta del apartamento de Frank se hicieron presentes esa misma noche.

El más bajo asoma su cabeza del baño y le echa una rápida mirada a la habitación. Se apresura más en reacomodar su cabello y estirar su camisa. Al mismo tiempo en que se dirigía a abrir la puerta, se asegura por última vez que el disco de Billy Holiday descansaba bajo su almohada, y aprovecha de encender el fonógrafo, "Smoke Rings" de Les Paul y Mary Ford empezaba a sonar. Echa un último vistazo a su ahora ordenado y limpio departamento, y procede a abrir la puerta.

Es Gerard, con la maleta en el suelo a un lado de él.

– Tu recepcionista me dejó entrar.

El pelinegro enciende un cigarro. Frank no podía hacer nada más que observar por el momento, hasta que nota el equipaje que Gerard intentaba empujar con su pie hasta atravesar el umbral de la puerta.

–Feliz Navidad – Dice el mayor mientras lo mira – Ábrela.

Frank se inclina para poder abrir la maleta. Dentro había una nueva cámara fotográfica y un montón de rollos de película.

Más tarde, Gerard se encontraba mirando las fotografías sacadas por el menor. Se toma su tiempo, realmente examinándolas. Frank lo observa, intentando no presionarlo, no queriendo mostrarse tan ansioso por su opinión. El pelinegro se acerca a la fotografía que Frank le había tomado cuando fueron a buscar el árbol de Navidad, se encontraba colgada en la pared en ese momento. Al mayor le conmovía la primacía del lugar que el más bajo le había otorgado.

– No es tan buena. Estaba apresurado al momento de tomarla, digo... Podría hacerlo mejor.

– Es perfecta.

Apoyándose contra la mesa del lugar, Gerard se fija en una pequeña foto con su respectivo marco, la toma entre sus manos y se da cuenta de que es Frank, a sus cinco años en la escuela.

– ¿Eres tú?

– Sí.

Vuelve a colocar el cuadro donde estaba, de una forma un poco abrupta, y se dirige a la cocina y parcial cuarto oscuro del más bajo. Al ver la foto del castaño de pequeño no puede evitar que los recuerdos de su hija vengan a él.

– ¿Guardas algo en la nevera además de lo químicos para las fotos? Me siento algo...

– Claro – Lo interrumpe el menor.

Frank abre el refrigerador, donde encuentra un par de cervezas. Se voltea para encontrarse a Gerard un poco más lejos de donde estaba, visiblemente luchando contra las lágrimas.

El castaño se congela por un momento, sin saber exactamente qué hacer. Se acerca a Gerard pero vacila un poco antes, mirando las cervezas que tiene en la mano antes de dejarlas en el mostrador.

Ahora se aproxima cautelosamente, poniendo tentativamente su mano en el hombro del pelinegro, acariciándolo un poco. De forma muy calmada, y aun de espaldas, Gerard empieza a llorar. Él baja la cabeza a medida que Frank se acerca más.

Ambos se encontraban en la azotea del edificio mientras bebían tazas de café, Gerard deambulaba por el perímetro de la terraza mientras que Frank se sentaba en el borde, observando el panorama. No era una gran vista, pero podían ver las puntas de los impresionantes edificios, las luces, el cielo nocturno nublado.

– Hay algún punto en que puedas, no lo sé... ¿Apelar?

– ¿En la orden? – Cuestiona Gerard mirando desde su lugar al castaño – No.

GERARD// frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora