Los Hijos de la Diosa Madre

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CAPÍTULO XXVII

LOS HIJOS DE LA DIOSA MADRE

ROBIN

Estaba aturdida, adolorida y enojada.
Muy enojada.
Pero no podía hacer nada con el pie en esas condiciones deplorables.
Cuando Kamal la volvió a dejar sobre el sofá de la sala de aquel pequeño departamento, solo su padre y Valentina estaban presentes con el aroma a pan quemado invadiendo el ambiente.

Unos gritos provenían de lo que parecía ser la cocina.

Kamal desapareció por el pasillo para ir a ayudar con lo que fuera que hubiera ocurrido y entonces se quedó sola con Noah y la mujer.
Al verlo, su pecho se apretó, pero él le sonrió con ternura. Se veía más demacrado y viejo de lo que jamás lo había visto.
Si ella le había causado eso no quería ni pensarlo, ya tenía demasiadas culpas sumadas a su consciencia.

—¿Qué te ocurrió? —le preguntó él con suavidad viendo sus dedos sangrantes y el tobillo inflamado.

—Me tropecé —respondió avergonzada. Valentina le colocó una mano en el hombro, Robin se sobresaltó.

—¿Quieres un café o algo para comer? Están preparando el desayuno —le ofreció, ella arrugó la nariz.

—¿Eso es lo que huele? —Entonces apretó la boca con dolor al sentir la tensión en su pierna—. Un té estaría bien, gracias —murmuró avergonzada, sin mirarla.

Cuando la mujer desapareció por el pasillo Noah se sentó a su lado y le cogió la pierna con cuidado, Robin protestó con un chillido dolor.

—Tienes el tobillo esguinzado—observó mirando la pierna de su hija con detención—, y el dedo meñique está fracturado.

Con la sangre brotando de sus uñas ni siquiera quiso mirar en el estado que estaba su dedo.

—¿Cómo puedes saberlo? ¿Me llevarás a un hospital? —preguntó adolorida, pero para sus sorpresa, él sonrió enigmático.

—Prometí no guardarte más secretos —dijo con una mueca graciosa mientras le recogía el dobladillo del pantalón. Ella volvió a quejarse al sentir una puntada que le llegó hasta la rodilla—. Quiero que desde ahora sepas realmente quién soy, y, aunque sé que no es fácil de asimilar, también quiero ayudarte a entender todo esto —sus ojos se aguaron levemente—. Si lo hubieras sabido desde niña nada de esto habría ocurrido y tu cordura no estaría en juego tesoro... pero aún queda tiempo para remediarlo y de verdad lo quiero intentar.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó temerosa. Noah le sonrió con suavidad.

—Sanar tu pierna, como tantas veces sané tus heridas de niña —le explicó con cautela—. Por eso jamás descubriste por qué te recuperabas tan rápido de las caídas.

Crossroads • A Través del Tiempo {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora