❦Capítulo 27 •Ya Está Decidido

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No tengas miedo, dame tu mano... hija.

No puedo verla, un velo negro y las sombras de las cortinas en las persianas de esta casa vieja, le cubren el rostro, pero sé que es ella, —¿Mamá?— murmuro, deseando no equivocarme.

—Acércate, déjame verte,— su voz quebradiza me paraliza, ella está llorando.

Considero alcanzarle la mano que extiende hacia mi, pero me retracto al recordar por qué me escondo de ella, —Tú intentaste hacerme daño.— doy un paso atrás, —¿Por qué me buscas?

—No es cierto,— se me acerca, cerrando los puños, —No es cierto,— gruñe, y vuelvo a distanciarme, —Es mentira... ¡¡¡Mentira!!!

—No me toques,— aprieto los ojos con miedo, —Por favor, ¿qué quieres?

—No les creas,— se agita, —Te están engañando, Linda, no me dejes.

—¡¡¡Y cómo lo sé, si mienten!!!— detono, —¿Dónde estaban todos estos años?— el miedo se me transforma en odio, —¡¡¡La niña que abandonaron ya es una mujer, ya no los necesita, porque aprendió ha vivir sola!!!— abro los ojos para enfrentarla.

Me despierto en medio de una oscuridad tan sombríoa que me encandila, siento un peso enzima.

Levanto la cabeza para ver lo que ya creo saber que es. Su rostro está apoyado en mi estómago en dirección al mío, y su mano me rodea por la cintura. Está profundamente dormido, lo sé porque respira suave y calmado sobre mi piel, devolviéndome la calma que hasta hace un segundo me había robado esa pesadilla.

Después de adaptarme a la oscuridad, puedo notar las marcas de algunos golpes en su espalda y su cara amoratada. No puedo creer que conspiré para esto, y lo cruel que fui para curarlo... «¿Por qué hice eso?» Dejé que el resentimiento tomara la peor parte de mí.

Con dolor en mi alma, acaricio su cabello, lo hago despacio para no despertarlo. Tengo al hombre que amo durmiendo sobre mí, y se siente celestial, como si se me metiera debajo de la piel. Su tez clara y suave, su oscura barba a punto de asomarse, y su cuello grueso y elegante son mi perdición.

Bajo las manos, y lentamente rozo sus tatuajes con mis dedos. «¿Cómo se puede amar tanto a alguien que tan solo con tocarlo sientes que te consumes?» Paseo la yema de mi anular por sus espesas cejas, para lentamente bajar a sus párpados, cachetes, y llegar a sus sensuales y carnosos labios que están entreabiertos, mostrando su blanca dentadura, «Dios mío, muero por besarlo,» mas mi yo interior se hace presente, «Es tu hermano, Linda,» y al mismo tiempo que la realidad vuelve a caerme sobre la cabeza, quito mis manos de su rostro, y silenciosamente me resbalo en el colchón, deshaciéndome de su peso.

Me meto al baño y cierro la puerta con seguro, como si eso fuera a protegerme contra la sensación de que se aproxima una catástrofe inminente.

Para no dejarme llevar por los nervios, abro la ducha. Con el agua fría me enjuago todo el cloro de la piscina y la maraña de pelo. Quiero pensar que hice bien viniendo hasta aquí, pero no logro convencerme, no solo porque estoy en un hotel a solas con Lucas, y eso ya es motivo suficiente como para entrar en pánico, si no porque ahora Henry sabe lo que pasó. Si se entera de esto, no sé a lo que se atreva.

En puntillas de pie me envuelvo en la toalla, y salgo afuera para encontrar qué ponerme. Al final termino echa un rollo sentada en una butaca frente a la cama y con la camisa de Lucas puesta. Me muero de frío y sueño, pero ni por los pelos vuelvo a la misma cama que él.

Exclusivamente Tuya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora