Prólogo: Boy in luv

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(Dos años antes)

El suelo estaba frío, al igual que los barrotes de metal que los separaban. La calefacción de la cárcel había dejado de funcionar hacia un par de días. 

-Tengo frío-dijo, con voz queda, el chico de cabello azul. 

Jungkook apretó las manos del preso entre las suyas y una sensación cálida se apoderó de su pecho una vez más. No era la primera vez que se sentía así al tenerle delante, y temía, pero también deseaba, que no fuese la última. Lo que estaba haciendo estaba mal, y nada lo cambiaría. El sentimiento de culpa no cesaría incluso si trataba de detener lo que le provocaba su prisionero. Incluso si no cedía en aquella ocasión, el mal ya estaría hecho. Se había traicionado a sí mismo, y también a los que confiaban en el. Pero cuando se tocaban, sentía que por fin algo le pertenecía. 

-Ven conmigo.

Jungkook intentó buscar una excusa para negarse, pero las palabras se quedaron atascadas en el fondo de su garganta. Cogió las llaves tratando de hacer el menor ruido posible y las introdujo en la cerradura. Cerró después de entrar y sintió las manos de Taehyung abrazando su cintura. El  muchacho de pelo azul enterró la cabeza en su cuello. 

-Me quedaré contigo para que puedas dormir-dijo Jungkook, acariciando su coronilla.

Taehyung lo besó en el cuello y le miró a los ojos con fijeza. 

-Voy a perder la cabeza-le dijo- No sabes lo que me estás haciendo, joder. Nunca he querido pertenecer a ninguna persona ni a ningún lugar, Jungkookie. Pero me has atrapado, de todas las formas en que podías hacerlo. No eres un hogar, sino una prisión. Y quiero quedarme encerrado aquí siempre, contigo. Si voy a salir, si voy a perderte después...yo...no sé qué haría...

-No vas a perderme-murmuró Jungkook. 

No sabía a ciencia cierta lo que iba a pasar, y aquel amor parecía haberlo atrapado en un callejón sin salida. Pero en aquel momento sentía que Taehyung no perdería nunca su corazón. El sentimiento que le unía a él era irracional, irracionalmente fuerte, a pesar de todo. 

Jungkook recordaba que, al hacer la ficha policial de Taehyung, le habían tomado las medidas. Tenía la misma altura que él; sus labios estaban a la misma altura. Era casi como si hubieran nacido y crecido para juntarlos, aunque sus situaciones en vida los condenaran a un amor prohibido. Lo besó, encontrando su boca en la oscuridad. Sabía que estaba mal pero entonces, no hubiera debido ser dulce además de febril. 

Taehyung había dibujado varios corazones morados en la pared de su celda. Jungkook le había preguntado por su significado.

-Te pedí una pintura y solo tenias ese color-dijo, encogiéndose de hombros-, pero si quieres que le de un significado...el último color del arcoiris es el violeta. Significa que te amaré por mucho tiempo, que siempre confiaré en ti. 

Jungkook tomó el lápiz morado y trazó otro corazón en la pared, queriendo devolverle la intención. Sintió como Taehyung guiaba su mano mientras lo hacia, y dejó que besara sus dedos cuando hubo terminado. Confió en el, aunque no hubiera debido. 

-Alguien me dijo una vez que el corazón morado significa también amor prohibido. 

-Entonces es perfecto para nosotros-dijo Tae-, aunque ninguna clase de amor debería estar prohibido...

Al amanecer siguiente, las baldosas seguían estando frías y los corazones morados seguían en la pared. 

Pero Taehyung ya no estaba allí.

 Jungkook se rascó la cabeza y se abrochó los botones de la camisa. No encontró sus llaves en los bolsillos. No las halló hasta que miró fuera de la celda y las vio tiradas en el suelo. Las alcanzó extendiendo el brazo a través de los barrotes. Era la primera vez que un preso se le escapaba. Lo había hecho todo mal. No podía culpar a Taehyung, ni a todo lo que había despertado en el interior de su pecho. No podía culparlo, por mucho que hubiese roto los votos de color púrpura que había inventado para el. 


BLOOD AND TEARSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora