❦Capítulo 43 • Se Golpearon

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Lo único que me da tiempo a escuchar, es la silla de Lucas chirriando contra el suelo.  Él se impulsa con la mesa, y me empuja hacia un lado, antes de coger a Marcos por el cuello de la camisa. No hay palabras de aviso, ni ofensas, un solo puñetazo en la boca.  

—¡¡Lucas!!— chillo.

Marcos lo empuja hacia atrás con tanta fuerza, que lo lanza contra la mesa del comedor. La veo hacerse añicos frente a mis ojos, como una maldita torre de legos.

—¡¡Deténganse!!— grito, cubriéndome la boca, y pegando la espalda a la primera pared con que choco caminando hacia atrás.

No sé en qué momento pasó, pero los dos están frente a mi, golpeándose mutuamente como dos máquinas demoledoras.

Desconozco de dónde sale Margarita, pero de pronto la veo parada debajo del marco de la puerta de la cocina, y le pido auxilio, —¡Busca a Henry, o cualquiera que los aparte!— muevo las manos desesperada.

Ella asiente y se desaparece de la misma forma que llegó.

Lucas golpea a Marcos en la cara, y al momento él le devuelve el golpe en la nariz. Ninguno habla, solo escucho gruñidos como dos malditos animales, y la decoración de platos turcos hechos a mano, que Margarita tanto quiere, cayendo al suelo y destrozándose, junto con cubiertos, vasos, y todo lo que hay dentro de la vitrina.

Me tapo los oídos, no sé por qué me preocupo por estas cosas ahora, pero en el fondo agradezco que estén usando botas, lo contrario de mi, que llevo un vestido veraniego de flores, y sandalias de tiras finas, casi puedo sentir el vidrio salpicarme contra los pies.

Marcos logra contener a Lucas de espalda contra la pared, pero Lucas la usa a su favor, y se ayuda de esta para tomar impulso y arrastrarlo hacia atrás, con tan mala suerte que se van contra las ventanas de cristal y terminan revolcados sobre la hierva, dejándome sola en un comedor destrozado e irreconocible.

Por un momento me quedo inmóvil. Desde donde estoy puedo ver cómo forcejean y se golpean contra la pila de heno para los caballos, no sé cuál le pega más duro al otro, hasta que me doy cuenta que Lucas tiene a Marcos cogido por el cuello, y reacciono de mi estado de shock. Salto sobre los vidrios rotos y me asomo por la ventana, —¡Lucas, suéltalo!— chillo.

¡BANG! ¡BANG! ¡BANG!

El sonido de tres disparos secos impactan mis oídos, haciéndome saltar las tres veces.

Mi padre aparece en mi campo visual, caminando en dirección a ellos con una pistola, apuntando al cielo. Lucas no se detiene, pero Ricky se apresura y lo obliga a retroceder. Lucas se voltea furioso en su dirección, levanta el codo en el aire, y por instinto entrecierro los ojos, pero increíblemente se detiene cuando se da cuenta que es Ricky, el guardaespaldas no parece tenerle miedo, porque no reacciona en lo más mínimo.

—¡A mi oficina, ahora!— mi padre se voltea, y me mira a mí a través de la ventana hecha pedazos, —¡Los tres!

Siento que la columna se me endereza sola, abro los ojos como dos pelotas de golf, y asiento.

Corro a la oficina, y como si tuviera cinco años, busco una silla, y me siento recta. Casi instantáneamente, Henry abre la puerta. Detrás de él entran Marcos y Lucas, Ricky con cara seria detrás de ambos.

Me pongo en pie y miro al suelo, no puedo mirar a ninguno a la cara. No sé por qué fui tan tonta de dejar que Marcos me besara frente a Lucas, en ese momento no supe cómo reaccionar, pero si mi intención era dejarlo, perfectamente podía negarme y pedirle que habláramos solos.

Exclusivamente Tuya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora