C A P Í T U L O XI

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E N E R O, 1 9 5 3.

La luz de la mañana se filtra a través de las cortinas cerradas, mientras que Frank, aun acostado con su espalda desnuda descubierta, observaba a Gerard empacando para poder continuar viajando por el resto del día. Aunque repentinamente sentía que este día, todo cambiaría, el mundo estaba diferente.

– ¿En qué ciudad estamos?

– ¿Esta? Es Waterloo ¿No es eso horrible? – Responde el mayor sonriéndole.


Más tarde, Gerard se encontraba en la oficina desierta del lugar, decorada con botellas vacías y una barata ornamentación de año nuevo. El pelinegro buscaba a su alrededor por algún empleado al mismo tiempo que sonaba la campana de la entrada. Una mujer anciana pasa por detrás del escritorio, ocupaba un sombrero de fiesta.

– ¿Usted es uno de los que se hospeda en la habitación treinta?

– Así es.

– Hay un telegrama para usted.

La mujer dejó por un rato la habitación y volvió con el telegrama. Se lo entregó a Gerard y este lo abrió rápidamente. Su rostro decayó gravemente mientras lo leía, no eran buenas noticias.

– ¿Cuándo llegó esto?

– No tengo un reloj, caballero. Pero fue temprano, siete, nueve, quizás.


Gerard sale corriendo de la oficina, deshaciendo los restos irregulares de nieve que había en su paso, Frank lo esperaba recargado en la puerta del auto con sus pertenencias, notando la extraña actitud del mayor. Gerard abre la puerta del conductor, buscando desesperadamente algo que no ve y al no encontrarlo, cierra de golpe. Él corre hacia la cabaña que acaban de desocupar y sin esperar abre la puerta, pero casi de inmediato sale nuevamente, cerrándola de golpe. Se veía furioso.

– ¡Gerard! ¿Qué demonios? – De pronto el pelinegro parece recién notar la presencia del menor.

– ¿Dónde está mi maleta?

– Gerard- relájate ¿Qué te sucede? – El más pálido pierde la paciencia y golpea la parte superior del automóvil.

– Quiero mi maldita maleta.

Gerard se adelanta a abrir el maletero, pasando a llevar un poco al menor quien se encontraba en su camino. Por fin encuentra su equipaje, lo abre y empieza a buscar desesperadamente dentro de él. Encuentra la pistola. Frank se adelanta y se posiciona frente a él, bloqueándolo de pasar.

– ¿Qué estás haciendo con eso? Gerard ¡¿Qué sucedió?! – Exclama el más bajo totalmente confundido, pero Gerard no responde a sus preguntas y en cambio lo empuja un lado.

Va rápidamente a la habitación continua a la de ellos y golpea de forma escandalosa.

– ¡Abre la maldita puerta! ¿Me oyes? ¡Ahora mismo!

Frank va también hacia la puerta para unírsele al mayor.

– Gerard, me estás asustando, no puedes-

– Quédate lejos, Frank.

Gerard gira la perilla que se encontraba sin seguro. Abre completamente la puerta entrando a la habitación apuntando con la pistola. Kim Shields se encontraba dentro, vistiéndose, terminando de calzarse los pantalones. Agarra sus gafas de una mesa y se las coloca en la punta de su nariz. En la cama, que se encontraba aun sin hacer, está su gran maleta negra, abierta para revelar una elaborada grabadora de carrete a carrete junto a sofisticados micrófonos. Frank mira fijamente al equipo, aun sin comprender. El mayor amartilla su pistola y asume la posición de disparo, apuntando directamente a la cabeza de la mujer.

GERARD// frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora